jueves, 16 de marzo de 2023

No hay directores en los colegios públicos


 La noticia de que apenas hay profesores que se presenten para ser directores de colegios o centros públicos ha saltado recientemente a los medios de comunicación. Se preguntan estos alarmados el porqué y cómo estarán funcionando los o las que son designados a dedo por el departamento de educación correspondiente. La principal razón que se aduce es que eso de asumir la dirección es un marrón de pantalones largos -horas, conflictos, claustros, exigencias oficiales, horarios...- y que para la compensación económica que se da a cambio no merece la pena ni pensárselo. Estoy seguro de que aunque dupliquen dicha compensación no se iba a arreglar el problema. Detrás de ese marrón, que es real, hay otras motivaciones o desmotivaciones más hondas que no se dicen en alto. Ese mismo marrón deja de serlo para aquel profesor que asume la dirección con un proyecto en la cabeza y una intención muy definida de llevarlo a cabo y pasa a ser su día a día sin más, porque es consciente de las exigencias que conlleva su decisión. De todos modos su mayor marrón consistiría en convencer al claustro, no el trabajo.

En 2014 ya advertía yo de una serie de riesgos que estaba observando en la enseñanza pública y que definía como un cáncer. Alguno de esos riesgos están en la base de este asunto que tanto ha llamado la atención. Desde mi puesto de trabajo en el ayuntamiento me relacionaba continuamente con cargos directivos, tanto de la educación primaria como de la ESO y me iba dando cuenta de que poco a poco iban desapareciendo los directores clásicos y para sustituirles se empezaba a tirar de las designaciones a dedo, empezando por los colegios con mayor índice de conflictividad. Tuve que escuchar lamentaciones y observar cómo iban contando los días que le faltaban para terminar su mandato.O sea que el asunto que traemos entre manos ahora lleva bastante más de un década cociéndose. A mi modo de entender, creo que dos de los riesgos  que planteé entonces tienen mucho que ver con la falta de profesores que quieran ser directores o cargos directivos, a parte de las deficiencias de la administración correspondiente que no las niego: las prerrogativas del funcionariado y el corporativismo.


Es muy cómodo sentirse inamovible en un puesto de trabajo, añadiendo a ello que el titular puede tener unas prerrogativas  y privilegios muy por encima de otros trabajadores. No cuento la falta de control de horarios, tanto de entrada como de salida, ni el uso que se hace de los horarios dedicados a formación o coordinaciones. Y podría seguir con más cuestiones parecidas, pero sirvan esas de ejemplo. Lo más cómodo es hacer lo justo y que me dejen en paz. Claro en esta tesitura, el que es nombrado director o directora se tiene que poner, además de con todo un buen volumen de papeleos y de situaciones de apagafuegos, a controlar el funcionamiento correcto del centro, de la dedicación de sus compañeros y compañeras y de asegurar buenos resultados para mantener el prestigio del centro y asegurar la matriculación futura... Le toca poner el cascabel al gato y, si se encuentra con un considerable grupo de profesores o profesoras con cierta dosis de cara dura, le va a resultar casi imposible poner orden o exigir resultados. No deja de ser uno más y dentro de un gremio con fuerte corporativismo no se perdona a los o las que dan leña controlando o exigen demasiado en programaciones, resultados... 


Ya podemos dar por desaparecidos aquellos míticos maestros que se dejaban las pestañas y la vida en el cuidado de sus alumnos. De aquella otra generación que se empeñaron en regenerar la enseñanza después del destrozo franquista, puede que quede algún nostálgico. Ahora tendríamos que hacer un estudio que nos ayude a descubrir qué porcentaje de enseñantes lo son por vocación y convencimiento y cuál es el correspondiente a los y las que están en su puesto exclusivamente para vivir a costa del erario público. A ese tipo de enseñantes los considero mercenarios porque su única motivación es su provecho personal y no el bien de sus alumnos. A partir de aquí ya podemos plantearnos mejor qué está pasando cuando no hay profesores dispuestos a asumir cargos directivos. Lo del viejo fraile: " ¿vocación con v o con b?"