miércoles, 18 de noviembre de 2020

"No tomar el nombre de ETA en vano"

 


En estas fechas se está recordando el vigésimo aniversario del asesinato de Ernest Lluch. Creo que es de justicia recordarle. Era un hombre peligroso para la cúpula de ETA del momento: pretendía dialogar, o mejor, arreglar a través del diálogo lo que algunos llamaban el "problema vasco". Todo asesinato es en sí un sin sentido y más si es por cuestiones ideológicas o políticas, pero acabar con la vida de un hombre que promueve el diálogo como única arma, llega a ser una canallada indecente. He puesto como título una de sus frases geniales y no es una ocurrencia a  modo de chiste. Ha habido partidos que han encontrado en ETA un caladero de votos importante. Con la disolución de la banda se ha seguido hurgando en ese caladero a través de algunas asociaciones de víctimas del terrorismo. Toman su nombre en vano y no les interesa que ese chollo se les acabe, por tanto cerrarán todo tipo de soluciones.


Ahora se trata de hacer del acercamiento de los presos un arma arrojadiza contra el gobierno y contra todo lo que se mueva a su alrededor. Se la saca a discreción, ya se hable de presupuestos, de control al gobierno o de lo que sea.  En estos momentos la cosa se complica porque Bildu ha apoyado el proyecto de presupuestos del gobierno. Solución: hay que rechazarlos porque están contaminados por esos etarras y el gobierno, por tanto, está destruyendo España. Suma y sigue. En el colmo del absurdo judicial nos hemos enterado hoy que van a reabrir el juicio a Otegi que el tribunal de la UE mandó rectificar. Te vas a enterar chaval, te libraste una vez pero a un terrorista como tú no hay que dejarle escapatoria y más por haberte atrevido a hacer política. Le han quitado a la jueza que no lo hizo bien, pero siempre habrá suplentes dispuestos a arreglarlo para que vuelvas a la cárcel que es donde te quieren tener para el resto de tus días. Resulta que lo que podía ser un éxito, esto es, que la izquierda abertzale participe en el juego democrático con los representantes que las urnas le hayan concedido, acabe siendo un delito de lesa patria para la derecha y para los franquistas.

Todos éstos, que siguen refocilándose en el recuerdo de ETA, no solo se están tomando su nombre en vano, sino que demuestran que no tienen ninguna intención de cerrar ese período con la verdad entera por delante -no con discursos demagógicos y sesgados-, bien relatada para que las generaciones nuevas conozcan lo que pasó como una parte imprescindible de su historia. Tampoco les interesa la necesidad de que este país vaya sellando y sanando esas heridas tan profundas y tan difíciles de olvidar para los que las vivimos en directo. 

Mira por dónde, Lluch adelantó en su día que el primer paso para dialogar con ETA y su entorno consistía en el acercamiento de los presos. Quién le iba a decir a este magnífico hombre que su propuesta iba a ser aceptada por la mayoría del parlamento en 1999 y sin embargo hoy, cuando es de derecho que cumplan condena cerca de su territorio, se siga demonizando a quien se atreva a acercar a uno solo. Este acercamiento es el telón de fondo de mi nueva novela. Es una injusticia y un sin sentido mantener la dispersión, no solo para los presos y para sus familias, sino también para todo nuestro país que necesita cerrar las heridas, pero no en falso.