domingo, 30 de diciembre de 2018

Inocentadas

Me da la impresión de que, al menos por estos lares,se ha perdido la larga tradición de las inocentadas en el 28 de diciembre, más allá del programa de La 1. Puede que ahora se vayan quedando enclaustradas en los móviles o tabletas, cosa que desconozco por no navegar en redes de chismorreos o de fotos. Ya no se pegan monigotes de papel en la espalda, ni abundan en los periódicos o en las radios aquellas noticias con trampa que mosqueaban al personal, ni se cuentan tantas historias increíbles como antes a la gente familiar o cercana. Sin embargo en un programa deportivo de radio el locutor pasó revista de una serie de noticias deportivas, producidas a lo largo del año, que podrían ser auténticas inocentadas y del peor gusto, sobre todo para los aficionados a los diversos deportes.

Así que me ha dado por pensar que en este 2018 la vida, la historia, las instituciones, los organismos oficiales o privados nos han gastado una buena serie de inocentadas de cuidado. Por seguir con el ejemplo del deporte, resulta que la dirección del Athletic nos vendió un entrenador como un no va más y descubrimos que, en efecto, lo era en prosapia y en literatura deportiva con léxico argentino, pero que estaba metiendo al equipo en segunda división. 

Mirando lo más cercano en el tiempo, me parece una inocentada de muy mal gusto que uno de los territorios donde el ejército sublevado y sus huestes paramilitares hicieron verdaderos escarnios a la población civil, que luego lo dejaron en manos de señoritos y nobles sin escrúpulos y que su población empobrecida no tuvo otra que lanzarse a la migración para sobrevivir, ahora nos resucite en unas elecciones democráticas al franquismo más rancio y casposo, que suponíamos tan enterrado como su excelencia.

Ni que decir tiene que fue una inocentada de la peor catadura la sentencia descafeinada con que se fueron de rositas esa manada de energúmenos - a los que considero uno de los niveles más bajos de degradación del género masculino-, después de haber violado y abusado de una chavala indefensa. En este orden de cosas, sigue siendo otra  serie de inocentadas intolerables, echar discursos contra la violencia de género a la vez que se recortan los dineros para proteger a las víctimas y, por si eso fuera poco, tener que acatar sentencias que favorezcan a padres maltratadores o que inculpen a las mujeres.

También se ha cacareado hasta la saciedad el crecimiento  continuado de la economía, el aumento de contrataciones laborales y toda una serie de bonanzas de la macroeconomía,  pero luego viene el informe de Cáritas o el de Oxfam Intermon y les pinta la cara a los de arriba haciéndonos ver el aumento de la miseria y de la brecha social. Y hablando de la buena marcha de dicho crecimiento, resulta que él sube pero los mercados bajan y la bolsas no levantan cabeza, lo que consigue que los ahorradores de a pie contemplen desesperados cómo sus fondos se van evaporando.

Creo que puestos a sacar inocentadas de este tipo, podría estar toda la noche escribiendo y, aún así, me quedaría corto. Sin embargo me veo obligado, antes de cerrar, a recordar y desear lo mejor en su vida a los santos inocentes de carne y hueso. Esto es, a todo aquellos que sin comerlo ni beberlo están pagando las consecuencias de las decisiones de alguien que está lejos de ellos y que no tienen ni noticia de su existencia. También a aquellos que son capaces de sobrellevar en sus propias carnes el sufrimiento que les acarrea el haber protegido voluntariamente a otras personas cercanas o desconocidas. Estos son los santos o los imprescindibles, como los definió Brech.