sábado, 8 de enero de 2011

A propósito de un concierto


En la época de Navidad la orquesta del conservatorio en la que participa Irene suele dar conciertos en residencias y en iglesias. Este año nos ha tocado ir a la parroquia de Zabala que es la iglesia aneja a la residencia Conde Aresti. Con mi proverbial curiosidad me fui fijando en las imágenes y en la arquitectura del interior de la capilla. Me llamó la atención que en un pedestal, donde supuestamente tendría que haber estado una estatua, habían colocado un proyector. De la misma me fijé en la trayectoria que marcaba su foco y mi mirada se topó con una tela que hacía de pantalla situada en el lado opuesto del presbiterio. Cual no fue mi sorpresa al comprobar que detras de ella se encontraba semioculto un pequeño púlpito.





Reconozco que me resultó tan chusco que por unos momentos me olvidé de que estaba escuchando un concierto y me distraje imaginando toda una fábula. Un aparato electrónico estaba sustituyendo a una imagen. El hoy se hacía sitio entre las imágenes del ayer. Un transmisor de imágenes dinámicas ocupaba el lugar de una estatua hierática, estática, anclada en la historia y mirando al pasado. Ya era hora de que en la iglesia se contara con imágenes reales de hoy y que se fuesen creando otras nuevas que nos ayudasen a vivir la fe en consecuencia con el mundo que nos ha tocado, en suerte o en desgracia, habitar. Además aquella pantalla estaba destinada a conseguir la participación de los fieles y curiosamente estaba por encima del púlpito que puede ser el símbolo de la voz del clero, de la imposición de doctrinas, de la pasividad de los creyentes que solamente podían escuchar y decir amén. Se podría uno creer que algo estaba cambiando en el inamovible mundo eclesial. Me hicieron bajar a la realidad los aplausos y los bravo de unas damas enfervorizadas que estaban en la fila delantera. Por su aspecto y por los abrigos de pieles que sujetaban me supuse de qué pie cojeaban y, en efecto, luego me enteré que una era la heredera del Conde Aresti, la otra era senadora del PP, una tercera concejala en Bilbao por el mismo partido...





Si ya digo yo que el restauracionismo nos acecha por todas las partes y siempre coinciden los mismos, en la religión y en la política. O si no, qué es ese numerito de la destrucción de la familia que nos monta Rouco y sus adláteres todos los años. La familia les importa un pimiento porque, entre otras cosas, ellos no han tenido que tirar adelante con una propia. La han convertido en una herramienta para sacudir a todo lo que se mueva sin su permiso y para hacerse con el sentimiento de mucha gente y utilizarla como fuerza de choque contra el gobierno y las corrientes novedosas de nuestro siglo. También lo he podido percibir en las misas que televisan. Como mi madre está impedida ya no baja a la capilla de la residencia y le acompaño siempre que puedo cuando escucha, porque apenas ve, la misa de los días festivos que dan en la 2. Son un dechado de pompas decimonónicas, que me recuerdan las misas solemnes que soportábamos en mi infancia, envueltas en unas homilías tan altisonantes como vacías de concreción y de realismo.





Así que mi fábula del proyector solo era eso, una fábula en la que se empezaba a mover algo en la Iglesia. O más bien no era más que el recuerdo de un sueño que nos creímos en otros momentos históricos en los que primaba la participación de los fieles, su implicación en la mejora del mundo, su presencia allí donde se luchaba por la justicia... Ahora no sabemos dónde ha quedado todo aquello y los que lo vivimos como auténtico seguimos refugiándonos, donde buenamente podemos, lejos de estos dinosaurios de la religión para que no acaben también con nuestra fe y con nuestras esperanzas.