sábado, 10 de enero de 2009

YO DISFRUTO DE LA VIDA, GRACIAS A DIOS

Ha sido todo un bluf el famoso anuncio de autobús puesto por un colectivo de ciudadanos que se proclaman ateos y reclaman su derecho a ser tenidos en cuenta. Me ha chocado enormemente la reacción de esa comunidad evangélica con slogans de cierto tufo fundamentalista, muy típico de algunos sectores de esas iglesias. Me ha parecido muy certera la primera afirmación del anuncio: probablemente. Puede que Dios sea algo real -para mí por ejemplo- pero no evidente, como otras tantas cosas y sensaciones de la vida y del mundo, que no son percibidas de la misma manera por todos. Hasta aquí estamos de acuerdo, nos mantenemos en el mismo plano aunque en extremos distintos.

Me ha desconcertado la segunda frase, porque no me ha parecido propia de un ateo que se precie. Me he encontrado a lo largo de mi vida, tanto en el trabajo social como en las iniciativas de voluntariado en las que he ido participando, con compañeros de viaje ateos. Algunos de ellos han sido, y siguen siendo, para mí toda una referencia no solo por su forma de vida y por su amistad sino también por la compenetración y el entendimiento que mantengo con ellos y ellas a la hora de compartir unos criterios éticos o de mantener iniciativas solidarias.

El elemento base por el que yo puedo percibir a Dios es la vida. Por su puesto, no sola ni exclusivamente mi vida, la vida de todos y de todo lo que me rodea y que hace posible que yo también viva. Por eso el preocuparme por esa vida, porque sea respetada y digna, porque no le falte a ningún ser vivo, se convierte en la mayor fuente de satisfacción de mi vida.

A este respecto comparto el testimonio de una señalada atea, Gioconda Belli, escritora y activista sandinista: No creo que nadie pueda convencerme de que el placer que empieza y termina en uno mismo pueda remotamente siquiera compararse con la exaltación y el goce de intentar cambiar el mundo”.“Existe un heroísmo de la paz y del equilibrio, un heroísmo accesible y cotidiano que si bien no nos reta a la muerte, nos reta a exprimirle todas las posibilidades a la vida.”

De todos modos, me gustaría terminar este pequeño post con una reflexión a compartir con todos aquellos que se definen como ateos. Creo que sería bueno que participasen con los creyentes de un ejercicio de sinceridad que se nos suele exigir y que es muy saludable. Es muy común decir u oír que alguien es de comunión diaria o que se come los santos pero luego en su vida... Es decir que no sirve el ser creyente de palabra o muy cumplidor con los ritos. Solamente se convence con los hechos, esto es, con la coherencia en todos los aspectos de la vida.

Ser a-teo supone no admitir bajo ningún concepto la existencia de ningún dios o de algo, y menos aún, de alguien que pretenda hacer sus veces. Es fácil escudarse en un supuesto ateísmo y hacer dios al mismo tiempo a una causa, al dinero, al poder, al desarrollismo, a una empresa... a uno mismo. Quien no mira más allá de sus propios intereses o de su placer personal no puede llamarse ateo. Quien se aferra fanáticamente a una idea o a algo a lo que somete su vida y a todo lo que le rodea, no puede llamarse ateo. El mismo se ha sentado en ese trono que rechaza o ha puesto otra imagen que ejerce de criterio absoluto del mundo. No deja de ser, por tanto, un idólatra. Ser creyente implica,entre otras cosas, no admitir ningún absoluto fuera de Dios. Por lo que no puede aceptar que haya hombres que, en nombre de quien sea o de sí mismos, juzguen o jueguen con la vida de otros seres a su antojo.

Se puede dudar de la existencia de Dios, pero es meridiana la abundancia de ídolos en este mundo, desde los más zafios u horteras, que desvirtúan a la persona, hasta los más crueles o sanguinarios, que arrasan con todo en aras del poder o del desarrollismo. Los ateos y los creyentes estamos en el mismo plano: no podemos admitir que los ídolos, y los idólatras, rijan el mundo y, a la vez, tenemos que estar vigilantes para no dejarnos embaucar por ellos porque los ídolos son sinónimos de muerte.

Me parece, por tanto, que el famoso slogan resulta ser un tanto frívolo y que desmerece de los auténticos ateos, al menos de los que yo conozco y con quienes comparto una amistad inquebrantable.
(la composición fotográfica es de lineadirecta: "Dios creó al hombre o el hombre creó a Dios")

miércoles, 7 de enero de 2009

ESO, PROFESOR DE E.S.O.

En una de mis incursiones en el blog de Mikel Agirregabiria, me he encotrado con un tema que él trata con su ponderación y buen talante habitual: profesor especializado versus profesor pedagogo. No me quiero meter en las encrespadas discusiones que describe Mikel entre los valedores de un status y del otro, ni en diferenciar quién es más coporativista o más interesado. De entrada me ha venido a la memoria la magnífica exposición que impartió en la reciente presentación del decreto de derechos y deberes de los alumnos la catedrático de Madrid -ahora no recuerdo el nombre-

Partía de una premisa que para mí fue determinante en mis estudios y en mi época de docente ¿Quién fue tu mejor profesor y quién fue el que más odiaste? Uno de mis propósitos fue evitar a toda costa el repetir lo que había tenido que padecer de mis profesores y siempre tuve presente a dos que no sólo me enseñaron su asignatura sino que me la hicieron gustar. En las estadísticas que nos expuso la profesora destacaban preferentemente los factores emocionales sobre los estríctamente académicos. Destacaba como condición imprescindible para hacerse creíble a los alumnos que el profesor tiene que creerse lo que hace y disfrutar con su materia y con su trabajo.
Entiendo que un profesor de universidad o de formación profesional debe dar unas garantías bien contrastadas sobre el dominio y la investigación de las materias que imparte, aunque su vis pedagógica no sea su fuerte. Recuerdo uno de los profesores más estudiosos que he tenido. Le llamábamos Miguelín por su tamaño y decíamos que era un pozo de sabiduría pero que, por desgracia, se le había roto la cuerda de subir el cubo y no había manera de sacar agua de allí. A pesar de ello los textos que producía eran muy válidos, aunque áridos como buen investigador.

Sin embargo, este modelo de profesor no es transportable, bajo ningún concepto, a la enseñanza no universitaria y menos con la que está cayendo en el ambiente de los adolescentes. Si tenemos en cuenta, por ejemplo, a la mayor parte de los alumnos de los CIP, nos encontramos que los fracasos escolares con que nos llegan se deben más a la desafección del sistema escolar que a las deficiencias intelectuales. En no pocos casos se juntan ambos ¿Que ha pasado para que alumnos de 16 años no tengan las herramientas básicas que proporciona la enseñanza? Alguna parte de responsabilidad corresponderá también a los planes de estudio, al ambiente de los centros y a los profesores con que se hayan encontrado, no todo será culpa de esas familias desastrosas o de lo sinvergüenzas y vagos que son.

Mal que les pese a algunos ilustrados licenciados al profesor de ESO, cada día más, le va a tocar hacer de casi todo, además de dominar bien su materia que, como el valor en la mili, se presupone. Creo que el concepto mecanicista de enseñanza -yo doy, ustedes reciben y luego me lo demuestran- tiene cada día menos validez. Un profesor de ESO con talante pedagógico -no tanto con muchos cursos de pedagogía- tendrá que ser, ante todo, un entendido en adolescentes y estar bien pertrechado de dinámicas, de recursos metodológicos, de conocimiento del entorno, de capacidad de estimular... y nunca estarán de sobra los apoyos externos cuando se encuentre con algunas familias que hagan aguas.

Por otra parte, estoy de acuerdo en la tendencia de dar más importancia a las competencias. Mi suegro es profesor emérito de la Escuela de Ingenieros de Bilbao, famosa donde las haya. Su principal queja era que le mandaban alumnos que no sabían estudiar, solamente copiaban para luego aprender de memoria. Usaba el truco de poner fallos garrafales en la pizarra a ver si alguien se daba cuenta y cuando veía que todos lo copiaban sin más provocaba a los alumnos a ver si alguno reaccionaba. Creo que es más importante dotar de herramientas a los alumnos que atiborrarles a contenidos que en pasando los exámenes se olvidan en un tanto por ciento muy elevado.

Estas son cosas que nos han pasado a casi todos los que hemos tenido la suerte de llegar a los estudios superiores. Lo que nos ha valido para conseguir un final exitoso han sido la voluntad, la capacidad de organización, el tener claro lo que queríamos, el saber estudiar... Todas esas cosas que no vienen en los libros pero que hemos aprehendido de alguien que nos la ha transmitido.
( La primera imagen es del blog chueca.com y la segundo de la página profesorinteractivo.blogia.com)

lunes, 5 de enero de 2009

¿A DONDE VAMOS?

¡Cuatro, con el un, dos, tres. Cuatro con...! Es posible que todos recordemos esta escena de la película El libro de la Selva. Quiero que nos preguntemos qué pasaría si el director de la manada no fuera el macho mayor, sino el elefantito que debe ir agarrado a la cola de su madre para no perderse. No tendría sentido porque sería ir contra la naturaleza y los animales se rigen por el instinto de que ésta les ha dotado para sobrevivir. Tal como va la sociedad -al menos en nuestro entorno- tendrem0s que reconocer que los humanos tenemos un problema más por no estar atados al instinto y tener libertad.
Resulta que estamos invirtiendo las leyes de la naturaleza permitiendo que sean los niños y, sobre todo, los adolescentes quienes dirijan la vida de las familas, de los centros escolares y, no sabemos en cuánto tiempo, la vida social en general. Pero las leyes sociales de la naturaleza son tan reales y tan rígidas como las físicas. De la misma manera que me estamparía contra el suelo si me tirase por la ventana pretendiendo ser un pájaro, nos vamos a estrellar si no corregimos entre todos esta trayectoria, que ya empieza a ser un clamor subterráneo -quejas, comentarios de bar o de peluquería, denuncias...-, pero que hay que traducirlo en compromiso colectivo.
Traigo esto a colación en relación a una noticia reciente que ha dado mucho que hablar. Un juez ha condenado a una madre a unos meses de cárcel y estar alejada de su hijo por haberle golpeado. El fiscal va a recurrir la sentencia porque le parecen pocos meses. Al parecer un profesor vio las marcas del chico y cursó la denuncia, con lo que cumplió con su deber. Hasta aquí todo bien. Luego vino lo de aparecer en la tele el niño llorando, los vecinos manifestándose en favor de la madre, comentarios... Una vez más lo que se destaca en estos temas es el morbo y un problema tan grave queda reducido a espectáculo y a ganacias, como otras tantas cosas a las que nos tienen acostumbrados la prensa y los programas basura, tan exitosos hoy en día.
Claro que uno se entera luego de cómo fue la historia y no puede salir de su asombro. Parece ser que el infeliz angelito de 10 años no quería hacer los deberes -hay que ver a qué torturas se le someten a estos infantes-. Ante la insistencia de la madre, con bronca incluida, el niño le tira una zapatilla y se encierra en el baño. La madre intenta sacarlo a la fuerza para que no se escaquee. Entre el forcejeo y los golpes le hace sangrar porque se da contra el lavabo. La cosa no es como la pintaban, por lo que se me ocurren una serie de preguntas un tanto espinosas.
¿De qué se está defendiendo al niño de una madre exigente, de estudiar para formarse, de cumplir con su deber, de tener que esforzarse...? ¿Quién le va a defender al niño de sí mismo? ¿ Cuando el niño pase a ser adolescentes quién le va a hacer estudiar o cumplir o respetar o aguantar en clase ante semejante desautorización?¿No ha quedado más indefenso ahora que no va a tener quién le marque los límites y le eduque a respetar las normas, además de cuidarle? ¿Qué se ha adelantado condenando públicamente a la madre por ejercer su función educadora, aunque en un momento dado se haya equivocado? ¿No habría que condenar también a los padres y madres que permiten a sus criaturas hacer lo que se les canta por no atreverse a llevarles la contraria, por ahorrarse broncas, por querer "ganárselos", por despreocupación...y, encima, les dan todo lo que piden por esa boquita? ¿Por qué nos rasgamos luego las vestiduras ante la falta de autoridad de los profesores, de los padres, de los agentes públicos o ante las faltas de respeto a los adultos? ¿También habría que condenar al niño por desobedecer y agredir a la madre?¿Cuántos recursos de pedagogía especial más van a tener que poner en marcha las instancias públicas para contolar a los menores que pasan por encima a sus familias?
En mi tarea de responsable del programa de absentismo de Barakaldo nos estamos encontrando con cantidad de estas familias. Algunas encubren estos problemas, otras nos dan la razón como a los locos para seguir pasando del tema y, las menos, piden ayuda, aunque sea tarde. Sentencias como ésta reflejan un sentir social que me parece preocupante porque, por una parte, confunde respeto o protección del menor con impunidad y, por otra, se refugia en el miedo a las denuncias o a la opinión pública sobre el castigo para lavarse las manos cuando se nos exige el compromiso de poner las cosas en su sitio.
Es algo habitual el quejarnos mucho y pasarnos la patata caliente: los padres a los profesores o a las autoridades -eclesiásticas y civiles-, éstos a los padres, los ciudadanos que ven las tropelías y se las callan para no "meterse en líos"... Al final, en este plan más de una generación se nos está yendo de las manos a los adultos, que somos los responsables de guiar a la manada. De aquí la pregunta del título: a dónde nos están llevando, a dónde conducen las actitudes pasivas ante la educación de los menores, el llenarles de cosas para contertarles sin exigir nada a cambio...