martes, 22 de marzo de 2022

Esto es de locos


En estos momentos no me siento capaz de digerir la cantidad de noticias catastróficas que nos llueven desde todas partes. De repente nos hemos visto envueltos en un  remolino que parece que nos va a desquiciar como sociedad y como personas individuales. Poco a poco vamos observando que esas noticias no son mero espectáculo, servido al segundo por todos los medios de comunicación y por las redes, sino que nos empiezan a afectar provocando inseguridad, alterando nuestras economías domésticas, paralizando el trabajo de muchos y viendo que nos van faltando los recursos normales para mantener nuestra vida cotidiana.

Un lunático sanguinario nos devuelve a una guerra de resonancias medievales, pero con cohetes supersónicos y agita el avispero de tal forma que todos acabamos perdiendo: los que ponen sanciones, igual que los que las padecen. Si fuera poco lo de la guerra, ya se venía cociendo una escalada de precios en algo de lo que no podemos prescindir. Así que nos vamos a enterar de lo que supone estar en un mundo globalizado.


Aquí estamos sufriendo las consecuencias de algo que sucede en la otra punta de Europa sin oír ninguna sirena que nos mande ir a refugio. Sin embargo, no vamos a encontrar refugio para la que se nos viene encima. Se toman decisiones, no sabemos dónde, de liar gas y electricidad y nos meten unos puyazos en los recibos de la luz que asustan. Tampoco sabemos si eso se hace por necesidades técnicas o por beneficios de unos pocos, a los que les trae sin cuidado que paren empresas o que haya familias que enfermen por frío. Entonces se aplica el refrán de a río revuelto... y los combustibles también se disparan: paran camioneros, pescadores, ganaderos... y el ciudadano de a pie se lo piensa dos veces antes de sacar el coche. Los más afectados claman al gobierno y el gobierno dice que las respuestas en Europa. Luego que va a dar unas ayudas, pero nadie les cree. La oposición aplaude con las orejas porque no le importa solucionar el follón, sino que se haga más grande hasta que, a ser posible, se haga insoportable.


Personalmente me encuentro desazonado. A estas alturas  soy ya incapaz de soportar un telediario con imágenes desgarradoras, ganaderos vertiendo leche, personal saliendo con compras desorbitadas, filas de camiones... Todo esto nos ha pillado en horas bajas, cuando aún estamos bajo la amenaza del covid y nos creíamos que podíamos volver a normalizar nuestra vida. Creo que ahora, al igual que en la pandemia inventamos una manera de sobrevivir, tenemos que ir olvidándonos de lo de normalizar nuestra vida y seguir inventando otra manera de sobrevivir a todo esto para no acabar arruinados o en el psiquiatra.