martes, 8 de octubre de 2024

Una de tiros


 Lunes 30 de setiembre. Propuse un samqueremos que hacía parte del trayecto del Camino de Santiago entre Bilbao y Barakaldo, solo que en dirección contraria. Y con otra salvedad: en vez de subir a Santa Águeda propuse hacerlo por Zubileta, con parada y fonda en las escuelas de Larrazabal. Quedamos en salir, como siempre a las 9 horas y donde siempre, para juntarnos en Burtzeña con la gente de Cruces y alrededores. Allí nos estaban esperando también las dos nuevas compañeras llegadas desde Retuerto.  Pero hete aquí que víspera hubo tiros con un muerto y heridos en una reyerta entre familias de ya se sabe qué tipo. Como habían dicho que la trifulca había sucedido en Las Delicias, supuse que podríamos caminar hasta el puente del Diablo. Algunos más prudentes se encaminaban hacia Zorroza, sin embargo nos animamos a continuar por el trayecto previsto que estaba en su inicio todo patas arriba por obras. Nada más acercarnos a las primeras casas ya vimos una cinta que cortaba la calzada y a un hertzaina que, con cara de pocos amigos, nos hacía señas de que teníamos que dar media vuelta. Y tal hicimos, dando la razón a los compañeros prudentes.


Cruzamos el parque que está a la entrada de Zorroza y subimos a la carretera que lleva a Alonsotegi. No es de mucho tráfico y cuenta con acera en todo el trayecto hasta las últimas casas, por lo que no resultó incómodo ese tramo del camino. Hicimos la parada de avituallamiento en un parquecito con bancos y bien aislado de la carretera por seguridad para los niños. A poco de retomar la marcha, dejamos la carretera y girando a la izquierda atravesamos el túnel que está bajo la autovía y emprendimos la subida a Kobetas. A la salida del túnel ya nos fuimos encontrando con los primeros santiagueros que dieron paso a otros más a lo largo de la subida. Al final de la primera parte de la cuesta, que era la más empinada, hay una señal, que casi pasa desapercibida, indicando la desviación a Kobetas. Si hubiésemos seguido todo recto, habríamos ido a parar a la incineradora. 

A partir de dicha señal se entra en un sendero campestre con vallas para control del ganado y con una vegetación muy agradable. Se notaba que hacía poco habían  hecho limpieza de maleza en los bordes del sendero y aquello me parecía una autovía en comparación del senderucho que me encontré hace un tiempo cuando estudié la ruta. Nos sorprendimos al encontrarnos con un coche que bajaba conducido por una señora mayor, que, al saludarla, comenzó a echar sapos y culebras por la boca porque al haber hecho un atajo de bajada habían dejado el tramo original, que da a su casa, sin limpiar y había tenido que pelear lo suyo para hicieran caso a sus demandas. En efecto, ya casi llegando a la cumbre comprobé que habían abierto una rampa a modo de atajo a poco de llegar al alto, pero preferí seguir por el sendero oficial que me parecía más cómodo y mas agradable para pasear. Sin embargo, cuando el grupo en el que iba llegamos arriba vimos que los que venían retrasados ya estaban allí esperando. Habían decidido tomar el atajo. 


En cuanto nos reagrupamos todos, que en las subidas el pelotón se estira lo indecible, comenzamos la bajada por Kobetabidea siguiendo las señales del camino. A poco de empezar nos topamos con unos extranjeros que se habían metido por ese camino siguiendo las señales, pero iban en furgoneta y querían llegar al albergue municipal. Con el lenguaje universal de las señas les dimos a entender lo que tenían que hacer, lo que no sabemos es qué entendieron ni a dónde fueron a parar. A todo esto algunas compañeras se separaron del grupo para seguir por otro camino, así que las perdimos de vista. Ya casi al final de la cuesta, nos sorprendimos al descubrir un señor parque con senderos y zonas de esparcimiento. Preguntamos a unas vecinas y, en efecto, la final del mismo estaba la bajada directa al hospital de Basurto. Optamos por terminar el descenso por allí, así que fuimos disfrutando del arbolado y de la tranquilidad del ambiente y nos evitábamos atravesar el centro urbano de ese barrio. Una vez en la acera contigua al hospital se dio por finalizado el trayecto y se fueron tomando las diversas opciones de vuelta, tal como se había indicado en el plan de salida. Unas volvieron andando, hubo quien se quedó en la parada del bus, los de la comida por su cuenta y el resto en el metro. Cada mochuelo a su olivo y Dios en el de todos, que se decía antiguamente.