miércoles, 28 de septiembre de 2022

Lunes de senderismo 7

 Parece que fue ayer mismo cuando hicimos la  ruta anterior, pero su retraso forzoso ha hecho que salgamos dos lunes seguidos. El lunes 26 nos dirigimos a Atxondo para hacer  la senda de un antiguo tren minero que acaba al pie del mítico Amboto. Habían anunciado  posibles lluvias, pero no nos hizo falta sacar los paraguas que la mayoría llevábamos preparados en la mochila. Hubo que madrugar para estar a las nueve en punto en la  intermodal. El bus que hace la ruta de Elorrio sale cada hora y no merece la pena salir más tarde. Nada más bajar del autobús nos paramos frente al restaurante en el que se come tradicionalmente, así que la comida para once quedó encargada antes de empezar la ruta sin necesidad de tirar luego de teléfono. 


En la primera parte del camino fuimos en grupo, pero poco a poco se fue estirando el pelotón y tuvimos que andar parando para no ir tan desperdigados. De nuevo acabamos marcando un ritmo demasiado tranquilo. 
Desde el principio fuimos contemplando la mole  en la que se iban enganchando nubes que daban variados aspectos a la cumbre y enseguida surgieron comentarios referentes a Mari y a su cueva: que estaba despeinada, que no se había levantado...En el edificio del fondo paramos para comer y sacar las fotos de rigor. Aprovechamos el silencio relativo de los primeros bocados para informar al personal de la fecha de la salida anual financiada por el ayuntamiento: 26 de octubre a Suances, senda hasta Torrelavega, comida en Cartes y visita al bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal. Todo un plan.

En el camino de vuelta, al ir tan dispersos los unos por los otros e Isidro que tira para adelante a piñón fijo, nos pasamos la típica visita a la plaza de Arrazola, por lo que hubo protestas de algunos que llegaron tarde porque ya habíamos dejado atrás la desviación. Tomamos a poco la carretera dirección a Axpe. No habíamos andado mucho cuando vimos una señal que indicaba una senda que nos llevaba al pueblo en dos kilómetros. Decidimos hacer ese recorrido sin necesidad de utilizar la carretera. Solamente Isidro y Antón siguieron pisando asfalto dadas las circunstancias, así que quedamos esperarnos en el pueblo. El arranque y la primera parte del camino estaba cementado y resultó bastante exigente por lo empinado. En el momento en que se acabó el cemento las señales nos indicaron bajar por un camino de tierra y grava en medio de bosque y de prados vallados. Nos pareció un trayecto muy bonito, mucho más estimulante que la carretera.



Isidro nos esperaba al pie de la iglesia, desde donde se podía ver, perfectamente dibujado, el mítico y peligroso Paso del Diablo que separa el Alluitz del cresterío que acaba en el Amboto. Otra vista espectacular por si habíamos tenido poco con lo anterior.  Antón, según su costumbre, se había adelantado para no tener que andar rápido luego. Pasamos junto al afamado asador Etxabarri e iniciamos la bajada hacia Apatamonasterio. Antón nos esperaba en un cruce y nos indicó que abandonáramos la carretera que va directa al pueblo, para seguir por el cercano barrio de Marzana, donde hay acceso a la vía que habíamos andado anteriormente. Estuvimos contemplando sus edificios y en un periquete nos plantamos en el final del recorrido. 

Al llegar a las primeras casas nos separamos. Lo nueve del bus volvimos a la carretera y allí tuvimos que aguantar una tediosa espera de cuarenta minutos. El ritmo caribeño no nos había permitido llegar a coger el de la una y diez. Entre tanto llegó el que va haciendo paradas por los pueblos, pero lo dejamos pasar, que igual llegaba más tarde a Bilbao. Cuando subimos, nos llevamos un buen susto porque el bus estaba a tope y tuvimos que ir buscando butacas sueltas. En Durango se bajó la mitad de la gente, pero subió otra tanta, de manera que algunos tuvieron que ir de pie hasta el final. Una amiga que me encontré en la butaca contigua me explicó que a esa hora el bus sale de Mondragón. Habrá que tenerlo en cuenta para próximas ediciones.