lunes, 1 de julio de 2013

Algunos errores de bulto peligrosos

Acabo de escuchar perplejo el testimonio de un profesor que comenta un caso preocupante de un alumno que estaba en las prácticas en empresa . Este se dirige a uno de los empleados de la empresa y le pregunta cuánto gana al mes. Al oír la cantidad resopla despectivo y contesta, como quien tiene todo clarísimo, "yo por menos de 2.000 al mes, no me levanto". En la tertulia del café, comentando casos de este estilo, uno de los compañeros nos cuenta el caso de una familiar que estaba desesperada con su hija. La chica entra a trabajar en uno de los muchos Decathlon que hay por aquí, pero tiene la costumbre de llegar de las 9,15 en adelante, cuando no son las 10. Después de una semana en este plan, el encargado le dice que ya vale de retrasos. "¿Por qué tengo que entrar a las 9?" "Porque la tienda abre a las nueve y es lo que pone en el contrato" "¿De qué vassss???" gritó toda ofendida como quien se siente maltratada. Claro, a la siguiente se encontró con la papeleta de despido. Versión de la chiquilla al llegar a casa: el encargado es un hijo de... y un fascista.

Estos dos ejemplos, que aunque parezcan exagerados son por desgracia reales, no dejan de ser una punta del iceberg, esto es, un indicador de la mentalidad que subyace en una considerable parte de los adolescentes de las generaciones actuales. Se puede saber en qué mundo viven estos jóvenes o quiénes les han instalado en ese espacio virtual. Por más que se quiera hacer en los centros educativos, hay aspectos de la vida a los que no se puede llegar ni con los recursos pedagógicos ni con el mejor de los empeños del profesorado, sencillamente porque ya es tarde. Esta mentalidad ha quedado registrada en el imaginario de los chavales por las vivencias transmitidas en el entorno familiar, por los modelos que perciben a través de los medios de comunicación o de las redes sociales y por la inevitable influencia del ambiente social  en el que se mueven. Ante esto, una vez más, se presentan un montón de preguntas de esas que resultan exasperantes, porque o no tienen respuesta o solamente nos remiten a lo que se tuvo que hacer en el pasado para no llegar a estos extremos.

¿Por dónde podemos empezar para hacerles bajar al mundo real y a la despiadada realidad laboral? ¿Hasta cuándo van a estar exigiendo de todo en casa, pase lo que pase, sin tomarse en serio que tienen un futuro que desarrollar para su propia autonomía en la vida? ¿Por qué en muchas familias se siguen consintiendo  actitudes y comportamientos descaradamente infantiles hasta edades inusitadas? ¿Es de verdad que se creen que en el resto del mundo pueden imponer sus caprichos y sus órdenes como lo consiguen hacer en casa? Como, por ejemplo, esa alumna que llega llorando con su madre al centro y ésta arremete contra la responsable de prácticas exigiéndole que la cambie de empresa, porque a la nena le cae muy mal esa gente, a todo esto la nena ya pasaba de los 18 años. 

Lo más preocupante es que con estas actitudes se están echando a perder un montón de recursos educativos y de procesos de aprendizaje dedicados a la formación humana y profesional de esos jóvenes. Como consecuencia, irán cometiendo error tras error y, por más garrafales que éstos sean, no van a ser capaces de percatarse de ellos, ni van a aceptar las advertencias que les lleguen del mundo de los adultos, porque "no tienen ni idea " y los que se saben todo son ellos, o no? Y mi otra preocupación es que la casi totalidad de estos casos corresponden a los sectores de alumnado con niveles inferiores de formación o con familias de escasos, cuando no nulos, recursos. Como suele suceder, los que más necesitan de estos recursos formativos y a los que el futuro se les presenta más difícil y con mayor carga de esfuerzo, son los que más pasan de esfuerzos, de formación, de titulaciones... Pues lo tienen claro si piensan que van a poder engancharse a la teta de las ayudas públicas cuando se les acabe la de sus padres para resolver su vida.