sábado, 9 de noviembre de 2019

Arlobi, para la jornada de reflexión

Orencio y yo nos hemos lanzado al monte, a pesar de los malos augurios de los meterólogos. Teníamos pendiente subir a Arlobi al visitar la piedra vertical que se ha recuperado para disfrute de todos. Hemos partido de Sarria, donde está el centro de interpretación del Gorbea. Después de los aguaceros de la noche nos hemos sorprendido con un una mañana apacible y poco fría para esas alturas. Hemos ido caminando en medio de un paisaje otoñal impresionante, tanto por los rincones como por las laderas policromadas. Todo ello ambientado por el bramido continuo de un río Bayas embravecido por  el abundante agua recogida en estas fechas y formando unos rápidos dignos de las cordilleras más afamadas. Todo un banquete de vida, de luz y de sonido.

El recorrido transcurre por una pista cómoda con varios puentes y pasarelas de lo más pintoresco que dan la posibilidad de vadear el río, que no estaba para pasar con piedras precisamente. Hacia el final de la trayectoria que nos habíamos marcado, la pista se ha empinado hasta llegar al menhir. Impresiona la piedrecita tanto por lo que impone, como por el entorno en el que está enclavada: una vaguada entre cimas, alguna pintada por algunas canas de la nevadita de ayer. Apenas nos hemos hecho las fotos, nos han avisado que se acabó el recreo, esto es, se ha puesto a llover. Por suerte sin viento con lluvia mansa, a veces fuerte y a veces sirimiri. Así que vuelta para atrás, a reponer fuerzas en el último refugio que nos ha venido de perlas para almorzar con tranquilidad.

Ha sido una mañanera magnífica, y más, para una supuesta jornada de reflexión. Se me ha ocurrido pensar que he estado consultando con los ancestros de nuestra tierra, mientras me apoyaba en los restos de su existencia por esas latitudes. En realidad solamente me han aclarado contra quién tengo que votar. Me han dejado caer que el cómo hacerlo se les escapa y que corre de  mi cuenta. Solo pensar que toda esa naturaleza ya está en peligro, es argumento suficiente para tomar decisiones contra los que no se lo toman en serio y siguen creyendo que lo que importa es aumentar el desarrollo por el desarrollo. Y mañana... que Dios nos pille confesados.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Bienvenido otoño

Vaya, por fin estamos sintiendo el otoño. Tras una primera parte que más ha parecido una prolongación del verano, tenemos la suerte de que nos llegue lo que toca en esta etapa del año. Era curioso ver en nuestra casa de Quintanilla que todavía las margaritas tuviesen flores o que aún no haya tenido que retirar las camisas de manga corta hasta estos días. Hoy he visto y he disfrutado en Barakaldo de una mañana de lluvia continua, porque me ha hecho recordar cómo llovía aquí tiempo ha, de un manera suave y constante. Ayer en la tele vi cómo en la zona mediterránea había temperaturas de treinta grados y un bañista entrevistado se lamentaba de la mala suerte de los gallegos que solo tenían lluvia. No me gustaría generalizar, pero me da la impresión de que esa frase podrían suscribirla una inmensa mayoría de ciudadanos. Como me viene bien para mis intereses particulares, es bueno el tiempo o lo que sea. Cada vez me preocupa más que se tenga unos intereses y una visión de tan corta distancia. El personal no se da cuenta, o no quiere ver, de que estas situaciones anómalas lo único que producen son desajustes peligrosos. Luego vienen las sequías y, para rematarlo, las danas, o lo que sean, con inundaciones como contrapartida 

Nos hace falta el otoño. Es un buen revulsivo para sacarnos de la empanada veraniega y para que no olvidemos el equilibrio necesario de nuestro sistema. Como casi todo en la vida, necesita movimiento. La comodidad y la quietud son apuestas muy arriesgadas, aunque sean lo que más nos puedan apetecer, o si no que se lo digan a los médicos que nos recetan andar hasta para curar catarros. El viento ha sido tremendo, quizás demasiado fuerte, pero nos ha movido bien el ambiente para que no se nos quede la contaminación agarrada al suelo. El mar se ha puesto serio y ha marcado sus límites. No se ha pasado, nos hemos pasado los humanos metiéndonos en su territorio, igual que en los cauces secos. La naturaleza necesita esos cambios para mantenerse como es, aunque algunos sean más desagradables o incómodos que otros.

Esta noche voy a llamar al viento sur, que nos ha azotado de lo lindo, no solo para que arranque las hojas, sino también para que se lleve la contaminación de toda la palabrería que nos va a inundar estos días: insultos, descalificaciones, calumnias, brindis al sol, y tú más... Esos, a los que no vamos a tener más remedio que votar y no se lo merecen, querrán convencernos, a través de un sin fin de peleas de gallos en las que todo vale, diciéndonos y prometiéndonos cosas maravillosas. Lo que no nos van a decir son las medidas poco agradables para unos o para otros que haya que tomar para lograrlas y sus efectos no deseados. Son de los que piensan a corto plazo y con ganar están conformes.