jueves, 2 de julio de 2020

Recuerdos de Mallorca 1

El día 13 de marzo estábamos en el aeropuerto semivacío de Palma conteniendo la respiración esperando que, de verdad, nuestro vuelo no fuera a ser cancelado por lo que estábamos oyendo en las noticias. La puerta se cerró el día 14 así que llegamos a casa sanos y salvos y pudimos sobrellevar la encerrona en nuestro domicilio. Ésta fue la última sorpresa de nuestra segunda experiencia con los viajes del Imserso. No tuvo nada que ver con la primera en cuanto a organización y prestaciones. Solo coincidieron en la masificación del turismo, tanto por la cantidad de pensionistas que juntan, como por las inevitables manadas de grupos guiados, procedentes de aquí y de allá, que se agolpan en los sitios emblemáticos.


Después de la experiencia de Córdoba, que nos resultó muy gratificante, nos animamos a solicitar un segundo viaje. No pudimos acceder a los recorridos culturales del interior, así que a última hora nos animamos a apuntarnos en algunas plazas libres que quedaban en las islas. Enseguida pudimos comprobar que no tenía nada que ver una experiencia con la otra. Una inmensa mayoría de la gente iban simplemente a pasar el rato -paseos, compras, alguna visita, terracitas y animación nocturna- y a que la llevasen de excursión, claro que pagando. El hotel estaba aparentemente cerca de la capital, pero el bus tardaba tres cuartos de hora hasta llegar a las estaciones centrales. El entorno yo diría que era deplorable, por aquello de decir una palabra no malsonante. Lleno de hoteles, rodeados de chiriguitos de la peor calaña y en condiciones indecentes de los que en verano atienden al veraneo de alcohol y playa. El servicio muy justo y con restricciones desde el principio.

Llegamos el día seis al mediodía y no nos explicaron el plan hasta el día siguiente a las 10. Así que aprovechamos la tarde para dar un paseo por una zona cercana que nos llevó a un paseo  que bordeaba la bahía y desde el que se divisaba la línea de tierra, perfectamente dibujada. Un bello espectáculo que no pudimos disfrutar del todo por el viento que azotaba de cara. Desde la entrada en el avión me impresionó la imagen de las rocas de la Tramontana y desde ese paseo se las veía como un telón de fondo que resaltaba la figura de Palma. Una vez que nos dieron las instrucciones, decidimos poner en práctica los planes que teníamos preparados. Solamente nos apuntamos, y en mala hora, a la excursión de las cuevas del Drac, porque las combinaciones no nos iban a dejar mucho espacio de visita. Menos mal que íbamos bien provistos de líneas de bus, horarios y combinaciones para llevarlos a la práctica. 

Así que ese primer día lo dedicamos a tomar contacto con la ciudad, sacarnos la tarjeta de pensionistas para los descuentos en el transporte público, hacer un primer recorrido por los puntos señalados en las rutas turísticas, sacar algunas fotos y localizar las vías que nos ayudasen a no perdernos. Estuvimos dudando si alquilar un coche, pero al final no nos decidimos pues ya suponíamos que podríamos arreglarnos con las líneas de autobuses. Otro craso error, porque el bus que nos comunicaba con Palma tenía unos horarios horrorosos y un día solo nos faltó un minuto para no quedarnos sin cenar. Día primero.