miércoles, 29 de septiembre de 2010

CARTA ABIERTA AL MINISTRO GABILONDO


Apreciado señor ministro:

Soy un simple educador que trabajo en un ayuntamiento como responsable de los programas de garantía social y de absentismo escolar. Desde mi observatorio diario quisiera hacerle llegar mis modestas consideraciones a raíz de los últimos acuerdos entre su ministerio y las comunidades autónomas para invertir una seria millonada en luchar contra el fracaso escolar o los deficientes resultados académicos en temas como las lenguas extranjeras. En primer lugar, me parece encomiable su tesón y su buen hacer para conseguir este tipo de acuerdos y sus correspondientes presupuestos, que en los tiempos que corren de recortes y de enfrentamientos son de tener muy en cuenta.



Dicho esto, no quiero aguarle la fiesta, pero considero que a golpe de talonario no se arregla ni el 10% del problema, aunque nunca se deba renunciar a ello. La mejora de los resultados académicos no dependen exclusivamente -qué más le gustaría a vd.- de sus altas incumbencias. Dependen de otros resortes que quedan bastante lejos de sus buenas prácticas y a las que solamente puede dedicarles pías consideraciones. Vamos por partes. Para conseguir un éxito hace falta estar convencido de las metas que se quieren alcanzar y estar dispuesto a poner toda la carne en el asador para conseguirlo. Esto requiere que nuestros niños y niñas estén estimulados desde su inicio para ilusionarse en su formación y en su desarrollo personal. Sin embargo, desde mi trabajo diario observamos que las estimulaciones de una gran cantidad de familias va por otros derroteros. No descubro nigún secreto si digo que un tanto por ciento abrumador de los menores de hoy en día están sobrestimulados al consumo. La relación con sus progenitores y familiares cercanos se cifra en regalos, inventos de última hora y capacidad monetaria desproporcionada a su edad y a los criterios que la rigen. Esto no es lo peor, porque a cambio no se les pide nada y lo que es más sorprendente se les permite mandar en casa. "Al niño no le gusta..." "La niña dice que no..." Y eso va a misa. El único esfuerzo que tienen que hacer es pedir por esa boquita y, a ser posible, con malos modos y atacando, que tiene más efecto. Esto implica que ni hay respeto, ni hay límites, ni hay una preparación para el esfuerzo. Usted me dirá qué ilusión por su formación o por labrarse un futuro van a tener estas víctimas -que lo son- de la inhibición de estas familias. No digamos ya lo que les importa el que no puedan aportar nada a su país. Llegan a la adolescencia - y no pocos antes- y los padres nos piden a las instituciones que hagamos algo porque no son capaces ni de obligarles a ir al colegio.



Además de este estrepitoso fracaso educativo en el seno de muchas familias, veo, sr. ministro, otros factores de fracaso que quedan más al alcance de su mano. Tampoco creo descubrir ningún arcano al poner en su consideración el panorama con que nos regalan el cuerpo de enseñantes. Aquí, como en todas partes, hay profesores vocacionados y los que fichan para que les paguen a final de mes y, a ser posible, sin que les molesten. Reconozco que en el contexto antes descrito no es fácil ser profesor. Por ello el mal profesor será mucho peor porque se inhibirá aún más de sus funciones y los que se lo toman en serio podrían adquirir el rango de héroes nacionales. Es terriblemente preocupante la plaga de profesores-funcionarios que no quieren asumir responsabilidades, ni cargos, ni tomarse el menor interés por los alumnos. Solamente se les ve preocupados por su plaza, por las mejoras de su horario, por que no les toquen grupos difíciles... Se están malgastando un montón de recursos formativos para esta gente que llega, incluso, a rechazar las nuevas tecnologías para la educación y a no preocuparse en actualizar sus programaciones y metodologías. Y a pesar de todo ello, se les paga religiosamente y no se les puede tocar, porque son funcionarios.



Curiosamente, están aumentando las solicitudes para las carreras de enseñantes. Mi hija estudia 2º de bachiller y nos comenta, que los compañeros que quieren estuidarlas, lo hacen porque consideran que es una carrera fácil de sacar y que luego tiene más posibilidades de empleo. Como puede comprobar, esto no casa con el discurso victimista que se escucha últimamente sobre el maltrato a los profesores, ni con una inclinación inequívoca por el compromiso educativo. O estos chicos están ciegos o lo que priman son algunos ejemplos de los que ven día a día en las aulas.



No quiero desalentarle con lo que le he dicho. Habría que invertir previamente muchos esfuerzos en convencer a las familias que, sin una educación previa en su seno, el fracaso escolar está servido, aunque el coheficiente mental de sus hijos sea alto y los manden al mejor colegio. Habría que convencer a la sociedad y, sobre todo, a los medios televisivos que no se puede seguir manteniendo la mentalidad de que nos tienen que dar todo hecho sin esfuerzo, que no se puede seguir pervirtiendo a los menores exhibiendo ejemplares que se hacen ricos por vender sus miserias y soltar procacidades en público, que no se puede tomar a broma la importancia de la cualificación... En fin que todos, desde las abuelas hasta el últimos vecino -incluido usted- somos coeducadores de todos y que cada vez hay una dejación de esta función educativa más patente en un gran sector de la ciudadanía y de los responsables públicos. Si estos previos quedan sin cumplirse me temo que sus millones no van a ser muy efectivos. A pesar de ello espero que siga usted con ese buen hacer que le caracteriza hasta que la política se lo permita.

1 comentario:

  1. Tiene usted santa razón. Pero está usted, por pasiva, proponiéndole al ministro que acometa el reto de ayudar a los padres a cambiar su mentalidad, ozú, no sé si ve que desde hace años los gobernantes han renunciado a cosas como esa. Eso era la Polis-tica, los asuntos de los ciudadanos.

    Y gracias también por diferenciar buenos y malos profesionales. Esa es la verdad. Y le garantizo que a nadie duele más que a los que nos gusta nuestro trabajo.

    Saludos. Gora Barakaldo

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