Mi segunda novela se titula "Una casita en Betolaza". En ella vierto diversas inquietudes sociales y políticas, así como recuerdos o experiencias vividas en las diversas épocas de mi vida, dese mi infancia hasta mi jubilación, tanto en el campo profesional como en mi participación desde el voluntariado en asociaciones de diversa índole. Todo ello gravita sobre Ainhoa, la protagonista. Ella representa a las víctimas olvidadas de ETA, que son, a mi modo de entender, los hijos e hijas que han tenido que sufrir las consecuencias de la militancia y de las opciones de sus progenitores. Se han visto obligados a crecer sin la experiencia de un padre o una madre o de ambos, criados por abuelas o tías, que, sin duda, dieron todo de sí en su inmensa mayoría.
A través de las diversas situaciones que le toca vivir a Ainhoa, se va viendo realidades como el mestizaje, la inserción de migrantes, la normalización de la homosexualidad, los pelotazos urbanísticos, el acoso social por las ideas políticas... y en ellas van surgiendo personajes que van influyendo en su vida afectiva, en sus relaciones sociales, en el daño que le provocan. Algunos de ellos son personas reales con las que me he relacionado, pero con distinto nombre o protagonizando historias inventadas por mí.
En el título de la novela va el enlace al drive en la que está en forma de PDF. Me he desanimado a autoeditarme y la incluyo así por si alguien la quiere leer. Al marcar el enlace le pedirá mi permiso para poder acceder, lo que se puede dar por descontado.
Creo que el problema de la memoria histórica parece algo que está ahí pero no importa, solo que hay gente que necesita meter ruido. Afecta más, a mi modo de entender, de lo se supone a primera vista tanto a personas como a instituciones. Los de mi edad hemos tenido que deconstruir todo el adoctrinamiento franquista y del nacional catolicismo, que le sirvió de vehículo, cosa que sería imposible sin una memoria histórica que nos dé luz y ponga en su sitio lo que fue pasando y a sus responsables. Las nuevas generaciones no han tenido una información suficiente sobre ese período en sus estudios de historia en la educación obligatoria y, por otra parte, se rompió, en un sector mayoritario de la población, el hilo conductor de la tradición oral en el seno de la familia. Había un mandato implícito en el ambiente de que no se tenía que hablar de ciertos temas, no había que meterse líos ni en política.
O sea, lo de siempre: lo que no se conoce se puede repetir. Es lo que más puede interesar a los partidos y grupos ultraderechistas: pillar a las nuevas generaciones con la guardia baja por su desconocimiento o su falta de interés, para en adelante poder repetir en corregido y aumentado los errores y los horrores que se dieron en nuestra historia reciente.