jueves, 1 de enero de 2015

Días de monte 19

El martes 23 de diciembre, por aquello de que Juanjo tenía día libre, nos cobramos la deuda de salida que teníamos. Contamos con el regalo de un día espléndido, gracias al anticiclón que nos tuvo a resguardo de inclemencias. Nos dirigimos a la Peña de Angulo con cierta precaución porque existía riesgo de hielo en todo el trayecto, pero no tuvimos problemas porque la helada no había afectado al asfalto en ningún tramo. Justo al llegar a lo alto del puerto aparecía una lengua de niebla, lo que preludiaba la presencia de niebla en el valle de Losa y alrededores. Los primeros tramos del camino estuvieron envueltos en niebla pero en la medida en que fuimos tomando altura tuvimos todo despejado,eso sí, con todo el suelo helado hasta el descenso.

El primer objetivo era llegar a la lobera de S. Miguel. Aún son impresionantes los restos de los muros derruidos y del foso. Llegó a tener 890 metros de largo y el último lobo que se ejecutó en él fue en 1954. Luego a través del hayedo salimos a la loma que lleva hasta la primera cumbre que nos indicaba el recorrido el Moscardero De allí a la segunda, el Urieta 1.135 metros de altitud, fue todo cumbrear con un espectáculo impresionante. Por la cara sur un mar de algodones del que destacaban solo algunas cumbres, como la sierra de la Tesla nevada, y por la norte toda la línea de montes desde el Castro Valnera hasta el Sollube.

Al bajar nos cruzamos con tres montañeros que subían y nos miraron extrañados que a esas horas estuviéramos ya bajando, después de llevar dos horas y media de caminata. Uno nos dijo que hasta que no ponían el sol no había que salir de casa. No conocía a Juanjo. La bajada fue un dejarnos caer entre hayas y roquedos hasta llegar de nuevo a la lobera. En el último tramo nos encontramos con los parapetos de camuflaje de los escopeteros que están al pase de la paloma. Esa es la parte del panorama que no nos gustaba en absoluto. Al llegar al coche llovía el hielo que el viento arrancaba de las ramas del pinar contiguo, así que tuve que mover el coche de sitio para poder cambiarnos con tranquilidad. Solo nos faltó contemplar la imponente cascada, pero eso tiene que ser en primavera o en un otoño lluvioso. En fin, no se puede pedir todo.