miércoles, 17 de abril de 2024

Lunes de senderismo 25

 


 Lunes día 15 de abril. Aprovechamos esta fecha libre para poder realizar la ruta de Martiartu que se nos había resistido por dos veces. Esta vez sí ha sido posible disfrutarla con visita guiada al humedal de Bolue incluida. Parece que estamos abonados a los lunes con sirimiri y algún que otro chaparrón, que, de todos modos, no nos echan para atrás. Estuvimos veintidós senderistas. Es una ruta no muy larga y que no exige madrugones por el horario de la línea de autobuses, así que sin prisas y con tranquilidad estábamos con tiempo de sobra en la parada de Moyua. Nos encontramos con la primera dificultad del día: la parada del bus estaba en la carretera sin más señales y sin ningún paso de cebra para cruzarla, que era lo que teníamos que hacer para iniciar el recorrido. Así que tuvimos que andar con mucho cuidado, aunque algunos se lanzaron sin más y otras se quedaron algo rezagadas. Un amable conductor se aminoró la marcha encendiendo los intermitentes de parada para que pudiéramos pasar todos sin peligro.

El recorrido comienza con una cuesta abajo larga y pronunciada que va dando la sensación de irnos sumergiendo en otro mundo fuera del contexto urbanita de nuestro día a día. La mayor parte del recorrido transcurrió por carreteritas de las que dan acceso a los caseríos y a los casoplones, cada cual más puesto, que pudimos contemplar durante todo el trayecto. Una vez que llegamos al nivel del riachuelo, ya se divisaba de lejos la parte alta de la torre, a la que accedimos pasando la única cuesta del recorrido. El tiempo y el alero de la ermita nos permitieron comer sentados en el banco de piedra adherido al muro de la misma.


Como se pidió sugerencias para la salida especial financiada por el ayuntamiento, la propuesta resultante fue al senda del oso en Asturias, que presentaremos en la próxima reunión de coordinación. Después la foto de grupo en las escaleras de la torre, que no ofrecían mucha seguridad por estar desgastadas o medio hundidas.

Retomamos la marcha contemplando al único golfista que estaba practicando o iniciándose en esa disciplina en las instalaciones del club Martiartu -me dio la impresión de que le pusimos algo nervioso-. Tuvimos suerte al llegar a la zona que suele estar muy embarrada, supongo que los días anteriores de calor y viento nos hicieron el favor, y pudimos acceder al puentecito que nos llevó a la otra orilla sin tener que mancharnos. Nada más pasar el puentecito sale una senda que no se separa del agua en un largo trayecto, en el que nos sentimos sumergidos en el verdor de la vegetación y con la música de fondo del río.


Acabamos en fila india esquivando troncos, ramas colgantes y deslizándonos entre las hierbas que medio cerraban la senda pisada y nos empapaban el calzado y los bajos del pantalón. Sin embargo, al parecer, la mayoría quedó encantada con la experiencia. Finalizaba este tramo del camino en un elegante chalet que había puesto unas vallas para proteger su bien cuidado terreno de paseantes intrusos y que nos exigieron hacer cabriolas para terminar sin irnos al agua.

Una vez en piso firme se dio un tiempo para reagruparnos y tener en cuenta otro tipo de necesidades. No nos costó mucho tiempo recorrer el último tramo de carretera campestre, en la que pudimos ver unos viveros de gran tamaño.


A poco de pasarlos nos percatamos, por los carteles, que habíamos iniciado el camino en Erandio, habíamos estado en Berango y que, volviendo atravesar el río, entrábamos en Getxo. Nos paramos debajo del viaducto de la autovía esperando al guía tal como habíamos acordado. No tuvimos que hacerlo porque llegaba casi al rebufo de los últimos del grupo.


Álvaro, que así se llamaba el guía, nos fue dando unas explicaciones previas de cómo y para qué se había formado el humedal y luego nos fue llevando por todo el contorno del mismo para poder contemplarlo por dentro. Nos explicó profusamente los tipos de aves, de anfibios que lo habitan y también habló del famoso pez espinoso, conocido en Barakaldo a través del programa Ezagutu Barakaldo -resulta que el chico había estudiado en el colegio El Regato-.


También nos dio la oportunidad de informarnos sobre especies invasoras, tanto vegetales como animales y fue respondiendo a nuestras preguntas y curiosidades durante toda la visita. Acabamos en la llamada casa de bombas que era el edificio que albergaba la maquinaria para mandar el agua a la zona de Romo en temporadas de sequía. Y colorín colorado, unos nos fuimos a coger el bus que va a Cruces guiados por Paqui, buena conocedora del entorno. Un viaje cómodo y rápido que nos dejó a pie de casa, como quien dice. Los demás se quedaron a comer como de costumbre y el lunes que viene salida oficial de la que mandaré la ficha correspondiente.