martes, 1 de agosto de 2017

Días de monte 37

Este sábado pasado Orencio no podía acompañarnos, así que Juanjo y yo pusimos rumbo a Karrantza sin un plan definido. Al llegar al centro del valle decidiríamos si ir a Salduero por Peñalta o a la Maza de Pando. Por fin nos optamos por la primera opción. En mala hora, porque este chófer metió la pata, creyéndose perito en los vericuetos de los valles encartados, y llegamos al destino con más que considerable retraso, lo que condicionó que no pudiéramos completar el programa previsto. Llegamos al llano de Salduero, que estaba impresionante y que parece que tiene también turberas, pero no a la cumbre. De todos modos, en una mañana perfectamente despejada pudimos disfrutar de la amplia panorámica que ofrece la cumbre de Peñalta, además de la visión privilegiada sobre el valle de Karrantza y su alrededores.



Hicimos la ascensión siguiendo unas indicaciones que nos alejaban de la ruta que hicimos la vez anterior que estuvimos por aquí, pero que nos llevaba directamente a la famosa buitrera protegida. Como se puede ver en las fotos, Juanjo se hinchó a fotografiar a los buitres, aunque yo solamente he puesto una selección. A pesar del calor con que amenazaban los augures meteorológicos, tuvimos una ascensión bastante fresquita bajo el hayedo que cubre la mayor parte de la ladera. Arriba, a pesar de estar a campo abierto, corría cierta brisa que ayudaba a caminar sin agobios. Cuando llegamos a la gasolinera, nada más abrir la puerta un manotazo de bochorno me llevó a la realidad, me fijé al salir y el coche ya marcaba los 31.

En el hayedo me llamó la atención un haya que era todo un ejemplo de cómo los seres vivos nos agarramos a la vida sea como sea. Me sugirió una reflexión que he publicado en mi facebook

lunes, 31 de julio de 2017

Los pilares de la corrupción

A principios de mes estuvimos unos días en Quintanilla. En uno de los paseos nos dedicamos a comprobar lo bajo que se encuentra el embalse del Ebro, que es nuestra playa natural en Arija. Como se puede suponer en un año como éste, pudimos pasear por zonas que habitualmente están bajo el agua. En las fotos de María se puede comprobar la vista del arenal. Por una parte, nos sorprendió la facilidad de que surja vegetación en esos lugares que han estado años bajo el agua: flores, arbustos, manzanilla...Pero lo que más me llamó la atención fue la visión completa de los restos del puente que quiso hacer de enlace entre las dos orillas del embalse Arija y Población. Resulta que cuando se iba a inaugurar el dicho puente, una parte se vino abajo. Solución: en vez de repararlo lo derribaron entero, suponiendo que el resto debería de estar también de las mismas trazas. Y no pasó nada. Cosas de aquella época del primer franquismo. Ahora se puede comprobar que en vez de hormigón los restos dejan ver un amasijo increíble.

Uno de los vecinos más mayores estuvo trabajando en aquella obra. Aparte del desastre de planificación con que se construyó, me contó que había otra causa más importante del desastre. El cemento llegaba en trenes hasta Arija desde la cementera de Mataporquera, pero la mitad seguía camino hasta Bilbao, donde el empresario tenía adjudicada la construcción de un grupo de viviendas. Magnífico negocio para el tal señor, que además de malgastar el erario público, amplió sus ganancias a la salud de su Excelencia, dado que era una persona reconocida por el movimiento y debió de tener alguna relación con el generalísimo. 


O sea. que estaba contemplando un monumento oculto a la malversación de fondos, a la chapuza administrativa, al atraco al dinero público, al enchufismo o al amiguismo, al tapar la mierda debajo de la alfombra y a ver quién es el guapo que la levanta... Era muy fácil echar la culpa al sistema franquista, pero ahora nos encontramos con que los de hoy en día han hecho carmelitas descalzos a los de antaño. Y es que la historia de este país da para mucho en esto de una derechona con derecho de pernada y desfachatez innata. Así que "los mismos perros pero con distinto collar".