miércoles, 19 de marzo de 2025

Belén Cortés, Goian Bego.

 


Acabo de participar en una concentración de educadores sociales  en la plaza del Arriaga de Bilbao, para tener un recuerdo profundo de la compañera que ha sido fríamente asesinada en su puesto de trabajo en Badajoz. No importa el lugar, más lejos o más cerca en el tiempo o en la distancia, era una educadora, como tantos de las y los que nos hemos concentrado hoy o que siguen desarrollando su tarea educativa en todas partes. Se ha reivindicado unas mayores medidas de seguridad y una ampliación de recursos, tanto humanos, para estar apoyados en todo momento, como materiales. Un caso de este tipo, además de llenarnos de consternación, tiene que ser un aviso sin paliativos para las autoridades competentes en materias sociales, de justicia y de inmigración.


Hoy nos hemos encontrado una serie de veteranos en el oficio envueltos entre una muchachada de todo tipo y con otras personas maduras que aún están ejerciendo, con mayoría de mujeres como siempre. Me he sentido realmente emocionado en esa plaza llena porque, a pesar de conocernos parcialmente, según los lugares donde hayamos trabajado, los tiempos de estudio que se han compartido, se tenía un sentir común. Hoy en día es necesario hacer valer nuestra función educativa y las repercusiones positivas que suponen para los sectores en dificultad de la sociedad. Es un trabajo que no es fácil, que tiene unos riesgos, pero que pude ser apasionante si se vive vocacionalmente. Según nos cuentan desde Badajoz, Belén cumplía estas condiciones y se encontró indefensa con el peor de nuestros destinos, Se sumaron el buenismo jurídico, un paraíso para delincuentes precoces bien enseñados por sus familias, y las restricciones de recursos de la autoridad competente. Tomen nota por favor o ¿ cuántas muertes más harán falta para que se lo tomen en serio?

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