domingo, 12 de septiembre de 2021

Suma y sigue...73


Este año no he podido sentarme tranquilamente en el ordenador hasta ahora, por eso me ha sido imposible acudir a la cita de este blog en la fecha de mi cumpleaños, 14 de agosto. Una vez más la fecha coincidió en nuestra estancia veraniega en Quintanilla. En esta ocasión la celebración consistió en una excursión cultural, como el año pasado. Aquella iba de románico y la de este agosto de restos mineros. Nos acercamos a Barruelo, pueblo minero que fue hasta hace  poco de la cuenca palentina. Tuvimos suerte porque no habíamos reservado entrada en el centro de interpretación y justo cuando llegamos estaban preparando el primer grupo de visitas y resulta que había hueco para los dos. Este centro desarrolla un programa totalmente recomendable, preparado con  todo detalle para que te sientas como dentro de una mina de verdad.

Van explicando los diversos tipos de mina y se detienen en el propio de la zona, contando sus características, sus problemas y su historia. A la vez se va viendo la estructura interna de la mina, las funciones de cada especialista, las herramientas, la vías... Lo mejor de todo fue el entusiasmo y los conocimientos del guía, que consiguió meternos de lleno en el pellejo de aquellos hombres y niños que se dejaron la vida y la salud arrancando carbón. Según nos comentó al final, si a los mineros jubilados les preguntas si volverían a la mina, contestarían que sí con toda seguridad.


No pudimos ver la fábrica de la mina que ahora se considera museo, o al menos quieren que lo sea, porque esta vez lo habían cerrado al público, no nos dijeron por qué. A la vuelta pasamos por Reinosa, después de atravesar unas lomas solitarias y peladas por encima de los mil metros de altitud. También es ya como una tradición nuestra pasar por alguna pastelería para poner la guinda a la comida especial del día, además de hacer otros recados. Este año se han subido a la parra los pasteleros, que nos dieron una señora calvada, así que para el próximo año 
igual que cambiamos de plan. De vuelta a Barakaldo hicimos una segunda celebración para que participara también nuestra hija Irene. Esta vez hicimos un recorrido por la vía verde minera entre El Arenao y Olabarrieta y terminamos con una comida campestre. A todo este baño de vida he de añadir que he recibido más felicitaciones que nunca.


A modo de repetición el día 17 quedamos con mis cuñados, Ana y Ángel, en la puerta de la catedral de Burgos. Ellos venían de Covarrubias, que es donde veranea la mayor parte de la familia de María. Nos habíamos animado a visitar la exposición de las Edades del Hombre, que este año cuenta con ese marco incomparable de la catedral. Al llegar nos quedamos pasmados por la cantidad de gente que llenaba la plaza en una cola que llegaba al arco de entrada. Menos mal que una señora pasó preguntando quienes querían ver la exposición y nos llevó directamente a la taquilla. Nos dimos cuenta de que la inmensa mayoría estaban esperando para visitar la catedral. Ya decía yo que tanta gente no podía juntarse para un evento cultural de ese tipo. 


De todos modos, me sorprendió la cantidad de gente que acudió a la exposición y eso que era un martes. Como de costumbre estaba totalmente prohibido sacar fotos. Eso sí, es de felicitar el nivel de organización y el exquisito trato que año tras año se mantiene, al igual que lo interesante que resultan los objetos expuestos y la temática general que los engloba. Entre todos me quedé más que sorprendido al encontrar la Summa Teologica de Sto. Tomás, con "marginalia", grabados policromados y escrito en grafía gótica. Vaya curro de los copistas en el "scriptorium", contando además con lo poco entretenido que resulta un texto tan arduo como ése. Nuestro ticket era doble para poder visitar también la catedral. Ya la había visto varias veces y sin tanta gente. Tienen las puertas en reparación y ante las avalanchas de visitantes habían acotado algunos espacios, por ejemplo uno de mis favoritos, el coro con esos asientos tallados que son unas obras de arte y de habilidad artesanal. No recordaba la estructura del órgano que me llamó la atención, pero lo que más me impresionó fue la capilla de los Condestables al fondo del ábside, que resulta ser una pequeña catedral dentro de  la grande. Creo que no la había visitado en mis anteriores entradas y fue lo que más disfruté.


Para terminar el día nos fuimos los cuatro al parque de Fuentesblancas para comer en plan picnic.  Abrimos los bolsos y las neveras y después de dar buena cuenta de todo lo que apareció por la mesa, acabamos en una larga tertulia acompañada por el termo de café de Ana que en estas ocasiones no perdona. Durante la comida me senté con la espalda al sol y me vino de maravilla. En este extraño agosto que hemos tenido en el norte, hemos pasado frío y aquel día al sol de Castilla me pareció que cambiaba de planeta. Duró poco, porque al volver, en cuanto nos íbamos acercando al puerto de Carrales, se veía la tiniebla de los nubarrones que nos iban a comer de nuevo durante varios días más.