viernes, 18 de septiembre de 2020

...y van 7


Eso, van siete años de jubilado. Tal día como hoy me di definitivamente de baja en mi vida laboral en el 2013, a la edad cumplida de sesentaicinco años y un mes, por aquello de la puesta en marcha de la prolongación de la vida laboral hasta los sesentaisiete. Lo primero que tengo que decir es que no me puedo quejar, para nada. Mi hija me ha preguntado hoy, a raíz de lo dicho  por el ministro de turno sobre lo de incentivar la prolongación voluntaria de la vida laboral, si yo lo haría porque me gustaba mucho mi trabajo. Pues no: he disfrutado con mi trabajo, ha sido una importante herramienta para desarrollar mi vocación educadora -y de ganarme la vida-, he disfrutado de unos compañeros y compañeras magníficos, pero mi sitio tenía que ser para alguien que viniese detrás. Ya me iba a arreglar yo para seguir gestionando mi vida. Y he de confesar que no me costó nada cambiar el chip.

Mirando ahora hacia atrás he pasado por distintas fases y en cada una de ellas me he ido centrando en diversas actividades. Estoy participando como voluntario en varias asociaciones del tercer sector. La actividad personal que más ha apasionado ha sido la escritura y la lectura, compañeras inseparables. Me ha dado tiempo para mantener este blog, con sus más y sus menos, para complementarlo con los de mis prosas y mis poemas, para escribir unos pequeños relatos de mis memorias y para cumplir un desafío personal: escribir una novela. Pues han sido dos y en estos momentos me están corrigendo la segunda: "El viento sur arranca las hojas en otoño" y "Lepoan". Más adelante fui intensificando mis actividades físicas y deportivas. Tuve que dejar la natación y el gimnasio por mi lesión de hombro y aumenté mis paseos.


Me asocié con Orencio para hacer salidas montañeras. A la lesión de hombro se añadió la artrosis de cadera, con lo que tuve que dejar de hacer salidas por montes fuertes o terrenos quebrados y dedicarme a transitar los senderos y las colinas más accesibles del país.

La última fase ha llegado con la jubilación de María. A partir de aquí hemos tomado iniciativas conjuntas. Comenzamos por inscribirnos en un centro de mayores -cosa que no se me hubiera ocurrido antes ni soñando- para participar en un grupo de senderismo de mayores de todo Barakaldo y, a la vez presentarnos en más actividades. Nos inscribimos en los cursos de estiramientos del ayuntamiento, lo que ha sido providencial para mí. He conseguido olvidarme de mis achaques lumbares y estoy consiguiendo un estado de forma física bastante aceptable para mi edad. En la pandemia los estiramientos aprendidos, y otros que se han editado por internet, han sido una tabla de salvación para no quedarme anquilosado y sigo practicándolos todos los días. He vuelto al gimnasio por consejo de mi médica, para reforzar la zona de las caderas y estoy notando sus beneficios. 

Solo me queda como deberes aprender a convivir con los desgastes irremediables de nuestros circuitos neuronales: se cronifican los despistes y los olvidos, la vista y el oído flaquean, te haces más lío al hablar, se te van los nombres hasta de los más cercanos... Y, de paso, procurar que los más cercanos no tengan que pagar las consecuencias. En fin, a pesar de todo, lo dicho: no me puedo quejar y que al año que viene pueda seguir escribiendo  mi vida.