sábado, 6 de julio de 2019

La posada de los abrazos

Hay momentos que le permiten a uno encontrarse con un tipo especial de personas que ,  además de ser un privilegio conocerlas, te llenan de vida, te ayudan a encontrar otro enfoque a tu día a día, hacen que encuentres algún sentido a los desastres de este mundo y ayudan a recuperar un poco la fe en la raza humana.
En el ayuntamiento
Esta vez la suerte no vino sola. María y yo nos empeñamos en conocer por dentro un proyecto que desde hace años conocí, cuando le entregaron el premio de Bilbao Solidario. Han pasado muchos años de aquello y el proyecto ha cambiado de sede, de recursos y de gente, pero el espíritu y sus objetivos siguen en su interior y se desarrollan con nuevas  iniciativas.


La posada de los abrazos, no es una posada al uso habitual del término. Ese nombre simboliza que se trata de un ámbito donde se da posada, cobijo o, simplemente atención a personas en situación de vulnerabilidad. Al tiempo se les ofrece ayudas y programas que refuercen su recuperación. Preferentemente recoge a mujeres, con hijos o no, que se encuentran en el aire por no dar el perfil que se exige en los diversos recursos de la administración o de las iniciativas sociales, privadas o religiosas. Para ello cuentan con algunos pisos y mucho trabajo para llevar a cabo el seguimiento y la atención personalizada de las residentes. Al tiempo también se acercan otras mujeres, que aunque no están en los pisos, participan en los programas y actividades que desarrollan, abiertos a la gente del barrio  

Premio Emakunde
Llevan el proyecto cuatro mujeres, acompañadas de voluntariado y de un grupo de apoyo. Lo que mejor recuerdo del coloquio que mantuvimos, más que los datos o las estadísticas, fue las sensaciones que nos transmitieron. Ellas se mueven en esa fina línea entre la militancia y la profesionalidad. No tienen convenios ni contratos estables. Por otra parte, prefieren sentirse con la libertad de desarrollar su proyecto sin que nadie les obligue a cambiarlo, aunque esto suponga una inestabilidad económica. Sobreviven a base de subvenciones y de las aportaciones económicas de socios. A pesar de dar la impresión de que en una situación así se tiene que vivir  en vilo permanente, nos encontramos con unas personas que irradiaban serenidad, calma y una atención exquisita. Así pueden asegurar que su atención a las mujeres acogidas está basada en el respeto, en la calma, sin meter prisa ni agobiar con plazos, en el cuidado y en el acompañamiento. Todo ello envuelto en una perspectiva de género fuera de serie.

Lo dicho, chapeau por ese proyecto y por esas cuatro educadoras como la copa de un pino, que a uno le hacen sentirse orgulloso de haber compartido oficio con ellas. Esta es una de esas iniciativas que no tendrían que desparecer nunca, porque, aunque son pequeñas células, irradian y crean vida que es lo que se necesita. En mi paseo del jueves estuvimos conociendo la zona de la Kobata en la sierra Salvada. Nos encontramos con ese resto de tronco de haya que aún tiene vida después de su desastre. Hoy se la quiero dedicar como símbolo de que puede que recojan desastres o destrozos, pero seguro que su calor les ayuda a sacar la vida que llevan dentro, aunque la sociedad o la historia se la haya aplastado.