
Es fácil ver reflejada la inhumanidad en estos acontecimientos. Pero más alla del fanatismo y de su desprecio a la vida humana, nos tenemos que repetir las preguntas anteriores desde otra perspectiva: ¿ Cómo pensar a Dios desde el neoliberalismo? ¿Cómo pensar al hombre desde el colonialismo y desde el neoliberalismo? Claro que los habitantes de los países del primer mundo tenemos que hacernos esas preguntas, porque vivimos relativamente cómodos meciéndonos en sus encantos . Nos rasgamos las vestiduras ante las masacres de los nazis, pero no podemos perder de v
ista que fueron muchos más los muertos provocados por el colonialismo. Gracias a esa explotación, los paises europeos, dechados de democracia, fundamentaron su primacía y pusieron las bases para su desarrollo actual. Es fácil creerse que los únicos inhumanos son los que derraman sangre sin razón. Pero hay otra manera más sutil de masacrar que es más difícil detectar porque no la tenemos delante ni nos la ponen habitualmente en los informativos. La inhumanidad cruel e implacable del neoliberalismo está permitiendo morir de hambre y de pandemias a paises y a continentes enteros. Y, por si esto fuera poco, ahora pretende remediar las consecuencias de sus devaneos y de sus desfalcos a costa de que los mismos pasen más hambre y más penurias. Al final los cuerpos macilentos de las hambrunas tienen una expresión similar a los que se encontraron los aliados al entrar en Auschwitz y sus rostros transmiten la misma denuncia a la inhumanidad y a la injusticia establecida.

No nos podemos conformar con que los responsables de todo esto miren a otra parte como si el asunto no les incumbiera. Es muy cómodo montar grandes convenciones y hacer planes globales contra la pobreza - que a la postre se quedarán en papel mojado- para justificar su inoperancia o para disimular su falta de interés. Luego nunca faltan quienes convierten la miseria en un macro espectaculo para conmover a la ciudadania y quedar como salvadores, pero sólo les interesa salir en la foto. De alguna manera no debemos quedarnos pasivos ante esto, porque, de lo contrario, no seremos capaces de resolver esas preguntas con lo que, si somos mínimamente honrados, nos costaría mucho mirarnos en el espejo sin sentir vergüenza propia.