miércoles, 17 de febrero de 2021

Libertad... ¿Qué libertad?

Últimamente estamos escuchando  y contemplando variadas y abundantes llamadas o reclamos de libertad. Para Ayuso libertad es pagar menos impuestos, hacer negocios sean del pelo que sean y que cada cual se busque la vida como pueda y si no puede, a la Cañada Real. Están los negacionistas que reclaman libertad porque se les quitan sus derechos y se les obliga a hacer cosas que no quieren. Ellos quieren hacer la vida como si no pasara nada, porque, según ellos, no pasa nada. Todo es un cuento, incluidas las muertes, que se han inventado no sé qué siniestras autoridades para tenernos atados de pies y manos y manejarnos a su antojo. 


Ahora nos salen con lo de la libertad de expresión. Ciertamente debe de haberla, aunque el problema está en qué o para qué se usa. No estoy de acuerdo en que a ese rapero le metan a la cárcel, a pesar de las sandeces que ha soltado por esa boquita. Si no le hubiesen metido a juicio, la inmensa mayoría de la población no nos habríamos enterado de su existencia. Por lo visto, en su detención hemos podido comprobar que tiene unos seguidores sumamente aguerridos, a la par que descerebrados, que han aprovechado sus reclamos de libertad para destrozar una universidad y han dejado una lista de heridos de ambos bandos en la encendida defensa de su ídolo. En realidad, creo que, con la disculpa del rapero, se lo han pasado pipa porque lo que les va a esa tropa es la violencia y, para más inri, la han ejercido en nombre de la libertad. También se ha podido comprobar que ese personal son de los que reclaman la libertad de movimientos, de no llevar mascarilla y de andar en tropel. 


Un profesor de metafísica, del que aprendí mucho, escribió aquello de que "mi libertad acaba donde acaba la de los otros". Ya sé que el dicho más habitual dice "donde empieza la de los otros", pero a mí siempre me ha gustado la del profesor. La libertad nunca puede ir sola, ya lo dijeron los franceses "igualdad, fraternidad y libertad". Se trata como lo de la Trinidad: siempre juntas y todas una. Si falla una las otras son falsas, o sea, una supuesta libertad, que no tiene en cuenta las otras dos, es de todo menos libertad. 

La libertad que proclama la señora Ayuso está pensada para los pudientes, pero su libertad acaba cuando hay ciudadanos de a pie que no tienen libertad para llegar tener una sanidad digna, una enseñanza pública con recursos o viviendas sin fondos buitre que les devoren. Y suma y sigue, o sea, que la igualdad brilla por su ausencia. La libertad de los que no quieren hacerse cargo de las medidas contra la pandemia, acaba cuando se producen contagios por su irresponsabilidad, por no tener en cuenta a los demás. La fraternidad no es solo cosa de frailes y de monjas, sino también de gentes con sentido común e, incluso, de revolucionarios. Y esos negacionistas se pasan la fraternidad por el arco de triunfo, porque su libertad equivale a hacer lo que les da la gana, sin contar con lo que les pueda pasar a los demás. Luego lo podrán disfrazar con discursos, protestas y reclamaciones judiciales, pero son la expresión de un egocentrismo antisocial y puede que inmoral, dadas las circunstancias.