viernes, 26 de agosto de 2011

JMJ ¿y ahora qué?

Ya ha pasado la marea juvenil por Madrid y por el resto de las diócesis españolas que han ido acogiendo a los participantes extranjeros. Todo ha sido multitudinario, solemne, emocionate... todo un derroche de fasto eclesial y, claro está, de gasto. No me importa el número de participantes, por mí como si fueran dos millones, lo que me importa de verdad es la pregunta que me he hecho en el título. Todo esto ¿para qué ha servido? Porque una cosa son los discursos oficiales y otra muy distinta los objetivos que se proponen aquellos que manejan los hilos de este tipo de movidas. Lo que no nos pueden vender es que se hacen estas jornadas mundiales para acercar el mensaje de Jesús a los jóvenes o viceversa, porque me parto de risa. El mensaje de su santidad y de la jerarquía española ha sido claro y diáfano: misa, confesión, comunión, normas morales, fidelidad a las directrices de la Iglesia. En esto consiste ser testigo y ser nuevos portadores del evangelio en nuestro mundo que está necesitado de Dios y así de mal le va. Solamente se ha tratado de agrupar a estos jóvenes, de cuya buena voluntad no dudaré nunca, para hacer una manifestación de fuerza, como la del famoso cardenal "estos son mis poderes". Poderes para seguir instaurando un catolicismo vertical y dogmático por encima de todo rastro de ecumenismo o de diálogo con la nueva sociedad globalizada y, de paso,  para que la jerarquía española siga teniendo peso y capacidad de decisión en la sociedad y en la política...

Estos mensajes no pueden ser captados por el hombre del siglo XXI y no digamos por los jóvenes que viven a años luz de las coordenadas decimonónicas en las que están encuadrados. No deja de ser sumamente chocante contemplar a una pléyade de mochileros que han estado pasando noches en esterillas aclamando a un líder engalanado en oro y acompañado de un séquito de la misma guisa. Una Iglesia que imparte doctrina desde semejante púlpito sin haber antes escuchado a los jóvenes, no puede decirles nada. Es fácil movilizar a la juventud con consignas, con eventos que contagian entusiasmo, con emociones fuertes de sentirse parte de una gran masa, con viajes, con encuentros entre iguales... Pero una vez que pasan ¿podemos decir que les han servido para profundizar en su fe, en su experiencia de Dios, que les han aportado un algo más que guíe su vida, que van a ser más capaces de asumir compromisos...? ¿Quién se va a creer que este tipo de eventos van a suponer una mejora o un arraigo de la pastoral juvenil en las parroquias o asociaciones que han sido el soporte de esta movilización? 

Creo que todo esta movilización ha sido un descomunal fraude, sobre todo, para aquellos jóvenes que han acudido de buena fe a las jornadas, porque a los que hayan venido, que siempre los hay, para aprovechar la ocasión de hacer turismo gratis les habrá importado un bledo. De alguna manera también lo ha sido para los agentes pastorales que se han pringado organizando todo el tinglado, desde los que se han dedicado a captar prosélitos hasta los que han tenido que preparar la infraestructura. El hecho de que los "kikos" hayan organizado a renglón seguido una jornada de aclamación a monseñor Rouco no hace más que abalar lo que estoy diciendo. Este maquiavélico personaje, que así lo he considerado desde que le conocí de profesor en Salamanca, es el que más renta ha sacado de todo esto. Se ha erigido en dueño y señor de la Iglesia española y habrá ganado una buena partida de puntos en el escalafón cardenalicio del Vaticano. Zelako desastrie!!