martes, 10 de mayo de 2022

Lunes senderismo 3


El lunes 9 de mayo nos dirigimos a Zalla para recorrer la etapa de la senda del Cadagua que llega hasta Balmaseda, esta vez fuimos veinte los y las participantes. A punto estuvo el que suscribe, junto con su compañera, quedarse en tierra pero, providencialmente, uno de esos atascos, con los que estamos familiarizados en nuestro entorno urbano, retrasó la llegada del bus a la parada. Iniciamos el bidegorri en Zalla junto a la urbanización que ocupa los terrenos de un antiguo seminario de los padres paulinos. A poco de iniciar la marcha el guía hizo caer en la cuenta al grupo de la existencia del castro de El Cerco datado del siglo II de nuestra era. A la vez se ofreció a organizar la subida para los y las interesadas en conocer ese reducto arqueológico el lunes siguiente, el 16, que está libre de los programas oficiales.

Seguimos por una parte del trayecto umbrosa en que casi tocábamos el Cadagua. Nos sorprendió un pequeña torrentera que acababa en una poza antes de perderse en el río. Cruzamos el puente que da paso al área recreativa de Bolunburu, pero tomamos la desviación a la izquierda obviándola. En primer lugar nos topamos con las ruinas de una antigua ferrería que data de principios del siglo XVIII. Se podía intuir a través de ellas todos los departamentos propios de las ferrerías, además de su considerable tamaño, lo que hacía suponer que fue importante. Entramos en las campas que rodean la ermita de santa Ana. Al abandonarlas nos encontramos un espectáculo foral que nos obligó a parar para hacer una foto de grupo e inmortalizar ese regalo de la primavera.

A continuación nos enfrentábamos a uno de los tramos peligrosos del trayecto: el primer encuentro con una carretera, la que une Balmaseda y Zalla por el alto de La Herrera. Se llega a una curva con poca visibilidad y luego hay que ir en fila india porque no hay arcén. Para sorpresa nuestra nos encontramos con que el tramo de carretera se reducía notablemente porque había hecho una variante de bidegorri. Esa era la buena noticia, la menos buena era que la senda que se usaba para acceder a la iglesia del lugar tenía cortado el acceso. Nos tranquilizamos al comprobar que unos metros más adelante había un paso de peatones que daba acceso a la subida de la iglesia. Mientras se abría el semáforo estuvimos contemplando las actividades de la escuela que está situada allí mismo en un antiguo edificio.


Parada y fonda el el pórtico, disfrutando a la vez del panorama de la zona de vega que se veía desde el pequeño alto de la iglesia. Retomamos la marcha por la zona de la torre de Terreros y nuestras irrintzilaris nos dieron ánimos con su grito de guerra. Nos paramos a hacernos otra foto en un pequeño puentecito de piedra y, a poco, a contemplar la ruinas del palacio de los Urrutia y de la ermita de S. Antonio de Padua. De nuevo disfrutamos de un tramo rodeado de abundante vegetación de ribera hasta que nos encontramos con un cartel que nos anunciaba nuestra entrada de la villa encartada, la más antigua del Señorío. A partir de ese punto fuimos bordeando una serie de cadáveres industriales, empresas destartaladas, que nos daban a entender que tiempos pasados sí fueron mejores económicamente para esta región, hasta entrar en el casco urbano.

Esta vez el acceso a la carretera que viene de Karrantza y de Avellaneda no daba problemas. Un paso de peatones facilitaba llegar a la acera de enfrente, que en poco espacio nos llevó ante la imponente iglesia de S. Severino. Aprovechamos que la puerta estaba abierta y nos colamos para visitarla por dentro. Estuvimos un buen rato admirando sus vidrieras, su estructura, el sello flamígero de sus techos y curioseando por los rincones. Luego en plan paseo nos detuvimos a ver y a jugar con el famoso reloj de sol. No podía faltar el rubricar nuestra presencia en la villa sin pisar el símbolo de la misma, su puente medieval.


Hecha la foto, nos dirigimos a localizar la parada y salida de los autobuses. Los y las que se quedaban a comer fueron a localizar el restaurante y tan solo nos quedamos seis para coger el bus de vuelta. Fue un paseo muy agradable, a un ritmo tranquilo, con un buen ambiente de convivencia y envueltos en un entorno natural reventando de primavera. Creo que todos y todas disfrutamos, que es lo importante.