lunes, 5 de julio de 2021

Carta a una profesora indignada

 Estimada señora:

Entiendo y comparto su indignación ante el sesgo que está tomando la cadena de contagios provocada por jóvenes que son o podrían haber sido alumnos suyos. Me ha parecido importante que haya sacado a la luz la inutilidad de sus esfuerzos educativos durante unos cursos plagados de dificultades de todo tipo. Hasta ahora solamente habían sido notorias las declaraciones del cuerpo de sanitarios, pero considero que ustedes han estado agobiados por la responsabilidad de evitar todo tipo de contagios y por la amenaza de la culpabilidad, o la exigencia de responsabilidades, si esos se hubiesen producido.


Lo que me parece injusto por su parte es que además se flagele considerando que ha sido una fracasada en su labor educativa, vistos unos resultados tan desastrosos y faltos de toda ética. Personalmente considero que el fracaso educativo tiene otras raíces más profundas a las que ustedes no tienen acceso, porque para cuando reciben a sus alumnos, ya vienen marcados por las costumbres familiares y por el influjo funesto del ambiente social. Llegan ya notablemente impermeabilizados, de manera que les resbala todo aquello que se salga de sus intereses personales o de su grupo de referencia. Desgraciadamente se tendrán que contentar con que, al menos, consigan que estudien algo y salgan con una formación académica aceptable, que, visto el  panorama, tampoco es moco de pavo.

En este blog he publicado multitud de entradas refiriéndome al fracaso educativo tanto familiar como social. Las últimas han sido a raíz de esta interminable pandemia. Una escrita el julio pasado, que parece hecha ahora, y otra en octubre a raíz de los primeros contagios de personas jóvenes. Lo de estos estos días superan todos lo límites de la civilización. Considero que estos colectivos de jóvenes infringen a propósito las normas y ningunean el derecho a la salud del resto de la población, como un modo especial de diversión. Incluso ya juegan a pelear con las fuerzas del orden público, como si se tratase de una de esas quedadas entre cuadrillas para zurrarse.


Todas estas movidas me resultan deplorables y repugnantes. Con ellas estos jóvenes nos están vomitando los resultados de la pésima, o nula, educación recibida. La actitud de éstos jóvenes está al mismo nivel que los casos de violencia parental, solo que esa violencia se ejerce sobre el entorno social, en vez de reducirse exclusivamente al entorno familiar. Dicho esto, solamente me queda comunicarle mi más encarecido apoyo, para que no se desmoralice en la tarea que aún le queda por realizar. Así mismo le deseo que en el próximo curso cuenten con condiciones de trabajo más favorables y que pueda conseguir mejores resultados con sus alumnos y alumnas.

Atentamente