martes, 12 de septiembre de 2023

Lamine Yamal

 


Esta entrada quiere ser una llamada de atención a todos y todas los futboleros y, en especial, a la casta de periodistas deportivos. Llevo toda mi vida trabajando con adolescentes, entrené un pequeño equipo de colegio en mi juventud y se me han abierto las entrañas al contemplar a un crío de 16 años que lo han sacado del patio del instituto, metafóricamente hablando, y lo han plantado en la selección nacional de fútbol. Para rematar el asunto va y mete un gol. Me he quedado apabullado al ver las portadas y los titulares referentes a la actuación de este chico: buscando cuántas estadísticas ha roto, su velocidad, sus intuiciones, su valor... Todo ello amplificado por la precocidad del menor, que es capaz de dejar boquiabiertos tanto a los espectadores como a los jugadores adultos que no pueden con él. 

Ciertamente se trata de un superdotado o con altas capacidades, como se dice ahora. Pero no deja de ser un crío, un menor sin capacidad legal, un adolescente que no ha terminado de desarrollar su cerebro y su organismo, una persona que puede tener ciertos desequilibrios entre su desarrollo precoz de la inteligencia y el desarrollo emocional, un chico que por debajo del éxito puede estar sufriendo inseguridades... Por el amor de Dios ¿nadie se puede estar dando cuenta de esto? En aras de un espectáculo se puede estar destrozando a una persona que no ha hecho más que empezar a vivir.


Corre riesgo de tener lesiones graves con más facilidad que un adulto. Ahí están Joao y Amsu, que ahora andan como almas en pena de un club a otro con una carrera rota sin saber dónde van a acabar al año siguiente. Cómo puede un crío de estas edades convertirse en millonario de la noche a la mañana sin acabar desquiciado por la presión social y las exigencias que ello supone. Más aún, a su edad puede que el millonario sea su padre o su familia que manejarán el asunto a sus intereses. No sería el primer caso. 


Y es que la precocidad es un arma de doble filo, sumamente difícil de manejar sin llevarse un buen tajo y, aunque parezca lo contrario, la principal víctima siempre será el sujeto que, supuestamente, tiene ese privilegio. No hay más que echar mano a la historia para ver cómo han acabado gran cantidad de los niños y las niñas precoces en todos los campos que comenzaron con grandes éxitos. Para mí el paradigma de todos ellos es Mozart: comenzó a componer con seis años y su padre explotó sin piedad sus capacidades en beneficio propio, su vida fue una desastrosa concatenación de errores y acabó hecho un guiñapo a los treinta y pico años. Podemos disfrutar de lo más excelso de la música, pero debajo ella hay un cadáver.


Deseo de todo corazón, porque no puedo hacer otra cosa, que Lamine encuentre unos apoyos que se preocupen de su bienestar y de su desarrollo, que le defiendan de representantes, directivos, entrenadores y tutores que solo miren los triunfos y el dinero y no a él, y que el ángel de la guarda o la buena suerte le libre de esas lesiones producidas por la falta de control corporal y de esos defensas rencorosos que a la segunda que se les escape le calcen un zapatazo que lo dejen en el dique seco por un buen tiempo.

lunes, 11 de septiembre de 2023

¿Dónde estamos?

 


Esta semana nos hemos desayunado con la noticia de que Arabia Saudí se ha presentado en Telefónica con un pastizal preocupante, pero sin pasar el límite de lo permitido por la ley. Parece ser que, si se pasan, el gobierno tendría que intervenir. De paso nos enteramos de que también se ha comprado Vodafón. O sea, que se pueden comprar lo que les dé la gana: equipos de fútbol, jugadores famosos, la supercopa de España y hasta bancos. Dicen que en breve va a bajar la demanda de petróleo y se van preparando para cambiar los espacios de sus negocios o para tener una capacidad de influir en decisiones políticas y estructurales según sus intereses oligárquicos.

Claro que esto no se queda aquí. La guerra más cruenta de lo que llevamos de siglo XXI, provocada por un autócrata lunático y ultranacionalista, está haciendo vislumbrar que el mundo se está dividiendo en dos bloques. Uno capitaneado por los países con regímenes autocráticos y otro que mantiene el sistema liberal de democracias, pero lleno de sarpullidos de las ultraderechas.


Y esa es mi pregunta, que dónde estamos. La respuesta parece obvia, pero a mí se me presentan muchas dudas. ¿Quién va a determinar nuestro futuro, la ideología y la política o el poder del dinero y de las tecnologías? Dependemos, tanto nosotros como el conjunto europeo, del petróleo y ahora de los petrodólaraes, de la fábrica universal China, que además se ha dedicado a comprar gran cantidad de deuda pública, también de las reservas de recursos rusos. Y a éstos se van añadiendo Suráfrica, Brasil, Corea del Norte. De repente en África se van dando seis golpes militares, cuyos líderes simpatizan con Putin. Claro, no son unos donnadie, son países ricos en recursos básicos de cuyos suministros depende la industria tecnológica y no se sabe por dónde pueden salir, o se puede suponer que quieran dar una patada a sus colonizadores. Habrá que contar también con que los chinos están comprando medio continente. 

Así que Europa, que aún se cree el centro del mundo mundial, se va quedando como el último de la fila, porque, al igual que en las guerras mundiales, depende de Estados Unidos para su supervivencia. Y solo le falta que la línea Trump se haga de nuevo con el poder allí.


Y aquí, al margen de que en este mundo globalizado  las distancias están desapareciendo, en el que el dinero fluye de un sitio a otro cada vez en menos manos, en el que las redes sociales mienten más que hablan, en el que ya no podemos estar seguros de que algo es real, porque todo se puede trucar... estamos inmersos en un espacio político surrealista y sofocante provocado por la pataleta de un jefecillo que no puede soportar que no le dejen gobernar. O, por si fuera poco, aparece un filibustero de la política que, después de engañar a los catalanes y llevarles a un desastre, se dio a la fuga, vive de gorra a costa de los dineros públicos y de sus fieles y por arte de birle y birloque se erige en árbitro último de la estabilidad nacional.
Menos mal que Mª Teresa Campos y María Jiménez han conmocionado el corazón de los españoles y españolas con su defunción, y así se pone un poco de sentimiento en el enrarecido ambiente nacional. País!! Como diría Forges.