martes, 29 de enero de 2013

AGUR AMA

El día 14 de enero falleció mi madre. Tenía 93 años y un solo riñón que se cansó de rendir y eso le provocó un fallo en cadena del resto de funciones. Llevaba un mes con síntomas confusos, tos, dificultad para hablar, más hinchazón. Nos dijeron que era una bronquitis, una infección de orina o debilidad física sin más. Para cuando mi hermana la llevó a urgencias ya estaba todo cumplido, y en 24 horas expiró. Casualmente me tocó el turno de tarde para asistirla y mi hermana se estaba preparando a pasar la noche con ella, porque no preveíamos un desenlace tan rápido. Despidió a mi sobrino con un beso y luego le sujeté la mano para que me sintiera junto a ella porque no abría los ojos. Le sugerí una oración al oído pero antes de terminarla sentí que ya no me apretaba. Comenzó a tener una respiración convulsa y vomitó.

A partir de ese momento la respiración era similar a un rugido. Avisé a la auxiliar y al poco rato se presentó la doctora de guardia que, de manera delicada, me vino a decir que el desenlace iba a ser más rápido de lo que esperaban. De vez en cuando se le abrían los ojos de forma desorbitada y sin mirar a ninguna parte. Una enfermera le controló la oxigenación y murmuró que ya no oxigenaba. Inmediatamente llamé a mi hermana. Apareció de nuevo la doctora y me dijo que ya le iban a desconectar el respirador y la iban a sedar. Ya no pude aguantar más y, llorando en silencio a todo trapo, me clavé en la cabecera de la cama acariciándola, besándola, susurrándole piropos y enredando en su precioso pelo. No sé cuántas veces le besé la mano mientras sentía que cada golpe de respiración tardaba más en llegar y tenía miedo a que fuese el último. Cuando estaba exhalando los últimos suspiros llegaron mi hermana y mi prima Mª Angeles justo a sentirla caer. Todo esto en tres horas de angustia e impotencia que no se me olvidarán nunca.

En frente de esta cruz estaba la casa de Abadiño
en la que vivían  y de donde tuvieron que salir
huyendo al terminar la guerra civil
Ama era de esa generación de mujeres fuertes que se curtieron en los momentos más difíciles del siglo XX. Le tocó hacer de todo dado que era la hermana mayor de siete varones. Después de pasar las penurias y los miedos de la guerra civil, le tocó en la posguerra el calvario de ser una familia represaliada con un hermano fusilado y un padre en Puerto de Sta. María que se libró del paredón de puro churro. Luego no fue afortunada en su matrimonio y se quedó sola y separada, cosa insólita en aquellos años 50, trabajando para sacarnos adelante y cuidando de su padre. Se dejo la salud y el pellejo para conseguir que estudiáramos en buenos colegios y en un tramo de su vida, después de la muerte de mi abuelo, se quedó sola en casa con nosotros dos internos. Alguna vez me confesó que fue una de las  épocas más duras de su vida y que a veces, cuando volvía de trabajar,  la soledad le resultaba tan pesada que quería darse cabezazos contra la pared.

Ama tuvo siempre una salud precaria y, aún así, tuvo la resistencia y la fuerza de trabajar duro y llevar la casa. No tendría aún los 50 años cuando le quitaron el riñón podrido, tuvo peritonitis en plena guerra, le operaron de dos hernias discales, tenía unas jaquecas fortísimas, le daban microinfartos cerebrales... Era una mujer de una fe profunda al estilo de su tiempo a golpe de rosario y misa siempre que pudiera. Colaboró en las parroquias en las que estuvo en diversas actividades. Tuvo una rara virtud -quizás porque en su vida le tocó hacer de madre de los que no eran sus hijos- de conseguir que muchos conocidos, compañeros, amigos tanto míos como de mi hermana o vecinas de su escalera la hayan considerado como una segunda madre o como abuela. 

A estas alturas quiero cargar en mi disco duro la herencia auténtica de esta mujer que tuve la suerte de tener por madre. Pero me he dado cuenta que en la copia que tengo se han borrado una serie de registros donde estaban cargados los defectos, las discrepancias y esas cosas por el estilo. En todo caso puede que de vez en cuando me vengan a la memoria alguno de sus errores pero solamente para tenerlos en cuenta y no repetirlos en mi vida. Espero tener fuerzas para seguir publicando cosas sobre ella como un homenaje póstumo y es que la echo de menos después de haberla tenido tanto tiempo con nosotros.