martes, 5 de julio de 2011

La nueva generación... de padres!!

Ya estamos a final del curso. En una de las reuniones de evaluación del centro de PCPI salió, como una de las necesidades a tener en cuenta, el estudiar el tratamiento de las nuevas generaciones de padres, por si con las de alumnos tuviéramos poco. En los últimos cursos se está pasando de los típicos alumnos peleones, tocapelotas e, incluso, agresivos a los indiferentes, indolentes, chulapones... y todo lo que se quiera añadir en esta línea de que les falta sangre en las venas, como se suele decir. Normalmente se suele informar diariamente a las familias de las incidencias y de las ausencias para que sepan en todo momento a qué atenerse y qué medidas tomar en casa. Pues no, eso de las medidas era antes. Ahora el número de las que miran para otra parte, de las que no reciben o de las que, encima, te chillan va in crescendo de una forma alarmante, tanto por su cantidad como por la gravedad de sus despropósitos.

Como ejemplo salió en la reunión el caso de un alumno que superó con creces todas las faltas habidas y por haber. Hubo llamadas telefónicas, avisos por escrito... la respuesta por parte de la madre, cuando la había, era de disculpar las ausencias. Hasta que, en cumplimiento de las normas, se le tuvo que dar de baja en el centro. La madre se presentó hecha un basilisco exigiendo explicaciones y, encarándose con la directora, le espetó que a ver qué se pensaba que iba a hacer con su hijo en casa sin hacer nada. La respuesta era obvia ¿Qué había hecho hasta entonces? Lo más doloroso es que éste no es un caso aislado.

Cada día se habla más de lo consentidos que están los hijos y de las familias que están superadas por los adolescentes, pero hay que ir hacia atrás para explicarse de dónde provienen estos casos extremos. María comenta a veces en casa que se encuentra con casos de niños de tres años que solamente toman biberones en casa y que las familias esperan a que les enseñen a comer en el comedor del colegio. Cada día abundan más las familias que llevan en silla de ruedas a niños mayores de dos años, incluso de cuatro, lo podéis comprobar facilmente. Hemos conocido el caso de una mujer musulmana que ha conseguido un trabajo cuidando a un niño que resultó ser hiperactivo, que está muy de moda. El caso es que nos contó, horrorizada, que se iba a ver obligada a dejar el trabajo, aunque le era necesario, porque el padre de la criatura de 9 años, cuando se quedaba solo con el niño, le ponía películas porno para tranquilizarle y que le dejara en paz. Claro, cuando el niño coincidía con su hijo le decía unas cosas que ella no podía soportar -supongo que muchos de nosotros tampoco lo soportaríamos-. Sin llegar a casos extremos como éste, es también notorio que muchos niños ven la tele a cualquier hora y que se les permita ver cualquier programa, sin que los adultos les controlen o les acompañen. Cuántas veces se puede oír aquello de que les pones la tele y los niños ya no existen.

De estos polvos, esos lodos, que dice el refrán, o sea , lo que nos queda por ver.Luego nos extrañamos. Tal como vienen estas generaciones de padres, nos vamos a encontrar cada vez con más jóvenes desorientados, sin recursos personales y sin agallas. El problema que se presenta está en que van a tener que sobrevivir en una sociedad que está dando un viraje vertiginoso hacia un modelo de desprotección social, de trabajo escaso e inseguro, de competitividad despiadada... Y ya se me escapa dónde puedan quedar para ellos los valores de solidaridad, altruísmo, sensibilidad ciudadana, ética... Ya toqué algo referente a este tema en mi carta al ministro Gabilondo, y, cuando escribo sobre estos problemas, me quedo con una serie de sentimientos encontrados. Por una parte, de perplejidad porque se habla y se mandan mensajes desde las instituciones, desde la escuela, desde los servicios sociales y desde los medios de comunicación a las familias pero para muchas es como quien oye llover. Me da la sensación que algunas esperan que les llueva del cielo una supernani como la de la tele y les arregle el pastel, como quien espera que le toque la lotería para seguir viviendo sin problemas. Por otra parte, de rabia y de impotencia, porque nos volcamos, metemos horas y ponemos recursos -mientras aguanten los presupuestos- para sacar chavales de éstos adelante  y nos encotramos en cantidad de casos sin colaboración o sin un mínimo respaldo por parte de no pocas familias. Así que a la mínima de cambio se pierden y volvemos a las andadas. Finalmente, de hartazgo porque a los que nos preocupan estos temas creo que nos da la sensación de que somos como "voces que claman en el desierto". Sin embargo, al fin y al cabo me quedo con la conciencia de que, aunque no se nos haga caso, al menos hemos avisado que es lo que teníamos que hacer, además de nuestro trabajo diario.

Para que veais que en el PCPI nos tomamos esto en serio y, cómo no, para hacernos valer os adjunto el vídeo de presentación de este curso