lunes, 20 de noviembre de 2017

Días de monte 41


El sábado 18 retomé mis andanzas montañeras tras un largo período de abstinencia provocada por un inoportuno ataque de lumbago -llevaba casi dos años sin recordármelo- y algún fin de semana en Quintanilla. Esta vez nos dirigimos a Kuartango. Ya estuvimos en la sierra Badaia y ahora nos tocaba su vecina de enfrente la sierra de Arkamo. Partimos desde Arriano, que es un buen acceso para ascender a la altiplanicie, e hicimos la ruta de las cumbres de aquella parte de la sierra Coronas, Repico y Riscomalo. Nada más entrar en el valle comprobamos que arriba nos esperaba la niebla, lo que no nos iba a poner las cosas fáciles sabiendo que el terreno es bastante escabroso. 

La primera parte de la subida se hace por pista con fuerte pendiente, para superar el barranco. Al otro lado del mismo se encuentra el impresionante farallón Colorado que cierra aquella parte del valle. Tal como estaba previsto la niebla nos lo puso difícil, aunque no nos arredramos esperando que a lo largo de la mañana iría levantando.
Dimos más vueltas que una noria para alcanzar el Coronas porque perdimos de vista las señales y acabamos subiendo a la brava. Luego para enlazar con la cumbre siguiente volvimos a estar despistados hasta que conseguimos dar con la pista adecuada y desde ahí fuimos siguiendo los hitos formados con pilas de piedra. Siguiendo la costumbre de Orencio, fuimos poniendo alguna más en cada uno. En realidad, fueron nuestra salvación, porque estuvimos a punto de meternos en otra encerrona. Para remate al regresar nos pasamos de largo del portillo de acceso y gracias al garmín de Orencio frenamos y para abajo. 

Después de acceder al Repico buscamos una zona al socaire y dimos cuenta de nuestras típicas viandas: Juanjo su bocadillo de jamón, Oren su salchichón con pan al corte de navaja y galletas y Luisfer su chocolate negro con avellanas, cacahuetes y fruta. Como no andábamos sobrados de tiempo a costa de los despistes iniciales, dejamos el Riscomalo y a través de una depresión típica de las zonas calcáreas -de cuyo nombre técnico no me acuerdo- que forman grades charcas, emprendimos el regreso. 

A partir de las doce se fue despejando la niebla, lo que nos permitió quitarnos algo de ropa. Ha sido uno de los viajes que más veces nos hemos cambiado. En la subida íbamos abrigados y, como era exigente, sudamos y quitamos abrigo. Con la niebla, sacar gorro, el cortavientos guantes y lo que fuera, hasta que el sol se encargó de que hiciéramos el último cambio. Pudimos   reconocer, por fin, el terreno que habíamos andado y contemplar un poco el panorama. Por una parte el valle de Tobalina, el de Losa y el de Valdegobía.
Por otra, el valle de Kuartango presidido por su otero el Marinda. A su espalda los llanos donde se encuentran las primeras fuentes del Nervión y a lo lejos el monte Santiago. Esta sierra nos gustó más que la de Badaia aunque a la hora de andar presenta mayor dificultad. Otra cosa curiosa es la costumbre que tienen por aquí de hacer pilones de piedra en las cumbres, como se puede comprobar en alguna foto de las que se ven aquí. Nos hemos prometido regresar a completar las cumbres de la zona más cercana al desfiladero de Tetxa.