miércoles, 24 de septiembre de 2025

Lunes senderismo 47


 Lunes 22 de septiembre Castro-Allendelagua-Castro. A pesar del cielo amenazante y de un viento más que impertinente, 23 decididos senderistas nos dimos cita para cubrir la ruta oficial prevista para esta jornada. En primer lugar dimos la bienvenida a dos de los nuevos componentes del equipo Antonio y Encarna, que venía de Cruces. Con su incorporación va aumentando la cuadrilla de ese barrio -Fernan vete preparando sus flechas amarillas-. Fuimos dejando pasar por delante educadamente al personal trabajador por si acaso, pero sobró sitio. La lluvia hizo acto de presencia intermitentemente, pero, aunque no fue muy abundante, sí resultó incómoda por el viento. Al llegar a la zona del puerto nos encontramos con un grupo muy numeroso que iba algo antes que nosotros, pero enfilaron la subida a la iglesia por el callejón, mientras que nosotros conservamos la sana costumbre de subir por las escaleras del faro, que no se diga. Aprovechamos que la iglesia estaba abierta, porque dicho grupo estaba en una visita guiada, para asomarnos. Personalmente tuve la oportunidad de conocerla por dentro y me sorprendió gratamente. Habría que pensar si en otra ocasión podríamos hacer una visita guiada como grupo.


La mar estaba bastante calma y los sifones propios del lugar apenas soplaban. Tras un paseo tranquilo llegamos a un punto de vista obligada para la mayoría: el polideportivo. Algunos observaron que el tejado, además de ser una chapuza, estaba en un estado lamentable de mantenimiento. Nos desviamos a comer el hamaiketako a la zona de bancos que hay cerca de los restos del cargadero. La lluvia nos respetó, pero el viento nos obligó a refugiarnos detrás del montículo, y cada cual se las apaño como pudo para comer. A la hora de reemprender la ruta, optamos por acceder a la carretera para seguir el senderito que lleva a Allendelagua, dado que el paso por la zona del acantilado iba a estar en malas condiciones por la hierba y el barro, además de que viento iba a castigar de lo lindo.


Una vez en el pueblo, nos fuimos cruzando con los habituales peregrinos que siempre encontramos en esa parte del recorrido. Según se van dejando atrás algunos casoplones, el camino se va protegiendo de arbolado lo que nos hizo más tranquilo el caminar. Estuvimos algo preocupados por si llegábamos a tiempo al autobús, pero más bien nos tocó esperar. El grupo de la comida fue bastante numeroso y, como comprobamos posteriormente, aprovecharon para agasajar a la cumpleañera. También tuvimos otra mala noticia al enterarnos de que nuestra artista de las fotos estaba hecha un cacharro y, como era de esperar, el personal se ha volcado en darle ánimos.  

lunes, 22 de septiembre de 2025

La generación que olvidó hablar

 

Hace unos días fui a hacer una vista a mis antiguos compañeros del centro de formación profesional básica que está en Lutxana. Fui a interesarme por la situación de un alumno nuevo cuyo padre estaba muy preocupado. En la charla con el tutor salió el tema recurrente de cómo había cambiado el tipo de alumnos destinados al centro desde que yo me jubilé. Me dijo una expresión plástica y muy definitoria del nuevo perfil del alumnado actual. Además de su pasividad ante el trabajo, era chocante la escasa o nula reacción ante las contrariedades o las sanciones. Lo que más me llamó la atención fue la última característica que me señaló: no se puede hablar con ellos porque no responden ni hablan, se limitan a emitir monosílabos, encogerse de hombros o mover la cabeza. Siempre llegamos al punto en el que echamos de menos a aquellas generaciones conflictivas y contestonas, con las que aún se tenía esperanzas de conseguir algo si se encauzaban sus energías negativas.

Al día siguiente me encontré en la calle con una educadora veterana de uno de los centros de atención a jóvenes de los servicios sociales y ente bromas y veras recordando los tiempos en que tuvimos que coincidir en algunas intervenciones, hizo referencia a la gente de hoy en día con la que tienen que trabajar y me dijo las mismas expresiones que el tutor. Cada día parece más difícil entablar conversación con ellos. O sea, por lo que parece, los adultos cada vez hablan, o intentan hablar, menos con los menores, tanto en las familias como en los centros escolares. 


Ayer María y yo nos dimos una vuelta al atardecer por el botánico. En un área de juegos infantiles que está a la entrada vimos a una cuadrilla de chicos entre once y doce años, que intercambiaban algo con sus móviles y solo gritaban algún que otro taco o expresiones soeces. Un poco más adelante, asentados en fila codo con codo en el pedestal de una columna de farolas, vimos un grupo de unos diez críos, menores de diez años, cada uno con su móvil absortos y sin que se escuchara uno sola palabra. Ya en el  interior del parque se repitió la escena, solamente cambiando la edad de los componentes que ya pasaban de los deciséis años. Mira por donde, tampoco mantiene conversaciones entre ellos. Curiosamente observamos que todos eran chicos, solamente vimos una cuadrilla solo de chicas, de una edad como para estar a punto de comenzar la secundaria, que sí charlaban animadamente llenando el ambiente con sus característicos gritos, mientras picaban algo de unas bolsas de chuches. Menos mal que algo se salva, pero, si siguen así las cosas, me pregunto si en adelante podrán tener algo que decirse las parejas del futuro.


En fin, entre que hay que hacer una gracia para que los peques puedan lucir un móvil -que aprenderán a manejarlo más rápidamente que los adultos que se lo han regalado-, que cómo luego no va a tener algo a nivel de sus compañeros y cuando llegan a cierta edad exigen cambiar de modelo no sé cuantas veces para estar a la última, se está vendiendo la educación, la relación familiar y el desarrollo personal y social de los hijos a unos entes que les absorben desde no se sabe dónde a un mundo virtual donde no necesitan más que apretar botones para encontrar lo que quieren, o lo que les hacen querer después de lavarles el cerebro.