viernes, 26 de diciembre de 2008

¡QUÉ BUENO!

(La foto es de la Escuela de Idiomas de Barakaldo, lugar de cita de los viejos yonkis)
Hoy me he encontrado de sopetón con AO. Me ha parado sonriente y me ha dado un abrazo. Hemos charlado durante un buen rato en un tono cordial y de hombre a hombre. Conozco también a la novia con la que convive hace tiempo, así que la conversación ha sido fluida y sin necesidad de aclaraciones. Tiene un empleo fijo y hoy le habían dado puente. Parece que la empresa en la que trabaja ne está afectada por la crisis. Le tiraron la casa vieja de El Carmen donde había vivido con sus padres y le ha tocado una nueva en el Urban Galindo. Estaba radiante. Me ha preguntado por mis compañeros educadores, hemos hablado de su primo... todo como dos viejos conocidos.

Conocí al padre de AO cuando yo vivía en su barrio, 1º de Mayo. Era un crío como un rabo de lagartija. Menudo, delgado con ojos inquietos y con cara de no haber roto un plato. Fue de aquella primera generación de baracaldeses que probó la heroína. En nuestro barrio fue una plaga. De todos ellos sólo queda uno en pie. Los demás no han llegado a los 40 años por obra y gracia del sida. La madre era de una familia instalada en una zona marginal de Barakaldo. Había otra hermana yonki en la familia.

Cuando pusimos en marcha el primer programa de atención abierta a menores con problemas familiares, A. fue uno de los primeros en aparecer por allí. Mi compañero Jesús había entablado relación con ambos padres y conocía bien su situación. Para entonces ya estaba A bajo la tutela de la abuela, al igual que su hermana y otros primos suyos. Esta era una mujer de las que puede con todo y domina todo lo que cae en su radio de acción. Enseguida vimos que la atención que le estábamos prestando era insuficiente, pues necesitaba tener una estabilidad mayor lejos de las idas y venidas de sus padres y del ambiente de la casa de la abuela. Tuvimos enseguida dificultades con ella, porque, en cuanto notó que el atender a su nieto por las tardes suponía que podríamos meternos en sus dominios, se las arregló para sacar a A del programa.

Cuando regresé a mi puesto de educador en el hogar municipal, 6 ó 7 años después, me volví a encontrar con él. No se había conseguido que A entrase en el hogar mientras fue niño, pero cuando rompió en la preadolescencia la abuela pidió auxilio. Así que no me encontré al niño con cara angelical y modosito que conocí, sino a un adolescente precoz que ponía todo en tela de juicio, duro de convencer y un tanto retorcido y resentido. Tenía un extraño apego hacia sus padres, que estaban en esa fase terminal que nunca termina de acabar típica de los yonkis veteranos, como si su misión en este mundo fuese protegerles.

A los 16 años ya no se le pudo retener más tiempo en el hogar. Es bueno para chicos de este tipo contar con algún angel de la guarda y si éste es de la familia mejor. Una de las hermanas de la madre optó por hacerse cargo del chaval. Primero teniéndole en casa y, progresivamente, introduciéndole en la empresa donde trabajaba. El resultado es el A que me he encontrado después de tanto tiempo y que no tiene nada que ver con aquel chaval que tantos quebraderos de cabeza nos dio. Nadie podría sospechar, al verle así, la historia que lleva a sus espaldas, aunque alguna procesión le haya quedado por dentro, que nunca se sabe.

En esto de la educación especial, a la hora de recuperar el desarrollo de una vida que lo tiene todo en contra, no sobra nadie. Desde el que trataba con sus padres y dio la primera señal de alarma, hasta esa bendita tía -que dio con la fórmula de la piedra filosofal:una dosis considerable de cariño, un hogar donde refugiarse y un trabajo- en medio quedaron el programa, el módulo, la trabajadora social, el hogar... Y, del mismo modo, nadie puede decir o creerse que es el artífice de ese cambio por sí solo.

He sentido una alegría profunda con este encuentro que me ha acompañado toda la jornada. Me alegro por él y por su compañera. Y me alegro también por haber aportado mi granito de arena o de cemento a la hora de que A pudiera fraguar un futuro digno para su vida.

jueves, 25 de diciembre de 2008

ALGO DE NAVIDAD

A través de mis incursiones por internet buscando algún tema teológico de mi interés, me encontré con unas reseñas de la figura y de los escritos del obispo episcopaliano Spong. Me llamó la atención el hecho de que confiesa que quedó marcado para el resto de su vida por la lectura del libro de J.A.T. Robinson "Honest to God". En eso coincido con él, porque fue mi primera lectura teológica -aconsejada por Ricardo- y una referencia que he mantenido siempre, consciente e inconscientemente, en mi crecimiento como creyente.

Desde un principio me impresionó por varias cosas. En primer lugar por su sinceridad y por su libertad a la hora de expresar sus opiniones y convicciones. En segundo lugar por su militancia en pro de los derechos de los negros en su país. En tercer lugar por su inquebrantable vocación de pastor que hace que sus escritos y discursos tengan un lenguaje entendible por todos, evitando que el conocimiento teológico sea exclusivo de eruditos y de jerarcas. En cuarto lugar por su valentía al explicar sus conclusiones sin tener en cuenta el fundamentalismo biblista del entorno eclesial en el que se movía y sin tener miedo a perder su status por sus sermones o sus escritos pastorales. No es que ponga una pica en Flandes con elevadas teorías o descubrimientos, resulta interesate porque de la teología o de la investigación bíblica hace pastoral.


Hoy le traigo a colación porque en estas fechas navideñas me he acordado que tiene un libro "Nacido de mujer" referente a las narraciones del nacimiento de Jesús. Spong insite mucho en señalar que muchos creyentes piensen aún que son relatos históricos, porque nadie les ha explicado lo que son verdaderamente. Esto tiene como consecuencia que se pierden los mensajes verdaderos y los valores que sus autores nos quisieron transmitir y que se ha hecho de la Navidad la principal fiesta cristiana dejando en segundo plano la Pascua.


Se me revuelven las tripas cuando, en estos tiempos, desde la jerarquía católica aún se sigue insistiendo en la literalidad de estas narraciones, cayendo en el fundamentalismo tradicionalista. Esta lectura de las escrituras les sigue siendo rentable para mantener un concepto de religiosidad popular más que dudoso, para la defensa a ultranza de su concepto de familia o para seguir blandiendo un determinado concepto de la divinidad de Jesús como arma fustigadora de teólogos atrevidos y de investigadores bíblicos.


Nosotros en casa hemos dado mucha importancia a la celebración de la Navidad, sobre todo desde que Irene nació. Seguimos la tradición franciscana de poner el Belén. Nos parece más humana y entrañable que la del árbol, a parte de no identificarnos mucho con las costumbres anglosajonas. Tenemos por costumbre hacer el encendido del portal antes de comenzar la cena de Nochebuena. Nos contamos cómo nos hemos sentido durante el año transcurrido, qué nos preocupa más en estos momentos y cuál es nuestro principal deseo para el futuro inmediato. Es como si lo charlásemos con Jesús.


Cuando Irene era pequeña le leíamos un cuento que redacté hace mucho sobre la historia del jefe de la tribu de pastores que supuestamente acogió a la familia de Jesús. Mientras fue muy niña no podía faltar la lectura del cuento aunque se lo supiera de memoria. Hacía unas oraciones de niña preciosas pidiendo que todos los niños fuesen felices y cosas así. Percibía que era un cuento como muchos que le leíamos y no ponía en duda la existencia de los Magos, pero sus conclusiones iban siempre más allá: quería que no hubiese niños infelices o sin padres o sin juguetes.


A decir verdad, a partir del año pasado el encendido del Belén lo hacemos María y yo solos. A ella le toca estar en el momento del no a todo y se le respeta en lo que hace referencia a estos temas. Nos queda la tranquilidad de haber transmitido a través del cuento o de las narraciones navideñas los valores humanos y creyentes que vienen envueltos en ellos. El futuro nos dirá si esa semilla, ahora desaparecida, llegará algún día a fructificar.

lunes, 22 de diciembre de 2008

¡QUÉ BUENA GENTE!



Durante todo el día mi hija ha estado hecha un manojo de nervios. Su cuadrilla había quedado en celebrar el famoso ritual del amigo invisible, típico de estas fechas. Es nueva en el grupo porque se ha cambiado de centro en este curso y, parece que se siente aceptada. Su cuadrilla tiene como lugar de reunión el parque que está detrás de los juzgados de Barakaldo, en frente de nuestra casa.


Nos ha sorprendido porque se ha presentado en casa con dos amigas una hora después de haber salido. Venían por una escoba y un recogedor para dejar decente la zona de parque en la que se habían intercambiado los regalos, pues debía haber quedado de aquellas trazas con los papeles y demás envoltorios al uso.


Menos mal que de vez en cuando nos podemos encontrar con la excepción que, esperemos, poco a poco vaya haciendo cambiar la regla general. Eso de encontrarnos los bancos llenos de cajas vacías de pizzas, botellas medio llenas, papeles, cajetillas vacías y mil lindezas más está a la orden del día. Supone un alivio encontrar gente así de 15 y 16 años y, cómo no, que nuestra propia hija esté entre ellos.

domingo, 21 de diciembre de 2008

ME APUNTO

"La vejez es la última etapa del crecimiento humano. Nacemos enteros, pero nunca estamos terminados. Tenemos que completar nuestro nacimiento al construir la existencia, al abrir caminos, al superar dificultades y al moldear nuestro destino. Estamos siempre en génesis. Comenzamos a nacer, vamos naciendo en prestaciones a lo largo de la vida hasta acabar de nacer. Entonces entramos en el silencio. Y morimos. "


Así comienza una de sus últimas columnas Leonardo Boff. La ha escrito porque acaba de cumplir los 70 años y dice que está considerado "Oficialmente anciano". Recomiendo paladearla a todos aquellos que nos vamos acercando a esa etapa. A mí me acaban de caer los 60, pero ha sido una de las mejores lecciones que me han dictado en mi vida. El decrecer es parte de la vida, luego aún no estamos hechos del todo hasta que no pasemos esta etapa. No tengo porqué considerarme decrépito a estas alturas, pues para mi edad me siento en un estado de forma más que aceptable, pero me gusta escuchar a los que han ido por delante.
Creo que también me conviene ir quitandome esas máscaras, a las que alude Boff, para mirarme cara a cara hasta descubrir ese ser interior, que, al fin y a la postre, soy yo mismo.Después de haber ejercido de maestro, de educador social, de sindicalista, de trapero, de asociacionista, de comparsero, de haber sido salesiano, cura -rojo según las malas lenguas-, ahora casado felizmente y padre de familia y además de otras andanzas que no vienen al caso, me ha llegado la hora de recoger el desafío que el profesor me plantea: "vivimos para pensar,meditar, rasgar horizontes y crear sentidos de vida".
Intento prepararme para esta etapa desde ahora. Este mismo blog forma parte del programa que estoy diseñando. Dentro de 5 años, si la administración no nos la prorroga, me caerá la jubilación y deseo que, al mismo que esa etapa postrera de mi vida resulte ser un reencuentro feliz conmigo mismo, sea también fecunda compartiendo mis descubrimientos con todos los que me rodean.

"VIVIR EL VALOR DE LO ORDINARIO"

Me he encontrado en una revista con la columna de una amiga, Mercedes Rey-Baltar, titulada así. Voy a repetir el párrafo que considero central:

"Lo extraordinario se esconde entre los pliegues de lo ordinario. La grandeza de la vida no está en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer de modo extraordinario las cosas sencillas y simples. Lo cotidiano refleja la calidad de nuestro corazón".

A algunos nos educaron para hacer cosas importantes, para sacrificarnos por la causa, para llevar a cabo grandes empresas para mayor gloria de Dios... Es bueno encontrarse ahora que todo aquello del amor universal, de la salvación de los desfavorecidos... tienen sentido en la medida en que están enraizados en el amor concreto a mis cercanos, a aquellos con los que comparto mi vida, mi trabajo, mi amistad. La cotidaneidad no sirve para ser famoso, aparecer como profeta, sentirse importante en la empresa, ser considerado un héroe o salir en la tele. Sin embargo es donde puedo encontrar el espejo que me devuelva la imagen real de quién soy. Es el taller humilde donde puedo fraguar lo que me queda por crear de mí mismo.

En este mundo en el que se vive, se vende, se gana en base a la imagen, es difícil mantener este tipo de convicciones. Puede que se considere gris al que es coherente con ellas, pero en realidad los que se refugian en grandes causas, viajes extraordinarios, derroches de elegancia... son los que no saben cómo llenar la mediocridad de su vida o aliviar el poco calor humano de sus relaciones cercanas. Lo del Qohelet vale tanto para los que viven de la imagen como para los profetas autocomplacientes: "mataiotes mataiotetos kai panta mataiotes", todo vaciedad.

Me ha gustado encontrarme con estas reflexiones porque, en parte, pueden ser reflejo de lo que me ha sucedido en la vida. He tenido que hacer la tarea de deconstruír mi imagen, de "bajarme del púlpito" para sentirme de carne y hueso, para vivir la intensidad del amor recíproco a mi mujer y a mi hija. Ahora, fuera de mi dedicación al trabajo y las horas que meto en el cuidado de mi familia, apenas me queda espacio para pensar en otro tipo de actividades o compromisos. Sin embargo siento que estoy desarrollando unas áreas de mí mismo que podía tener casi atrofiadas.

Desde aquí se vive la vida, la relación con el mundo, la comunicación con las personas y la presencia Dios de una forma más profunda y real. Es entonces cuando puedo tener la seguridad de que, sin buscarme a mí mismo, voy a encontrar lo mejor de mí para ofrecerlo y compartirlo con los demás, sin necesidad de alaracas. Gracias Mercedes.