miércoles, 5 de octubre de 2022

Justicia...¿ qué justicia?

 


En el día de hoy ha saltado a los medios una noticia que no sabes qué es lo que más te produce: estupor, indignación, perplejidad, cabreo, rabia o una total desconfianza en el sistema judicial. Resulta que el energúmeno que se cargó a su mujer a puñaladas delante de sus hijas de dos y cuatro años y, para rematar la faena, las dejó encerradas junto al cadáver de su madre, va a disfrutar de una rebaja de condena. El tribunal supremo, nada menos, se la ha concedido porque no ve pruebas suficientes de que las niñas hayan sufrido un daño psicológico. No tienen en cuenta que una de ella se quedó sin poder hablar y que ya han tenido veintitantas sesiones de terapia. Han querido justificarlo porque, según argumentan, no queda claro cuál puede ser la causa de ese posible daño. Y a uno se le queda cara de bobo porque no alcanza entender que tan sesudos y estudiados magistrados no son capaces de ver lo que todos los demás vemos, a no ser que no quieran verlo por alguna razón que no alcanzamos a entender. Lo que a la vista está no necesita tantas explicaciones, no creo yo que puedan suponer que unas niñas de tan corta edad estén simulando algo tan grave.

 De lo que sí estoy convencido es que el tal desgraciado ha matado a su mujer a puñaladas y ha matado a sus hijas en vida, porque las ha marcado para siempre y van a estar sufriendo ese trauma, que no les va a permitir desarrollarse con normalidad. Por supuesto que sus señorías tampoco se van a enterar del estigma social que van a tener que arrastrar esas criaturas, porque de las comidillas, los prejuicios o la crueldad de los que se ceban en la debilidad ajena no hay dios que se salve. Otro sí -como les gusta decir a los leguleyos-, tampoco las han considerado víctimas vicarias de la violencia de género, porque lo han sido, y por partida doble, de la manera más cruel y despiadada.


Conozco de cerca otro caso que, aunque no es del mismo tema, también produce una perplejidad y un desconcierto rayanos en el desprestigio de todo lo que suene a juzgados de cualquier categoría. Unos familiares solicitaron la protección para una persona con un grado de dependencia grave al fallecimiento de sus padres. A partir del accidente que le produjo dicha dependencia había estado viviendo con ellos y, una vez fallecidos ambos, quedaba indefenso sin capacidad para organizar su vida y, muchos menos, para gestionar su patrimonio. Para demostrar la gravedad de la situación presentaron unos informes de la Seguridad Social en los que quedaba reflejado las secuelas físicas y los trastornos de personalidad producidos por el accidente, que incluso le provocó una pérdida de masa encefálica. A todo ello hay que añadir que se quedó hemipléjico. Gracias a esos informes está cobrando una pensión más que digna. Así mismo presentaron los informes de la Diputación de Bizkaia por los que le declararon dependiente y el estudio que le hicieron las técnicas de un centro de día, al que asistió un par de años, señalando sus problemas y el tipo de ayudas y de tratamientos que necesitaba. Pues tanto la jueza como la fiscal dictaron sentencia de que ese familiar accidentado podía valerse perfectamente por sí mismo. Solamente necesitaría ayuda en momentos puntuales para decisiones importantes a la hora de gestionar su patrimonio.

Cómo es posible semejante dislate, se lo están preguntando aún sus familiares, que llevaban toda la vida preocupándose por él y colaborando con sus padres en su cuidado. Pues muy simple: la jueza se tomó al pie de la letra la nueva ley que elimina las tutelas y que deja al sujeto la última decisión. Así que el accidentado, que vive en las ensoñaciones de una existencia anterior al accidente, le contó maravillas de sí mismo. Antes había hecho la misma operación en la entrevista con la psiquiatra forense. Para rematar el caso, a partir del juicio no quiere ni verlos. 


Son solo dos ejemplos, pero podríamos señalar otros muchos, más escandalosos aún, en el terreno de la política, del mundo laboral o del famoseo. Creo que se nos quitan las ganas de vernos obligados a pisar un juzgado, porque no contamos con ninguna garantía y cada día nos ofrecen menos credibilidad. Está bien que nos dibujen la justicia con los ojos vendados para que no haya acepción de personas, aunque eso de "todos iguales ante la ley" anda últimamente un tanto devaluado, pero sería conveniente que sus señorías, además de vivir entre exquisiteces técnicas, bajasen un poco al mundo real de los mortales que son, al fin y al cabo, los destinatarios y los beneficiarios de la justicia.