jueves, 12 de enero de 2017

ADIÓS A UN VECINO SOLITARIO

"A mi soledades voy
de mi soledades vengo
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero..."
Lope de Vega

Segundo era un hombre ya mayor que se dedicaba a hacer los recados del ayuntamiento del Alfoz de Sta Gadea. Tenía una moto pequeña de esas que no necesitan matrícula para sus viajes de una a otra población. Lógicamente también la usaba para sus paseos. Era una persona que con nosotros fue muy atenta. De estatura media, un tanto encorvado por lo años, tenía unos andares pesados y parecía arrastrar los pies. Lo suyo era pasar desapercibido. Vivía solo en una casa que, aunque de buen tamaño era de las más pequeñas del pueblo. No tenía familia ni familiares que conociéramos. La última vez que le vi estábamos tomando María y yo una cerveza en el bar de Sta. Gadea. El estaba en la mesa de al lado enfrascado en el periódico y ni se enteró de que le estaba saludando, lo que nos resultó en tanto extraño. En la siguiente ocasión en que subimos a Quintanilla no vimos humo en su chimenea cuando nos dimos nuestro paseíto de después de cenar.
"Las ánimas". Típica capilla para recordar a los difuntos.
En navidades volvimos a subir y observamos de nuevo que la chimenea de su casa seguía apagada, lo cual ya no era casual. Charlando con uno de los vecinos le pregunté por Segundo. Llevaba diez días muerto y había estado un tiempo en el hospital de Burgos. 


Resulta que los vecinos notaron que andaba cada vez peor y comenzaron a darle la brasa para que fuera al médico. Por fin el que me lo contaba consiguió acompañarle a la consulta del pueblo. En cuanto la doctora le observó mandó pedir una ambulancia. Otra vecina le acompañó al hospital donde le hicieron una operación de urgencia. Padecía un cáncer de colon pero al estar tan extendido no le sirvió de nada la operación. Murió al poco tiempo. Puede chocar que muriera de un cáncer del que se han recuperado cantidad de gente. Podríamos decir que si viviera aquí habría tenido incluso el recurso de los exámenes rutinarios que Osakidetza nos hace para prevenirlo. Sin embargo es más probable que un hombre solitario de sus características en una ciudad hubiese aparecido muerto cuando los vecinos hubiesen notado que no se le veía o que el olor a muerto fuera ya notorio. 

Cada vez se habla más del problema de la soledad en las personas mayores. Es curioso, sin embargo, que en lugares que parecen perdidos y abandonados de la mano de Dios alguien solitario pueda estar más atendido que en el entorno urbano. Puede que en esos sitios, que a veces se contemplan con cierto desprecio desde nuestra vida acomodada, exista aún aquello de la vecindad incondicional de los antepasados. Y es que aquí vivimos en aglomeración pero en esa masa están diluidas un montón incalculable de soledades que son totalmente invisibles y, por tanto, muy difíciles de acompañar.
Descanse en paz
Segundo vivía solo, tenía pocas amistades, pero era atento con el vecindario en sus funciones y a la hora de la verdad no estuvo solo. Otros y otras de su misma condición aparecen como noticia en la prensa por haber acabado totalmente desasistidos.

lunes, 9 de enero de 2017

Días de monte 30

Zalama 1335 mts. El segundo monte de Bizkaia en altitud marca los límites de tres autonomías: Castilla y León, Cantabria y Euskadi. El domingo 8 de enero con un día espléndido, y tras unos despistes provocados por ese artilugio tan traidor llamado gps y por otras desorientaciones, tuvimos el privilegio de disfrutar de esta cumbre con unas vistas excepcionales y una climatología benévola para la rasca que pegaba estos días. Nos llevamos una doble sorpresa: hacía más frío en Lutxana o en Balmaseda que en Agüera a 700 mts de altitud. Íbamos con más capas que una cebolla pensando que  estaríamos a bajo cero y, a poco de comenzar la ascensión, nos sobraba gran parte de la ropa, del gorro... La otra sorpresa fue que no reconocíamos el terreno ni sabíamos dónde habíamos estado el año pasado con la niebla tan densa que tuvimos. Solo recordábamos el refugio donde comimos el bocadillo. Así que fue una buena manera de sacarnos la espinita de la otra vez.

En esta ocasión se unió a nosotros Orencio, mi compañero de recorridos montañeros de entre semana que era el que llevaba el gps. A mitad de ascensión nos fuimos encontrando unos chicos debidamente preparados con fusil y chalecos llamativos para que se les identificara bien. Eran parte de una partida de caza de jabalís. Les tocaba estar esperando a que los perros fueran llevando los jabalís hacia sus posiciones y pin pan pun. Cuando bajamos seguían igual y solamente oímos ladrar a los perros cuando llegábamos al coche. Uno nos dijo que habían pasado dos corzos, pero "a esos no se les puede disparar". Esperemos que la tal batida fuera tan legal como esto.

Después de comer el bocata en la cumbre quisimos acercarnos a la turbera adyacente a la cumbre. Es un elemento excepcional que se dé a esas alturas. Vimos que estaba bien protegida y que se estaba cuidándola, pero no pudimos visitarla porque el tiempo que perdimos al arrancar no nos permitía quedarnos. Los compromisos familiares no nos permitían retrasarnos más. Esta vez la máquina de fotos sí funcionó.