martes, 21 de abril de 2009

UN SUCESO TERRIBLE

En estos días Barakaldo está en todos los medios de comunicación a cuenta del desafortunado suceso que ha dado la vuelta al país. Un abuelo que abusa de dos nietas adolescentes. Desafortunado en sí porque uno no acaba de explicarse como el ser humano puede caer tan bajo. Para más inri, la mayor de ellas era la que atendía a su abuelo cuando se le agravaba su enfermedad y la abuela no podía atenderle. Desafortunado porque teóricamente los menores de la familia estaban bajo vigilancia -menos mal- de Diputación, pues ésta tiene la custodia y la había cedido a los abuelos. Más que desafortunado, inmoral, diría yo, el tratamiento de los medios de comunicación en búsqueda de carnaza y morbo. No han respetado ni el anonimato, ni la condición de menores, ni la presión o el dolor que pueden estar viviendo en estos momentos.



El lunes a poco de sentarme en mi mesa del Ayuntamiento me llaman de arriba y me dan el nombre de las chicas. Enseguida supuse que se trataba del caso que había saltado el fin de semana. Además conozco a una de ellas y a su abuela por el tema de absentismo. Cuando llegué a la puerta de alcaldía para entregar mi informe, tuve que pedir permiso para pasar entre un marasmo de cámaras, micrófonos... Todo vale en la medida en que es espectáculo y da audiencia. Tuve una sensación horrorosa y a la vez sentí repugnacia de todo aquello. Luego me encontré a las responsables de Acción social, al alcalde, a los portavoces hechos un manojo de nervios haciendo y deshaciendo el comunicado.

Conozco a la abuela. Es una mujer con un valor increíble. Ella sola estaba tirando adelante con 6 nietos y con el marido impedido, se dice pronto, y hay que ver en qué condiciones de vida. En mi segundo post, por aquello del día del pueblo gitano, hablé de estas mujeres, porque como ésta abuela hay muchas más. Los hijos se les fueron de las manos: se casaron demasiado pronto, tuvieron hijos demasiado pronto, llevaban una vida descontrolada, drogas, juicios... Así no se puede esperar que nadie esté para criar a los hijos y menos para educarles. Y ellas dijeron aquí estoy yo y fueron recogiendo a todos estos niños que no conocen más referencia estable que ellas mismas, mientras están viendo que su padre o su madre aparecen, arman algún follón y de repente se vuelven a esfumar.



No me puedo imaginar el dolor de esta mujer, no sólo porque su marido le haya faltado al respeto sino también porque ha echado a perder lo que ella ha estado criando contra viento y marea. De lo que no he dudado nunca es de la entereza y del valor de esta abuela que ha denunciado los hechos a pesar del peso de la figura del varón en su etnia y de las más que posibles amenazas recibidas. Y ahora, después de haberse dejado la vida a tiras para criar a sus nietos, tiene que aguantar todo lo que le viene encima: las broncas de los que le echan la culpa de lo sucedido, la intervención de Diputación, la presión mediática, los cambios de domicilio y, sobre todo, el perder a sus nietas. A veces la vida, además de injusta, es cruel. Quienes lo han dado todo, como ella, acaban pagando los platos rotos y sufriendo más que nadie.