Lunes 22 de septiembre Castro-Allendelagua-Castro. A pesar del cielo amenazante y de un viento más que impertinente, 23 decididos senderistas nos dimos cita para cubrir la ruta oficial prevista para esta jornada. En primer lugar dimos la bienvenida a dos de los nuevos componentes del equipo Antonio y Encarna, que venía de Cruces. Con su incorporación va aumentando la cuadrilla de ese barrio -Fernan vete preparando sus flechas amarillas-. Fuimos dejando pasar por delante educadamente al personal trabajador por si acaso, pero sobró sitio. La lluvia hizo acto de presencia intermitentemente, pero, aunque no fue muy abundante, sí resultó incómoda por el viento. Al llegar a la zona del puerto nos encontramos con un grupo muy numeroso que iba algo antes que nosotros, pero enfilaron la subida a la iglesia por el callejón, mientras que nosotros conservamos la sana costumbre de subir por las escaleras del faro, que no se diga. Aprovechamos que la iglesia estaba abierta, porque dicho grupo estaba en una visita guiada, para asomarnos. Personalmente tuve la oportunidad de conocerla por dentro y me sorprendió gratamente. Habría que pensar si en otra ocasión podríamos hacer una visita guiada como grupo.
La mar estaba bastante calma y los sifones propios del lugar apenas soplaban. Tras un paseo tranquilo llegamos a un punto de vista obligada para la mayoría: el polideportivo. Algunos observaron que el tejado, además de ser una chapuza, estaba en un estado lamentable de mantenimiento. Nos desviamos a comer el hamaiketako a la zona de bancos que hay cerca de los restos del cargadero. La lluvia nos respetó, pero el viento nos obligó a refugiarnos detrás del montículo, y cada cual se las apaño como pudo para comer. A la hora de reemprender la ruta, optamos por acceder a la carretera para seguir el senderito que lleva a Allendelagua, dado que el paso por la zona del acantilado iba a estar en malas condiciones por la hierba y el barro, además de que viento iba a castigar de lo lindo.
Una vez en el pueblo, nos fuimos cruzando con los habituales peregrinos que siempre encontramos en esa parte del recorrido. Según se van dejando atrás algunos casoplones, el camino se va protegiendo de arbolado lo que nos hizo más tranquilo el caminar. Estuvimos algo preocupados por si llegábamos a tiempo al autobús, pero más bien nos tocó esperar. El grupo de la comida fue bastante numeroso y, como comprobamos posteriormente, aprovecharon para agasajar a la cumpleañera. También tuvimos otra mala noticia al enterarnos de que nuestra artista de las fotos estaba hecha un cacharro y, como era de esperar, el personal se ha volcado en darle ánimos.
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