
Por mi parte, creo que lo de VOX no es una seta aislada, ni son unos paracaidistas. Estaban en letargo y ahora han salido a la luz aprovechando una coyuntura social y al calor de un contexto internacional en el que se están estableciendo gobiernos o partidos de marcado carácter restauracionista. Hay que mirar un poco a la historia y un mucho a los magnates que en el mundo de hoy están haciendo políticas de este estilo. En España ha habido desde el siglo XIX varias restauraciones. La más sonada y dolorosa, por aquello que nos ha tocado más de cerca, fue sin duda la guerra civil. Franco y los golpistas eliminaron la república para volver al régimen anterior. Luego el generalísmo se encargó de crear un nuevo régimen autoritario intentando disfrazarlo de democrático, con unas cortes sin contenido y con un sindicato pelele, que le pasó en herencia al nuevo rey para instaurar la monarquía y dejar todo atado y bien atado. Otro cantar es lo que Juan Carlos I hizo con dicha herencia.

En estos momentos estamos contemplando con estupor, y no menos desaliento, cómo surgen personajes elegidos en las urnas que acaban imponiendo regímenes autoritarios y rompiendo avances sociales y políticos conseguidos con esfuerzo a través de las últimas décadas. Estos líderes siguen la estela de figuras como Trump, Putin, Erdogan... y nos encontramos con países que pueden romper desde dentro la Unión Europea y cargarse una buena parte de libertades y derechos sociales. Hemos tenido la oportunidad de percatarnos que también en América ha surgido un imitador de Trump. Se me pusieron los pelos de punta al oír el discurso del nuevo presidente brasileño invocando a Dios y poniéndose a su servicio. Algo parecido, teñido del catolicismo más rancio, han hecho los de Polonia y Hungría. Y para que no falte de nada en esta ensalada de despropósitos en la UE, la jerarquía ortodoxa de Rumanía ha montado una campaña antifeminista orquestada por su gobierno.
En este contexto las autoridades europeas han tragado saliva ante la aparición de VOX, mientras otros líderes han aplaudido con las orejas. Y es que lo de estos dinosaurios es, a mi entender, restauracionismo puro y duro: ni extrema derecha ni narices, se escapan a todos los calificativos del espectro político. Pretenden restaurar el franquismo y, si pudiera ser, arropado de nuevo por las imposiciones morales y sociales del nacional catolicismo, aunque ya no sea obligatorio ir a misa. Más de un obispo abrazarían entusiasmados este programa. Por otra parte, parece un sarcasmo de lo más desagradable que ahora que está en la agenda política el desenterrar a Franco, se estén desenterrando y sacando pecho los franquistas, que han estado invernando durante más de cuarenta años.