jueves, 20 de agosto de 2020

Féliz cumpleaños

Este pasado 14 de agosto me han caído los 72 años. Estábamos en Quintanilla y lo celebramos sumergiéndonos en el bosque Hijedo para darnos un baño de naturaleza y de frescor. Fue como un querer absorber la fuerza de la vida para cargar las pilas ante este nuevo año que no trae buena pinta. Luego nos regalamos con una comida de caprichos. En el descanso posterior recibimos una mala noticia de la familia y tuvimos que recoger a toda prisa para regresar a Barakaldo. De todos modos quedaba pendiente la celebración al completo incluyendo a Irene, así que convinimos en que el día que mejor nos convenía para hacer la celebración era el miércoles 19.


Causalidad que para este día estábamos amenazados con una insoportable subida de temperaturas, pero, a pesar de ello, mantuvimos el plan previsto. También nos dimos cuenta que habíamos formado un número capicúa 7227, esperando que nos diera buena suerte, formado por mi edad y por la suya. Más nos vale que así sea. El plan previsto era el regalo de Irene, que consistía en acompañarme a subir desde Mena al Diente del Ahorcado, o mejor dicho, al Castro Grande (1.085 mts.) del que está despegado. El dato curioso es que esa promesa me la  hizo hace catorce años, mas o menos. Por aquello de que "más vale tarde que nunca" hemos cumplido por fin hoy ese propósito tan abandonado. He de confesar que sí: ha sido un auténtico regalo disfrutar de su compañía en esta magnífica subida. 

Con el viento sur la visión era perfecta y es increíble todas las vistas que se pueden disfrutar desde esa cumbre. Hemos subido sobre el horario previsto, aunque hemos encontrado desprendimientos que han obstaculizado el camino y que han hecho más molesta la bajada. Al revés de lo previsto, no hemos pasado calor hasta la llegada al coche para volver. La subida está protegida por un tupido bosque y por la sombra de los farallones cuando dejamos los árboles atrás. A partir del túnel de la Complacita, la pista de acceso a las antenas de la cumbre discurre por un paraje pelado, pero hemos tenido suerte por unas nubecitas lenticulares que nos han hecho de sombrilla. En la cumbre ha salido el sol, pero con la fuerza del viento no nos molestaba. Irene se ha tenido que poner un jersey, quién nos lo iba a decir.

Hemos cerrado el día comiendo en un vegetariano de Bilbao, porque el de aquí estaba de vacaciones. Eso era parte del trato, porque Irene es vegetariana y María y yo no hacemos ascos a los vegetales. En fin una celebración estupenda que espero mantener en mi recuerdo como uno de mis mejores cumpleaños. A propósito, el restaurante vegetariano es el Margarito, que está al lado de la plaza Jado. Los tres hemos quedado muy contentos de la atención, de la comida y del precio. El ambiente está muy cuidado y resulta sumamente acogedor. La jornada ha resultado ser un poderoso chute para transitar con buen pie los tiempos nublados en que estamos intentando sobrevivir.