Hace poco estuve charlando con unos amigos de los que no había tenido noticias desde hacía tiempo. Ante las preguntas de rigor referentes a los hijos lo primero que dijeron fue que estaban más que preocupados por una de sus nietas. La chica está en primero de ESO y ya había sacado un carro de suspensos en la primera evaluación. Además tiene un problema de sobrepeso del que no le están cuidando sus padres. A todo esto se acababan de enterar de que su nuera le había comprado a la nieta una entrada VIP para la actuación del cantante Abraham Mateo. Me explicaron que este tipo de entradas permiten estar cerca del cantante y le garantizan que puede saludarle personalmente, sacarse foto con él o darle un beso. Lógicamente cuestan un pastón, pero como la niña está ilusionadísma se la han comprado y ya está, que sea feliz. Sin embargo, como es de imaginar, el problema principal no es el dinero, sino como está afectando esto a la nieta. Al parecer anda exhibiendo su conquista como lo más importante que le va a pasar en la vida y, lo que es peor, esto le está haciendo vivir en las nubes por si estuviera ya poco centrada. Lo van a tener claro sus padres si esperan que con este regalito va a mejorar sus notas o va a superar mejor sus problemas personales.
Se preguntaban que quién era ese tal Abraham Mateo. Pues un chico mono diseñado en marketing para encandilar a un sector determinado de población, en este caso a las preadolescentes. Parece que más que cantar hace de figurín y pone posturitas El fenómeno de las fans es muy antiguo, solo que últimamente las técnicas han avanzado y llegan con mucha más fuerza, sin contar con que los y las adolescentes cuentan hoy en día con mucha capacidad de presión en las familias para salirse con la suya, sobre todo en aquellas en las que los padres no se han tomado la molestia de poner límites y de educar con criterios y valores -"ya está bien, cómprale esa puñetera entrada y que nos deje en paz de una vez".
