martes, 13 de septiembre de 2016

Aquello de las izquierdas

En estos momentos de desconcierto total y descontento absoluto a cuenta de la situación política, andamos inmersos en una campaña electoral impenitente para el ciudadano, envarada en una verborrea indecente desde el año pasado, para lujo de comentaristas de postín y aburrimiento del personal que sigue escuchando hastiado las mismas, mismas, mismas consignas, reproches, líneas rojas, alambradas y, al fin y a la postre, tomaduras de pelo. Ya expuse en su día que para eso de pasar de la alternancia de dos a la de cuatro en liza, la caja de cambios de España no estaba ni mínimamente preparada, y por lo que veo vamos a dejar en embrague en el intento.
En este contexto negativo a nivel de estado, sí se han ido asentando alternativas de movimientos ciudadanos, de izquierdistas o de los "vendehumos" -según quién sea el que los defina- en diversas instituciones, algunas emblemáticas, a raíz de las elecciones municipales. Pero según se ve, en cuanto sube el plano territorial las cosas toman otro cariz y las implicaciones obligan a perder  la virginidad política y, a veces, la compostura recurriendo a escaramuzas, codazos o descalificaciones como lo hacían los supuestos partidos tradicionales. 

 Estoy convencido que la inmensa mayoría de las gentes que componen estos movimientos, mareas, podemos, compromisos... son gente chapeau de cuyo compromiso y buena decisión no dudaré nunca. El problema va a ser que se corre el peligro de repetir "aquello de las izquierdas" que en su día anduvieron divididas, cuando no hasta fragmentadas, en dogmatismos, protagonismos y otros ismos por el estilo. Las bases de estas movidas son de muy variada procedencia, por lo que a todo conglomerado que se le quiera dar consistencia es preciso aglutinarlo y reforzar todos sus elementos. No se puede apelar a la gente como protagonista de los cambios sin ofrecer herramientas imprescindibles que les doten de personalidad y de sentido. Y es que para un buen edificio, por muy democrático y participativo que sea, se precisa tener buenas bases y bien asentadas.

Sin esa consistencia van a seguir prevaleciendo, tarde o temprano, los de siempre, que están asentados en partidos muy estructurados, marcados por ideologías concretas o por intereses economicistas, y en poltronas bien pagadas. Sirva para ello la metáfora del hormigón que logra su consistencia fraguando en un sólido emparrilado de acero la arena y el grijo con cemento. Hoy en día se ve abundante grava, pero de arena no se está sobrado y el cemento escasea. Para remate de males, el encofrado cuenta con escasas varillas y muy poco enganchadas entre sí. Esto es, se están echando en falta los elementos de cohesión y de orientación y si, encima, algunos se pueden permitir el lujo de quítate de ahí que yo sé más o de liarlas pardas con meteduras de pata de altos decibelios... pues en menos que canta un gallo volveremos a las mismas. Espero que no tengamos que consolarnos con que sobrevivan para seguir tocando los colindrones a los que mueven los hilos y no puedan hacer impunemente lo que se les cante. Suerte.