viernes, 20 de enero de 2023

La nieve a la puerta de casa

 


Esta mañana Orencio y yo no nos lo hemos pensado dos veces y nos hemos lanzado a la nieve, tras comprobar que aún pervivía en las zonas más altas. Teníamos dudas de subir al Eretza o al Ganeran, pero vimos que éste sí tenía nieve abundante y, como hace quince días ya estuvimos en el Eretza, nos hemos dirigido a Peñas Negras. Serían las nueve y media o así y ya estaba casi ocupado el pequeño aparcamiento adjunto a la Ekoetxea. Al bajar a las doce y media lo encontramos lleno de coches, además de los escasos arcenes de los alrededores. Así que nos hemos calzado las polainas y para arriba. Aún quedaba nieve en la pista desde su arranque, pero hemos aprovechado las roderas de vehículos, que a su vez servían de cauce al incipiente deshielo del día. 


Un grupo de animosos jovencitos nos ha adelantado veloces. Iban con zapatillas de lo más modernas, excepto uno que llevaba unas botas de goma altas tipo cazador. Al rato los hemos encontrado en el primer cruce de caminos y nos han dicho que iban a descansar un poco, pero lo suyo ha sido dar una vuelta y para atrás. A la nieve no se puede ir de cualquier manera y cierto personal que no está vinculado a la montaña no lo tiene en cuenta. Al poco de dejarles atrás hemos iniciado la subida directa al Ganeran. Ante nosotros se abría una ladera totalmente blanca, porque habían hecho una buena saca en el bosquecillo que hay en el comienzo de la subida, y nos permitía ver el primer repechón. Eso sí, una vez más árboles caídos, que nos han obligado ha tener que dar vueltas, con el peligro de que no se sabe lo que hay debajo de la nieve. Visto lo visto, antes de echar a andar me he puesto las cadenas en las botas. Lo de "he puesto" es un decir, porque me ha tenido que ayudar Orencio. Para ello hay que sentarse y allí no había ningún lugar adecuado .


El Ganeran tiene una subida muy prolongada compuesta por una serie de repechones de un serio desnivel. De esos que, cuando lo estás subiendo crees que ya llegas a la cumbre, pero te encuentras con otro, hasta que en el quinto ya ves el buzón. Enseguida hemos comprobado que la capa de nieve no era superficial, porque nos íbamos hundiendo de verdad. Nos ha sorprendido encontrar de repente una verde pradera. Mira tú por dónde, el tremendo viento suroeste que hizo ayer había fulminado la nieve de las laderas que miran al sur y en parte de la cima. Así que en tramos hemos andado con un espesor de nieve superior a los treinta centímetros, como señalo en la foto, y en otros sobre hierba mullida, todo un gusto. Las fotos son del colega Orencio, al que le gusta sacar recuerdos de cada día que salimos al monte.



El espectáculo que hemos disfrutado desde arriba no tenía precio. Los montes de enfrente nevados medio envueltos en algodón. Los frentes que traía el viento norte estaban dejando lluvia fina sobre Sopuerta y Galdames, pero no nos han llegado a nosotros. O sea, que estábamos viendo el paisaje como si nos hubiesen puesto un fino filtro. A su vez estábamos viendo el Abra iluminado por el sol. La zona de la cordillera estaba totalmente nublada. Al llegar a la cumbre nos hemos encontrando montañeros que ya emprendían la bajada, porque había hecho la subida por el camino que íbamos a usar nosotros de bajada. Al comenzarla hemos coincidido con un par de esforzados ciclistas, los únicos que se han encaramado a la cumbre, luego por las pistas hemos visto más, algunos con esas ruedas tan gruesas que parece que la bici se puede quedar en pie.


La bajada ha  sido una tortura. El camino era una de charcos, de regatos y de algún torrente que se ha llevado un trozo de camino. Hemos ido saltando para caminar sobre nieve y no sobre agua, aunque a veces te encuentras con que pisas nieve y debajo hay un charco. Al llegar a la pista central me he tenido que quitar las cadenas, porque hemos vuelto a andar por las roderas que están llenas de grava. Según íbamos bajando, comprobábamos que el personal no era muy montañero, sino que  habían subido para pisar nieve, para pasear a los perros o para sacarse fotos. En fin, cada cual a lo suyo, pero sin perderle respeto al monte. En los últimos tramos el deshielo ya había sido total en tan poco tiempo y, claro, se notaba la subida de temperatura que lo había provocado. Al llegar hemos entrado en el bar a tomar algo y hemos charlado un poco con la tabernera, que es vieja conocida nuestra. Se quejada de que los fines de semana le dejan los alrededores hechos unos zorros y más en estos días que la nieve atrae a familias enteras. Ya sabemos cómo se las gasta cierto sector de población que arrasa por donde pisa. En casa he tenido que hacer unos buenos estiramientos porque eso de la nieve está muy bien pero lleva un esfuerzo añadido, de todos modos una gozada de mañana.








 

domingo, 15 de enero de 2023

Trumpismo en el Vaticano

 


El asalto al parlamento estadounidense alentado por Trump ha encontrado en nuestros días un reflejo en el asalto sufrido por las más altas autoridades de Brasil a manos de una plebe enardecida y desatada que pedía un golpe de estado por no reconocer los resultados de las elecciones recientemente celebradas. No podían admitir que su líder Bolsonaro no pudiese seguir al mando del país. Previamente habían hecho acampadas delante de cuarteles militares para exigir a las fuerzas armadas que dieran un golpe de estado para restablecer el régimen anterior. Es un peligro no reconocer el valor de las elecciones y descalificar a los líderes que han resultado elegidos como ocupas o farsantes. Van dos intentos casi seguidos y, si seguimos el refrán, no hay dos sin tres. 


Está claro que en España desde que ha habido elecciones, antes y después de la dictadura, la derecha se ha concedido la prerrogativa de ostentar el poder. Caciques, terratenientes, empresarios, grandes intereses de la banca... sostienen unas formaciones políticas que no admiten otra posibilidad que no sea sustentar el poder político y económico, caiga quien caiga. Son capaces de boicotear la vida de los ciudadanos con maniobras increíbles, además de tirarse todo el tiempo de la oposición descalificando, calumniando, insultando y tergiversando los acontecimientos para hacerse con el poder que, por supuesto, solo les pertenece a ellos. La ultra derecha ya ha comenzado a agitar a las masas con manifestaciones y no sabemos, aunque lo sospechamos, hasta dónde les gustaría llegar a ellos. 


Mira por dónde, aparece de pronto, nada más enterrar al papa emérito Benedicto XVI, unas memorias suyas de la mano de su secretario monseñor Gänswein, alemán como él y conservador como él. El tal monseñor anda muy mosqueado con el papa Francisco por algo de un puesto del que le sacó y, claro está, no le hizo ninguna gracia. Y es que el poder, y el dinero que conlleva, es una droga que no perdona ni a los mismísimos supuestos servidores de Dios. Esas memorias se están usando como un arma arrojadiza contra el actual papado, porque su autor es consciente de la movida y del morbo mediáticos que puede provocar. Pero lo más peligroso es que, a su vez, puede resultar que se trate de un señuelo o de un pistoletazo de salida para que las fuerzas restauracionistas, fuertemente afincadas en el gremio episcopal, comiencen la campaña para quitarse de en medio a un papa incómodo que no les gusta porque toca temas incómodos, intentan saltarse tradiciones inveteradas en esferas clericales y no les permite mangonear la curia a sus anchas. O sea, que, de manera sutil y encubierta al más puro estilo vaticanista, se está cociendo un golpe de estado del que incluso se pueda hacer protagonista hasta al mismísimo Espíritu Santo. Y es que los monseñores son muy inteligentes y no meten ruido como los bestias de Brasil o del Capitolio, por lo que son muchísimo más peligrosos.


Ya Umberto Eco dejó testimonio en "El nombre de la rosa" de las tensiones entre los fraticelli franciscanos y los lujosos cardenales de la curia. El personal redujo la novela y la película a temas policiacos y al morbo de ver cómo los monjes se cepillaban unos a otros en la alta Edad Media. Había otro tema de fondo con una gran carga ideológica y un testimonio histórico. La historia de la Iglesia está escrita sobre tensiones entre las cúpulas vaticanas y las exigencias de autenticidad evangélica entre los seguidores de Jesús de Nazaret. Ya desde entonces se les reprochaba el antitestimonio que suponían sus riquezas y sus intereses políticos. En los siglos siguientes llegaron los cismas o los movimientos de nuevas órdenes religiosas dedicadas a la atención de los pobres y marginados en la sociedad, con mayor o menor acierto. 

Hoy en día en medio de una sociedad que está en pleno cambio de era, una Iglesia con los seminarios, diocesanos y religiosos, en las últimas y una escasez alarmante de curas y de fieles dispuestos a cubrir sus bajas, no se puede entender que aún se esté intentando mantener esquemas y derechos canónicos que responden a épocas y modelos de sociedad muy pasadas, tanto en el tiempo como en los avances de la ciencia y de la comunicación. Va a acabar diluyéndose entre la gente como un recuerdo o algo que no importa más que a unos cuantos nostálgicos. A no pocos creyentes convencidos les va a resultar muy difícil, si no imposible, mantenerse unidos a una Iglesia tan decepcionante. Es posible que unos acaben como personas fieles a la fe de Jesucristo pero sin religión u otros, dejando fuera de sus convicciones toda consideración teologal, puedan mantenerse fieles a los principios antropológicos y éticos que sustentan un humanismo comprometido con la justicia y la solidaridad social. Por encima de todo esto, y sin hacer el mínimo caso a los signos y a las estadísticas, los jerarcas a lo suyo, porque ya resulta un secreto a voces el que hay obispos españoles, eméritos y en funciones, que participan en la conjura contra el papa Francisco y contra todas las nuevas leyes que supongan avances sociales, y así les va a ir.