sábado, 18 de abril de 2009

LA QUEMA DE MONDRAGÓN


En vacaciones hemos estado un tanto descolgados de las noticias, ni tele ni periódicos e, incluso, ni radio. Es parte de la terapia vacacional para desconectar. No hemos hecho más que asomarnos y nos encontramos con que, sin ni siquiera haber tomado posesión, la oposición ya sabe y proclama a los cuatro vientos todos los desmanes y atrocidades que los nuevos inquilinos de Ajuria Enea, y sus ayudantes, van a cometer. Los sindicatos nacionalistas anuncian una huelga y, cómo no, los de siempre los han condenado a muerte. Eso sí en el parlamento todos han afirmado su condena a ETA, pero me temo que en el fuero interno más de uno no se habrá enfadado tanto.





En un post anterior hablé del paradigma de los banderizos como la versión más cainítica de la vida política de este país. Pues aquí tenemos un botón de muestra de lo más clarificador. En el libro que citaba de Toti M. de Lezea, "El señor de la guerra", aparece al final una descripción escalofriante de la destrucción y quema de Mondragón. Uno de los bandos se refugió dentro y el otro no paró hasta que entró a sangre y fuego, arrasando vidas inocentes, haciendas, cosechas... A los banderizos todos aquellos les importaban un bledo. Su objetivo era el adversario y todo lo que se encotraran en su camino acabaría arrasado, como cuando los jabalíes se lanzan a ciegas en la espesura. El protagonista del libro, a propósito, tenía por apodo basurde.



A mí me parece que si no cambia mucho la cosa nos vamos a encontrar en una situación similar aunque la sangre no llegue al río y no haya llamas por medio. Puede perderse la perspectiva de los problemas que está generando la situación actual, más aún, pueden utilizarse como armas arrojadizas. Lo único importante es cargarse al adversario político, a costa de darnos la turrada al ciudadano, de ponerse zancadillas, de intentar desprestigiar al otro con el todo vale... y de olvidarse de lo que realmente nos interesa a los de a pie. No sé si el nuevo gobierno va a cumplir aquello del cambio o si éste va a resultar un bluf. El tiempo lo dirá y a su debido tiempo votaremos en consecuencia, si es que para entonces nos quedan ganas. Lo que es inadmisible es que en este país se siga considerando la que el poder político es exclusivo de alguien o que se tiene que conseguir a base de broncas, tiros y demás lindezas.

RESURRECCION

A la vuelta de vacaciones el comentario que más se ha oído ha sido el tiempo. La inmensa mayoría del personal ha estado echando pestes por el frío, la lluvia y, en suma, por la decepción de que la primavera no acaba de llegar como a nosotros nos gusta. En Quintanilla hemos tenido de todo viento del norte helador, lluvia abundante, nevadas cortas, ratos de sol y hasta una helada soberana. Los habitantes del lugar se quejaban de que el frío de este año ha sido excesivo y que el pasto no termina de brotar por falta de calor. De todos modos las hemos aprovechado bien y hemos podido sacar jugo a los ratos sin lluvia y a la convivencia con la cuadrilla.




Me he sorprendido a mí mismo una vez más. Un urbaneta como yo me quedo largos ratos contemplando la vida en la naturaleza. En esos ratos me entra como un cosquilleo por las entraña que hace que sienta más ganas de vivir y de compartir vida, sin aspavientos, pero intensamente gozoso. En nuestro pequeño terreno y en nuestros árboles he sorprendido revoloteando y preparando sus nidos a una pareja de jilgueros - a propósito, qué sensación más distinta es verles y oírles en su sitio y no en jaulas-, otra de tordos y otra de unos, que no sé cómo se llaman, que son parecidos a los gorriones pero con el pecho anaranjado. He echado en falta a los colilargas de otros años. En el cercado de al lado brincan los primeros ternerillos de la temporada. La mamá vaca de turno limpia a lametazos a un recién parido. Aprovechando la única mañana de sol ha aparecido un enjambre de abejas libando en las flores de los ciruelos, como si los estuvieran preñando. El objetivo largo y la habilidad fotográfica de María han sorprendido a una de ellas en plena faena, como consta en la foto.


A pesar de las condiciones climatológicas adversas y de los lógicos retrasos de la floración, la vida sigue resurgiendo imparable. Es curioso ver que en medio de las situaciones más adversas siempre nos sorprende un brote de vida. Es algo que va dentro de la tierra o de los seres vivos que no renuncia nunca a apagarse. Por ello he puesto el título de resurrección. Al final siempre queda la vida. Al final no hay que dar por perdida ninguna lucha, ningún empeño contra la destrucción o la muerte.
Me ha resultado reconfortante esta experiencia en mis vacaciones para afrontar un final de curso, que se presenta un tanto difícil, y para seguir al pie de la letra aquel lema que un día solté a los directores de colegios e institutos "no hay que dar ningún caso por perdido". La sonrisa que me devolvieron más que complaciente parecía una foto del escepticismo, como llamándome iluso o algo así. Más de uno me sigue diciendo aquello de "no merece la pena" o "es inútil". Lo siento, sigo aferrado a la espera de ese algo de vida que queda por brotar en todo ser.
Muchos de los chicos y chicas con los que estamos no han tenido las mejores condiciones para salir airosos en la vida, por eso necesitan que sigamos creyendo en ellos, aunque sea el acto de fe más increíble que se pueda dar. Puede parecer absurdo, pero es imprescindible. Cuando menos lo esperamos algo cambia en su rostro y asoma una pequeña flor de esperanza, es el momento de estar preparados para hacer, como la abeja, que el fruto brote. No me quiero perder ninguna cita de éstas con la vida.