domingo, 30 de junio de 2024

El nuevo relevo

    


El nuevo lehendakari se llama Imanol Pradales. Es de Santurtzi habla euskera y proviene de familia migrada en el pasado. Igualmente Mikel Ruiz, el vicelehendakari, es de Portugalete. Son de partidos distintos, pero, a mi entender, marcan una nueva era en la concepción de ser o sentirse vasco, porque han llegado a los cargos más representativos del país. Están llegando a ser cada vez más numerosos los nuevos Asier Gómez, Aitziber García, Aitor Bravo, Irune Martínez... la tercera o cuarta generación. Sus progenitores, hijos y nietos de emigrados, les pusieron nombres vascos porque ya se sentían de aquí. La inmensa mayoría habrá estudiado en modelo D y, aunque igual hayan pasado vacaciones en el pueblo gallego, extremeño o burgalés de sus abuelos y vean que sus padres se sienten como de allí, se consideran tan vascos como cualquiera de los que cuentan con más de la mitad de los  apellidos vascos y lo viven así, incluso participando en colectivos o partidos independentistas ¿Y quién les va a decir que no? Otros, que nacimos y vivimos aquí, tenemos algún que otro apellido de ascendencia vasca y los de la parte castellana proceden de las migraciones de la explosión industrial de finales del XIX y no nos cabe en la cabeza que no se nos considere vascos. 

 

 Puede que aún quede gente  puritana o cerril, de mente cerrada, que se sientan superiores o desprecien a los descendientes de aquellos que vinieron de fuera buscando trabajo, pero no les va a quedar otra que aceptar la realidad de la nuevas mayorías sociales de la población de Euskadi. Para mí este mestizaje siempre ha resultado positivo. En principio quiere decir que los que vinieron con una mano por delante y otra por detrás, como se decía antes, se han ido integrando. Por una parte, han hecho suya esta sociedad y, por otra, han aportado a la gente de aquí los elementos positivos de sus orígenes, enriqueciendo la vida social, la convivencia y generando nuevas dinámicas culturales.

    Ahora nos queda tomarnos en serio lo que vaya a suceder con las nuevas olas de migrantes, de procedencias tan lejanas y de culturas mucho más diferentes que las de anteriores migraciones de origen nacional. No sabremos cuánto tiempo va a llevar, ni qué dificultades nos vamos a encontrar para su integración. Lo que no deseo para mi tierra es el ejemplo francés de terceras generaciones apiladas en barrios periféricos, auténticos guetos, abrasados por el paro juvenil, la delincuencia o el fundamentalismo. Es cierto que allí predomina la población musulmana, que no deja de ser un serio obstáculo para la integración, pero, sin duda, la causa principal ha sido la discriminación y la minusvaloración con que la sociedad francesa los ha tratado. En Inglaterra hay mandatarios de origen indio ¿Podría llegar a ser lehendakari un o una de origen rumano, marroquí o venezolano, por poner un caso? ¿Por qué no?

     


Espero que aquí no cometamos los mismos errores, a pesar de que estas primeras generaciones de migrantes tiendan a arroparse entre sí para defenderse de la sociedad con la que se encuentran al llegar. Habría que recordar la función que desarrollaron al respecto los centros regionales antaño. Seguro que en este caso llevará mucho más tiempo, sobre todo entre los que han venido en familia. Creo, por otra parte, que todo lo que se invierta en la acogida y formación de los menores no acompañados revertirá muy positivamente a la hora de conseguir una buena integración. Eso espero, aunque no sé si llegaré a verlo. De entrada, y a modo anecdótico, solo hay que ver que los ídolos de la afición del Athletic son dos hermanos negros.