sábado, 1 de diciembre de 2012

Los niños gordos

La señora ministra de sanidad ha emprendido una ferviente campaña para evitar la obesidad en la población infantil. Para ello ha decidido que tiene que conseguir que en todos los centros escolares el alumnado tendrá que hacer, como mínimo, una hora diaria de ejercicio, por lo que habrá que ampliar las horas de educación física o algo parecido. Le alabo el gusto a la señora ministra por su preocupación, que me parece tiene razones fundadas según nos lo dicen las estadísticas al respecto. Lo que me parece una simpleza es pretender arreglar el asunto con una hora de gimnasia o lo que los sufridos profesores puedan conseguir en ella de un alumnado tan poco proclive al esfuerzo físico y mental. Esta simpleza me hace ver que esta ministra sigue la misma línea que sus colegas de gabinete, que montan leyes, tasas, recortes o modifican estructuras sin consultar a los afectados o, al menos, a aquellos profesionales que están en el día a día de los sectores afectados por las decisiones que toman y que en no pocas ocasiones se tienen que volver a atrás.

En primer lugar, señora ministra, no podemos seguir haciendo de la escuela el lugar donde se arreglan todos los problemas de los menores que las familias y la sociedad en general dejan sin atender. La escuela tiene que socializar, es el lugar ideal para prevenir los problemas de convivencia, debe dar respuesta a los salidas que se plantean para el futuro de los menores, vela por la salud, inicia en el deporte, inculca los valores que tanto se necesitan, anima a la cultura, sensibiliza en el mantenimiento limpio del medioambiente... de paso enseña matemáticas, lenguas y alguna otra cosa mientras quede tiempo. Por otra parte, no sé qué tal les habrá sentado su propuesta a sus colegas del ministerio de educación o de las comunidades autónomas regidas por sus correligionarios, metidos como están en recortar y reducir a la mínima expresión los recursos de la educación pública.

En segundo y principal lugar, en este país tiempo ha que se instaló la ley del mínimo esfuerzo, según la cual todo es válido con tal de que no me cueste o sea más fácil. La dieta mediterránea se quedó en los fogones de las abuelas, total cualquier precocinado al microndas vale y no pierdes tiempo en cocinar y fregar. Si vamos a celebrar algo nos atiborramos a comida basura con bien de grasas, imitando como bobalicones a la cultura yanki. Al niño le encantan los petisuis, los bollitos, las chuches... son más cómodos para que meriende algo, que le cuesta mucho terminar un bocadillo y no importa que picotee en cualquier momento.  Total que entre la falta de valores, que asola el panorama social y el de no pocas familias, está la falta de educación para una alimentación equilibrada que asegure la salud.


Tendrá que tener en cuenta también, señora ministra, que hay un gran número de niños que pasan más tiempo en casa que en la calle o en los parques. Y a esto deberá añadir la fijación que una gran parte de ellos tiene por las maquinitas de juegos y demás artilugios, sin contar las horas de televisión que se chupan. Por esa misma ley, se cometen otra serie de errores como el de no educar a andar a niños y niñas que van en sillitas de ruedas hasta los 4 años porque sus cuidadores tienen prisa o no tienen ganas de irlos persiguiendo. O sea, que el sistema de vida que seguimos favorece más bien  las costumbres sedentarias.

No sé si usted pisa mucho la calle para visualizar estos datos que le comento, pero tenga en cuenta que, ante tal conglomerado de dislates en la educación de los menores, los riesgos de la obesidad son un detalle más. Así que comprenderá que añadir una hora de ejercicio en las escuelas resulte un tanto inútil, cuando no una salida de pata de banco. Da la sensación, cuando ustedes los ministros sueltan insustancialidades de éstas, que no tienen otra cosa que decir o, más bien, que dicen estas cosas porque no quieren decir lo que en realidad tienen que decir, esto es, que habrá menos recursos para tratar este tipo de problemas de la salud, igual que para otros tantos que se están cargando sistemáticamente.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Su Santidad se ha quedado corto

Los periodistas, que están a la que salta, han aireado a bombo y platillo que el Papa ha dicho en su libro que eso del buey y la mula en el pesebre no vale. El personal se lo ha tomado de diversa manera, pero generalmente con un sano cachondeo, por aquello de qué vamos a hacer ahora con las figuras del Belén o que a buenas horas nos vienen con eso. Supongo que en el libro de su santidad hablará de más cosas pero en ésta no sé si nos ha llamado tontitos o se ha pasado de listo queriendo desmitificar un detalle tonto para no entrar en una cuestión fundamental que sigue levantando ampollas en los sectores más retrógrados del catolicismo. No hace falta que se meta con esos entrañables símbolos creados por Francisco de Asís y que han arraigado en gran parte de los países con mayoría de católicos entre sus ciudadanos. 

En realidad lo que hay poner en claro es todo lo referente a la fiesta de la Natividad. Para  gran parte de los fieles es la fiesta cristiana por excelencia, y así nos lo hicieron creer, cuando en realidad la fiesta fundamental es la Pascua. Para los primeros cristianos no era importante la fecha del nacimiento sino la resurrección de Jesús. Por otra parte, no es casual que las fechas de esta celebración navideña coincidan con las antiguas saturnales romanas y con las celebraciones del solsticio de invierno. El haberlas "cristianizado" aquellas fiestas, no ha dejado de ser, por tanto, un barniz para cambiar este tipo de fiestas populares que para la cristiandad no eran sino paganas e intolerables. Sin embargo, el fondo popular ha permanecido con el paso de los tiempos y a este barniz le está llegando la fecha de caducidad. Se ha ido resquebrajando poco a poco, pero en estos últimos tiempos está desapareciendo a marchas forzadas. Resulta cada día más evidente que estas fiestas quedan reducidas a grandes comilonas, a reuniones familiares cada vez menos significativas para las nuevas generaciones y a la compra compulsiva de regalos, mientras el bolsillo lo permita. Queda algo del tinte del mensaje típico de la Navidad en la nube de entidades, ONG, asociaciones cristianas, etc que nos asaltan con sus mensajes altruistas o caritativos para arrascar unas cuantas migajas sobrantes de los cuantiosos gastos del momento  a la gente de buen corazón.

Claro que en la realidad no hubo ni buey ni mula, pero tampoco hubo Belén, ni descendencia de David ni concepción milagrosa. Las narraciones del nacimiento solamente figuran en dos de los evangelios que fueron redactados  al final del siglo I y querían ser una exaltación de la figura del personaje del que se iba a hablar a lo largo del evangelio, para impresionar a los nuevos creyentes. De ahí que los textos tengan grandes similitudes con las mitologías de la época. Los textos más antiguos, al rededor del año 50, son los de S. Pablo a los Gálatas  que habla de Jesús como "nacido de mujer y nacido bajo la ley". Y el evangelio de Marcos comienza cuando Jesús sale del desierto para comenzar su vida de predicador. Poco más se puede saber de su procedencia además de que parecía oriundo de Nazaret. 

Pero el desmitologizar todo esto le pone muy nerviosa a la jerarquía católica porque cree que con ello se le viene abajo el tinglado. No comprendo cómo tan ilustres mentes no pueden ver que el mantener a toda costa  ese montaje no es asegurar la base de la fe sino que puede ser un problema añadido para la credibilidad del mensaje cristiano ante el hombre y la mujer del siglo XXI. Y supongo que su santidad querrá salvar como sea lo del dogma de la Inmaculada, aunque en el Nuevo Testamento se hable de Santiago el hermano de Jesús o de sus hermanos y aunque hoy en día resulte un dogma infumable y sea una fuente más de descrédito. Pero como los papas no se pueden equivocar... A todo esto, el pueblo llano, y el no tan llano, supongo que pasa de estas disquisiciones y se apunta a un bombardeo, con mula o sin ella: puente de la Inmaculada, paga extra - si no la quitan- fiestas, compadreo y buen yantar, aunque haya que limitar los gastos.