domingo, 25 de diciembre de 2022

Días de monte 46

 


¿Quién dijo que no? No me pude resistir a la oferta de Orencio para participar en la salida del pasado sábado 17 de diciembre con Juanjo y Miguel. Ya había estado con ellos en otra ocasión por los montes de Ordunte a principio del verano. Ha estado muy bien porque me he sentido en forma y he disfrutado como un caimán con la travesía y con la compañía de ellos. Una mañana perfecta, madrugón que ha resultado positivo porque a las doce y media estábamos ya volviendo al coche. Han sido cuatro horas de sube y baja con un acumulado de 450 metros de desnivel.

De nuevo he  ido tranquilo sabiendo que me iban a guiar con eso de los track y de la señal del satélite. Me ha sorprendido que los nuevos dispositivos te hacen un toque de atención si te desvías del camino. Todo un invento, porque ante las dudas tarde o temprano te devuelven al camino correcto.

Como es habitual entre ellos se queda en las paradas de bus de la salida de Barakaldo. He tenido que retomar la antigua costumbre de usar zapatillas de cambio. Nos hemos encaminado en dirección Vitoria y nada más bajar Aiarduin nos hemos desviado a Letona.


Hemos dejado el coche al pie de la imponente iglesia del pueblo en un aparcamiento que debe estar preparado para montañeros y senderistas. Esta vez le tocaba poner el coche a Miguel. Al principio tenían una discusión entre éste y Juanjo que eran los que llevaban el móvil, que si a la derecha o a la izquierda. Luego entendí que estábamos siguiendo el track en sentido inverso. La travesía consistía en hacer una serie de cumbres dispuestas en forma de herradura y, al parecer, íbamos a comenzar por la vertiente más empinada para evitar tener que bajarla si se hiciera tal como estaba indicado. Hay que tener en cuenta algunos problemas de rodilla del personal.


Al acercarnos al inicio de la subida hemos tenido que sortear un arroyo que compartía el camino. Me ha llamado la atención lo limpia que bajaba el agua y he agradecido, como siempre, el acompañamiento musical de su correr. A poco hemos tenido que enfrentarnos a veredas y vericuetos llenos de maleza, pero poco a poco la subida, pelín exigente, fue discurriendo sumergida entre un robledal bajo mientras nos íbamos desprendiendo de la niebla de abajo, aún eran las ocho y media pasadas. Salimos a un terreno despejado y encaramos la primera cumbre, Amaritu 780 metros.

El camino se convirtió en piedra lisa y había que tener cuidado porque conservaba humedad, a pesar de que le estaba dando el sol. La cumbre fue una primera sorpresa por las vistas de los montes, porque la llanada alavesa y los valles de alrededores eran un espeso manto de niebla.

Bajamos por un terreno más seguro par evitar culadas y estuvimos un largo rato haciendo una travesía con tramos abiertos y de bosque que nos acercó a la segunda cumbre Armileko, techo de la travesía prevista 888 metros. Tuvimos que perder altura para encarar una pista con fuerte ascensión, que íbamos viendo desde lejos con cierto respeto.


Era una de esas cumbres engañosas y redondeadas que cuando crees que vas a llegar siempre queda un último repechón para rematarla. El esfuerzo mereció la pena porque la visión era impresionante: las sierras de Kuartango, Peña del Oro, Marinda, Murgia, toda la zona del Gorbea y a lo lejos, perfectamente dibujada la silueta del Amboto, Orisol, Ispistu, Sierra Salvada, montes de Ordunte y mares de niebla. 

Fuimos haciendo risas porque por todo el trayecto en las cumbres y en los collados nos encontrábamos con mojones que señalaban los límites del territorio de Vitoria, que llega hasta Zuia. Así que hoy hemos estado en la capital alavesa. Para bajar, el desalmado de Juanjo nos metió por un atajo en el que había que clavar bien los bastones si no querías rodar.


Al llegar al collado que da paso a la tercera cumbre hicimos parada y fonda, aunque no encontramos ningún sitio para apoyar nuestras posaderas. Vino bien reponer fuerzas porque la subidita que nos esperaba con un fuerte desnivel y un piso resbaladizo nos puso un tanto difícil e incómodo acceder a la cumbre, pero no hay cuesta que nos detenga y allí estaba el Arrato 886 metros y con vistas similares. 


A partir de aquí el terreno indicaba que íbamos bajando, esta vez rodeados hasta casi el pueblo por encinar bajo muy de tipo mediterráneo. Engañosa sensación porque a poco estábamos encarando unos promontorios rocosos espectaculares, con algunos pasos aéreos no aptos para gente afectada por el vértigo, hasta llegar a una cumbre con un buzón improvisado. Al parecer estábamos rodeando por lo mas alto el barranco de S. Víctor,  que tiene fama de ser espectacular pero que nos resultó imposible de disfrutar por aquello de la espesa niebla.


A partir de ahí ya todo era descenso, pero en plena bajada quedaba la última tachuela por abordar y no podíamos pasar de largo como si nada. La ermita de San Víctor,740 metros, erigida sobre las ruinas de una antigua fortaleza del reino de Navarra para ejercer funciones de vigilancia sobre los accesos al puerto contiguo. Así que también hemos estado en Navarra. Es una cresta empinada y, una vez más, el desalmado de Juanjo nos metió por un acceso endiablado cuando había un senderito perfectamente preparado para acceder con cierta comodidad. Por este iniciamos el descenso definitivo que nos llevó de nuevo a Letona en cuatro horas de caminata. Disfrutamos de una mañana preciosa de montaña y de compañerismo y me he sentido bien y en una forma mejor que en otra ocasiones.