domingo, 2 de junio de 2019

La llamada del ancestro

Hoy he vuelto al monte. Ante la celebración bocinera que rememora la llamada a Juntas en el Ganekogorta, el monte bocinero de nuestra zona, Orencio y yo nos hemos puesto en marcha. Al final veo que la forma la mantengo y que con un poco de prudencia he podido salvaguardar la integridad de mi cadera, incluso bajando a campo través. Así que hemos podido disfrutar de una mañana preciosa de monte. Hasta le viento ha dejado de soplar en un momento dado, dejando la calma para el acto en la cumbre y para el descenso.

Según nos íbamos acercando a la cumbre ya comenzaba a formarse en grupos una considerable  cantidad de gente. Llamaba la atención que había un gran número de sonadores de cuerno ensayando o intentando sacar algo de sonido a esos instrumentos tan toscos y elementales. En ese ambiente de bromas nos hemos puesto a dar buena cuenta de nuestras viandas, mientras el aforo de las campas de la cumbre seguía aumentando. 

Cuando ha llegado la representación oficial nos hemos ido arremolinado alrededor del pirulo que marca la cima. Por allí aparecían unos danzaris  y un par de txistularis. Se oía que estaban haciendo pruebas de sonido con un pequeño amplificador y en un momento se marcó un corro amplio en el que se situaron en un lugar preferente los representantes del grupo de montaña organizador y los representantes de las Juntas de Bizkaia. 

Subidos en el pirulo para que se les viera bien, dos bersolaris -chico y chica- nos hicieron unos versos muy aplaudidos para dar comienzo al acto. Tras un precioso aurresku de honor  sobre la hierba, también con chico y chica, el juntero nos hizo un pequeño discurso. Luego el grupo organizador entregó un cuerno descomunal al grupo que organizará la fiesta el próximo año, que toca en el Gorbea. Entonces el hombre que lo recibió lo llevó a la boca y lo hizo sonar con todas sus fuerzas. Inmediatamente  comenzaron a sonar un grupo de cuernos que estaban bien preparados. Poco a poco se fueron añadiendo otros cuernos de entre el público hasta que se ha ido creando un ambiente sonoro muy envolvente, que invitaba a no moverse de allí.

Luego debía haber un festejo en el Pagasarri, pero nosotros nos hemos lanzado campa abajo, mientras seguíamos escuchando las bocinas a lo lejos. No sé que tendrá esto de las bocinas de histórico o de cuento, pero me ha recorrido por dentro una gran emoción al sentirme envuelto en ese sonido tan evocador y rodeado de un gentío que lo vivía como propio. Igual es que los vascos somos así, que cualquier dato, recuerdo, piedra o evento que nos traiga a la memoria nuestros ancestros, nos toca una fibra muy íntima que nos hace vibrar.