miércoles, 12 de octubre de 2022

Lunes de senderismo 8

Decía mi difunto abuelo Pepe que los gitanos no quieren los hijos con buenos principios. Algo de eso nos tocó el lunes diez de octubre. Ya antes de iniciar, nos llevamos la primera sorpresa. Como gente avezada en eso de dejar las cosas preparadas de víspera para no andar corriendo a última hora, habíamos consultado a AEMET: no iba a hacer frío e iba a estar despejado, pero a partir de mediodía habría lluvia. Cuando abro la ventana lo primero que me da en la cara es ver la calle mojada. Caía algo de roña de esa que algunos abren el paraguas y a otros no les molesta. En efecto, fue una mañana de las de abrir y cerrar el paraguas o ponerte y quitarte la capucha o el plástico. Lo espectacular fue que a partir de las doce despejó y acabamos todos en camiseta. Al revés de lo previsto.


El segundo lío lo montamos nosotros solitos cuando bajamos a coger el metro que venía lleno y con el andén petado. Algunas que se habían quedado atrás bajaron por otra escalera y los que formábamos el grupo no las vimos, por lo que optamos por esperar al siguiente metro. Tampoco aparecieron, por lo que me quedé solo, comiéndome los nervios, esperando a las supuestas descarriadas, que habían sido las primeras en llegar a S. Ignacio. Los demás sí cogieron el metro para no hacer esperar a los que habían ido por su cuenta. En fin, que de todos modos estábamos puntuales a las nueve  como habíamos quedado. Me había hecho a la idea de que, después de haber hecho las nuevas incorporaciones al grupo,  habría bastante gente, pero solo nos presentamos dieciséis valientes. Era de suponer que el tiempo había echado para atrás a más de uno o de una, a parte de médicos, lesiones y de las que andan por ahí de viaje. Las circunstancias mandan y eso que los jubilados ya no tenemos obligaciones, como dicen las malas lenguas. 

Al comienzo tuvimos un despiste que nos hizo dudar, pero no hay despiste que no se pueda arreglar con las indicaciones amables de los lugareños. Llegamos a las peñas de Sta. Marina a la hora de hacer la parada. Al pie de las escaleras de subida a la ermita hay un área de descanso, pero lloviendo no daba la oportunidad de quedarse. No hubo nadie que mostrase interés de trepar por aquellas escaleras. Así que optamos por dirigirnos al pórtico de la iglesia. Cuando bajamos hasta el pueblo, nos percatamos de que estaba todo lleno de obras, lo que nos obligaba a dar una vuelta para poder llegar a la entrada del templo. Pero, en frente del hospital, nos topamos con unos bancos que estaban a cubierto y allí nos aposentamos. Al marchar descubrimos que teníamos al lado el acceso al parking del hospital que contaba en la entrada con "alicatados" de verdad.



Cruzamos sin dificultad Urduliz y localizamos el arranque del tramo de bosque que nos iba a llevar hasta Plentzia. Al comienzo nos hicimos la foto de grupo, dado que ya no llovía. El recorrido resultó exigente por ser un poco rompe piernas con bajadas y subidas cortas pero bastante empinadas. Había tramos resbaladizos por la lluvia de la mañana, pero solo tuvimos que lamentar una caída, que no resultó grave, precisamente en la última zona asfaltada. En fin, que los malos principios no pudieron con nuestro humor y tuvimos la oportunidad de conocer sitios que la mayoría no habíamos pisado nunca. Como es de rigor en la despedida, nueve se quedaron a comer y el resto cogimos el metro al vuelo. En el transbordo también hubo suerte, así que no tuvimos que esperar nada.




martes, 11 de octubre de 2022

Sanguinarios

 


Se me revuelven todas las entrañas y me siento incapaz de seguir escuchando o leyendo noticias referentes a los últimos movimientos en la guerra de Ucrania. La perfidia y la sangre fría de Putin y sus cachorros de la KGB está llegando a límites de crueldad que hacen recordar a las peores pesadilla de las SS. Está por ver cuántas fosas llenas de cadáveres faltan por descubrir. Ahora hay que abrir una nueva cuenta de muertos en territorios alejados del frente de batalla. La rabia y la soberbia del Kremlin no ha podido soportar que sus planes militares hayan sido un tremendo fracaso militar y que están suponiendo un auténtica ruina para su país. El tipo de respuesta es antiguo pero no por ello menos cruel: masacrar la población civil y los que no hayan muerto que se encuentren con su hábitat destruido.

Las declaraciones de sus ministros y sus altos mandos llevan una carga de cinismo, de prepotencia y de mentiras que no se las pueden creer ni ellos. Supongo que lo que dicen podrá ser creíble para la parroquia rusa, que tiene la información controlada por ellos, pero lo que no pueden pretender es que tales declaraciones sirvan de justificación para sus desmanes ante el panorama internacional. Una vez más se repite en la historia de Rusia y de las repúblicas colindantes los baños de sangre, desde la crueldad de los zares, las limpiezas de los bolcheviques, el imperialismo soviético y últimamente sus herederos intentando reeditar las grandezas patrias perdidas a golpe de bombardeos.


He hecho el enlace anterior a otra entrada antigua de este blog, porque en ella se habla de los "africanistas": Franco, Mola, Sanjurjo...Generales que fraguaron su carrera en Marruecos. Aplicaban la ley de "tierra quemada", o sea, que arrasaban los poblados y aniquilaban a sus habitantes, así pretendían ahogar los movimientos rebeldes. Esa misma técnica la utilizaron en la guerra civil y, ya antes, en las represiones a las huelgas de los mineros y de los braceros del campo. La mejor manera de que el enemigo no moleste es acabar con todos: fusilamientos masivos y sin juicios previos. Franco y Mola permitieron también que la aviación nazi e italiana hicieran el experimento de utilizar las matanzas de población civil como arma de guerra: Gernika, Durango, las Encartaciones... al igual que en otros sitios de España, como Málaga. Y aún hoy estamos a la espera de que sigan apareciendo tumbas y se puedan recuperar los restos de familiares ejecutados.

 He querido recordar en esta entrada que lo  que estamos viendo hoy allí, hace un par de generaciones se vivió aquí. Pero no solo fue  una cosa del pasado, también aquellos dictadores dejaron su poso y hoy están retoñando sus herederos, no solo en Europa sino también en casa, como quien dice. Hemos tenido que escuchar cómo un grupo de jóvenes, que animaban una fiesta de Vox, cantaban una letra que echaba de menos volver al año 1936: lo que nos faltaba. Todo poder basado en la autarquía necesita la muerte y el terror para sustentarse.


Puede que aquí aún no nos asusten, pero no podemos permitirnos el lujo de perderles de vista, tal como vienen dadas en los países cercanos. Probablemente sus matanzas no sean a base de cañonazos, sino de discriminaciones, de limpiezas étnicas o de aporofobia, pero con unos resultados desastrosos para la población más vulnerable o para los que se atrevan a llevarles la contraria.