domingo, 29 de mayo de 2016

Días de monte 26

Este sábado pasado Juanjo cambió la dirección del viento y nos plantamos en Cantabria. El pico Cerredo, 675ms. o así cercano a Castro, siempre nos había llamado la atención porque se le divisaba desde muchas partes y porque es la cima más alta pegada a la costa del Cantábrico. Todo ello nos animaba para disfrutar de buenas vistas panorámicas, cosa que la persistente niebla se encargó de chafar. Decidimos partir de Allendelagua que es una pequeña población continuación del desastre urbanístico de Castro. Nada más entrar en el pueblo nos percatamos de que en la peña que lo preside se había enarbolado la bandera española -como se puede ver en las fotos-: aviso a navegantes, que diría Arzallus, por si alguno no se había enterado bien de dónde está. 

A la salida del pueblo un joven amable nos indicó dónde estaba la señal de comienzo de la ascensión. Nos dijo que tardaríamos dos horas y media, a lo que su compañera saltó diciendo que no nos tomara el pelo. En realidad nos costó 1,45 horas pisar la cumbre y eso que paramos varias veces para aligerar la ropa, beber agua, sacar fotos... En un principio la ascensión no tiene pérdida dado que la pista que arranca del pueblo llega hasta la base del roquedo final. Una vez llegados allí no queda otra que trepar. Eso sí desde el principio la pendiente es pronunciada y al comienzo tiene un tramo lleno de eucaliptos que resulta sumamente desagradable. En la medida en que subíamos la niebla se iba quedando abajo y el sol pegaba de verdad, por lo que la sudada fue buena. Sin embargo, al llegar a la cumbre el viento venía fresquito y con el sudor resultaba peligroso. Así que, además de la chaqueta de chandal con la que se me ve en la foto, tuve que ponerme el cortavientos igual que Juanjo.

Después de dar cuenta de nuestras viandas al abrigo de las peñas, contemplamos los panoramas en las direcciones sin niebla. Divisábamos hasta la torre de Iberdrola, la costa vizcaína, la cordillera desde Los Tornos hasta el Casto Valnera, los montes mineros, Pagasarri, los montes del Duranguesado hasta el Orixol, el cordal de Ordunte y los montes de las Encartaciones... Un banquete, aunque la parte de la costa de Cantabria no pudimos verla bien porque era donde se acumulaba más niebla. 

A la bajada vimos a unos figuras que trepaban corriendo por el paredón de la base del pico y al poco, después de hacer cumbre, nos adelantaban corriendo, claro. No habíamos bajado 100 metros cuando les vemos subir de nuevo corriendo también. Ya estábamos casi al final de la bajada cuando otro figura subía corriendo y ya le habíamos visto bajar hacía rato. Esta gente, según me contó Juanjo, practica carrera de montaña así que veíamos gente que subía y que bajaba pero resulta que eran los mismos. Y yo me pregunto qué gusto se le saca a este tipo de deportes extremos, además del desgaste o del deterioro muscular y óseo. Me parece una inconsciencia total correr riegos indebidos a fuerza de machacarse para conseguir no se sabe qué o poder presumir de hazañas absurdas. Nosotros suave suave y a disfrutar de la naturaleza y del esfuerzo controlado.