martes, 5 de marzo de 2013

Un desastre anunciado

Es un hecho que ha pasado a lo largo del curso, pero que, aunque no he tenido tiempo para escribir, no lo he olvidado y aún me sigue haciendo daño en las tripas. G es casi invisible de por sí. pequeño, paliducho, endeble, con una mirada entre triste y apagada. Es difícil acertar a primera vista con su edad porque es de los que aparentan ser un niño, pero, si se le ve actuar o hablar, entonces parece mucho más infantil de lo que se suponía. G necesita por tanto hacerse notar `para que alguien se fije en él o simplemente le haga un poco de caso para bien o para mal. La primera noticia que tuve de él es que, cuando aún estaba en infantil, intentaba quitar los bocadillos o las cosas de comer que sus compañeros llevaban para le recreo. Antes ya sabíamos que sus hermanos mayores faltaban al colegio y eran los encargados de traerle y llevarle, por lo que había días en los que no se podía asegurar dónde iba a acabar. El equipo directivo del colegio nos avisó porque no conocían a esta familia y veía que pasaban cosas extrañas, además de que los chicos eran de armas tomar.

G es víctima de una víctima que siendo muy joven se fugó de casa con un energúmeno que le hizo cuatro hijos en un santiamén y tuvieron que separarle de ella porque si no la hubiese matado a palos. Tuvo suerte la mujer porque el maltratador acabó en la cárcel por otra serie de delitos, lo que le posibilitó poner tierra por medio. Se refugió en los programas de ayuda para estos casos y cuando los responsables de éstos la creyeron preparada le ofertaron una salida digna para sacar adelante a sus hijos. Pronto se vino todo abajo y se fue juntando con otros compañeros del mismo pelo del anterior. Los hermanos mayores han acabado desquiciados y no se sabe dónde, porque abandonaron los hogares de acogida. G también ha estado en uno de estos hogares. 

Como suele suceder en estas edades, cuando hay problemas de fondo afloran con toda su virulencia al pasar a los institutos. Los profesores comprendían que G no era un mal chico pero resultaba insoportable y disruptivo por su afán de llamar la atención. Para evitarse problemas, supongo, sus tutores lo cambiaron de centro pero sin tener en cuenta que le pasaban de un modelo en castellano a otro bilingüe, con lo que, además de aumentar su retraso escolar, aumentó de manera desproporcionada su comportamiento insoportable dado que no entendía nada en la mayor parte de las asignaturas. También en este segundo centro comprendían que G no tenía la culpa de lo que le pasaba, pero veían que en la medida de que nadie la hacía caso su conducta superaba lo insoportable. 

Y aquí comienza ya la huida. En el hogar decían que salía para clase pero él no llegaba o lo hacía con mucho retraso. Al principio parecía una chiquillada más, pero como nadie puso remedio llegó un momento en que esta conducta empeoró notablemente. A los retrasos se fue añadiendo una conducta de molestia sistemática a los compañeros y compañeras, hasta que en un buen día se el pilló infraganti en un robo grave. No le quedó más remedio que devolverlo, pero despareció del centro y del hogar. Se le ha visto en el coche de un elemento peligroso -qué casualidad!!-  que vive en la calle porque tiene orden de alejamiento de su madre a la que ha zurrado de lo lindo después de hacerle la vida imposible. Después de una semana sin noticias de él ha llegado una notificación en la que se comunica que ha sido ingresado en un centro de adolescentes con graves problemas de conducta. Ya ha ingresado en la academia para graduarse en lo marginal y en el desastre.

Ahora caben mil preguntas sobre quién tiene la culpa de los derroteros que va a tomar su vida y de las que vaya a armar en un futuro. La pregunta del millón, sin embargo, es qué va a pasar cuando salga de ese centro, quién lo va a recoger, qué recursos le van a quedar cuando pase los 18 años...Me duelen las entrañas porque este tipo de historias las he visto antes y sé que este ser inocente va a pagar los platos rotos de sus mayores, lo errores de las intervenciones públicas y se va a ir destruyendo a sí mismo porque a éstos se les ha negado hasta el ángel de la guarda. Pero todo eso está por venir porque ésta no es una historia de mi vida anterior sino del futuro y me siento, una vez más, con la impotencia y la rabia de ser un mero notario de un desastre anunciado.