miércoles, 19 de noviembre de 2014

Días de monte 18

En realidad tendría que poner 20 en vez de 18, porque las anteriores salidas se quedaron sin reportaje gráfico por los despistes de última hora: Peña Mayor de Mena y Lekanda en el parque del Gorbea. Esta vez nos atrevimos con el Udalaitz, 1.092 mts, subiendo desde Kampazar. Hacía muchos años que ninguno de los dos nos habíamos acercado a esta roca imponente y aérea. O sea, que éramos jóvenes cuando la subimos y no nos estábamos dando cuenta que, como digo yo, con los años las cuestas se empinan más. La cantera, una más de la zona, que se está comiendo el monte nos despistó un poco al iniciar el camino, pero luego encontramos sin dificultad el sendero. 

La subida es desde el principio empinada y, a medida en que se avanza, se convierte en despiadada. El terreno es incómodo y en muchos tramos no se asegura bien la pisada. Siguiendo las indicaciones que traía Juanjo, empezamos bien pero llegó un momento en que el sendero marcaba dos opciones y seguimos, sin saberlo, a la que nos llevaba a la subida en plan de trepada. Creo que fue en el momento en que Juanjo me sacó la primera foto del álbum que adjunto. A partir de aquí nos encontramos primero una senda de cabras casi imperceptible entre piedras, pero con una caída vertical en la que veíamos al fondo los camiones de la cantera. Reconozco que hubo tramos en los que tuve que tragar saliva. Después de más de media hora, a pocos metros de la cumbre, no quedaba otra que ir a cuatro patas y agarrándose bien. Vaya trepadita. 

Me quedé alucinado al llegar arriba. El día era claro y el viento no muy molesto. Al estar aislado de las cadenas montañosas se convierte en un auténtico puesto de vigilancia de largo alcance: el mar, Vitoria, el Serantes, Aralar, S. Donato y los montes de la muga con Francia. A la vez, su altura permite contemplar el entorno como estar mirando una maqueta de las poblaciones y de los montes de alrededor: Mondragón, Elorrio, Durango, Amboto, Mugarra, Gorbea, Oiz, Aketegi, Erlo, Txindoki... Todo un banquete de panoramas, a excepción del destrozo de la última autopista a Vitoria. 

Poco a poco la cumbre se fue animando con la llegada de más montañeros en un magnífico ambiente de cordialidad. De todos modos yo mantenía el temor de que iba a resultarnos imposible hacer el descenso por el mismo camino de la subida. Dos chicos jóvenes que habían subido por el mismo sitio nos orientaron para bajar por el camino "normal", como lo llamaron. Bueno, lo de normal sería porque no había que trepar, pero resultó tan despiadado como el otro por su verticalidad y las malas condiciones del terreno. Así en un descenso que nos pareció eterno, tras las inevitables culadas y resbalones, llegué destrozado como nunca al coche. Eso sí, tanto Juanjo como yo estamos pensando usar dos bastones para las bajadas.