viernes, 23 de septiembre de 2016

FERNANDO TIRADO REAL de ASUA

La segunda parte de mi nombre se la debo a la memoria de mi tío Fernando. Era el mayor de los hijos varones y, al parecer, heredó de mi abuelo Pepe las inquietudes políticas. Se enroló en los batallones de las juventudes socialistas que fueron de voluntarios para colaborar en la defensa de Barcelona. La familia recibió la escueta notificación de que había muerto. Con el tiempo se fue sabiendo que había sido fusilado como otros tantos combatientes republicanos. Cuando estuve dando clases en Santurtzi me encontré con un pariente lejano de mi abuelo que me aseguró que mi tío estuvo entre los que les hacían cavar una zanja y luego los fusilaban. Esos son todos los datos, más o menos fiables, de que dispongo.

Muchas veces hablé con mi madre para que nos pusiéramos en contacto con los de la memoria histórica, pero no quería saber nada del tema. Alguna vez lo comenté con uno de mis tíos y también me dijo que aquello ya pasó y que no merecía la pena andar dándole vueltas. Sé que alguna de mis primas y mi hermana también intentaron convercerles de que lo hicieran. El año pasado murió el último de mis tíos y me decidí por fin a buscar la manera de restaurar la memoria histórica de mi familia. Entré en la web de la organización de la memoria histórica de Cataluña y expuse mi caso. En menos de un mes habían formalizado el trámite y me habían asignado el número 4.723. Me quedé gratamente sorprendido: al menos alguien me estaba haciendo caso.

Como no tenía noticias consulté con un cargo político del partido socialista y me comentó que  lo primero que tenía que hacer era identificar el nombre del batallón en el que estaba mi tío. Me dio unas referencias de algunos historiadores que estaban investigando en los famosos papeles del archivo de Salamanca reclamados por la Generalitá. Quién me iba a decir a mí que en esa documentación podría estar el nombre de mi tío, con la cantidad de veces que habré pasado por delante del archivo histórico en mis tiempos de estudiante. El caso es que aún no he conseguido encontrarlos en internet con las referencias que me dio mi vecino, aunque seguiré buscando. A todo esto, el día 19 recibí un nuevo correo de la Generalitá comunicándome que está creando dos bases de datos genéticos para cruzarlos, la de los restos sin identificar y la de los familiares solicitantes. Seguirán un orden teniendo en cuenta la edad del solicitante y el puesto de la solicitud. 

Sé que va para largo pero para mí ha sido una buena noticia, no solo por el alegrón que ha dado, sino también porque he podido comprobar que se sigue tomando en serio lo de la memoria histórica. Aquello no pasó y ya está, como decían mis mayores. No, aquello todavía está y seguirá pasando mientras no hayan salido a la luz todas la atrocidades que se cometieron. De no ser así, siempre será una herida mal cerrada que seguirá supurando y envenenado la historia por donde menos se espere. Se trata de devolver la dignidad a la memoria de mi tío Fernando y, a la vez, colaborar, aunque sea mínimamente, en conseguir que siga viva la exigencia de conocer toda la verdad.

La familia  al completo en Abadiano. Fernando es el mayor, arriba a la izquierda. La única chica era mi madre